La portería y Entrerríos enfilan a España a luchar por las medallas

España luchará por las medallas en el Mundial de balonmano. Salvo hecatombe o suceso paranormal. Ante Alemania, la encrucijada de la segunda fase que establecía la dirección a seguir, España confirmó que va de menos a más en el torneo. Con los dos porteros en estado de gracia, con Raúl Entrerríos superlativo y con una defensa inconmensurable, supieron anular las bazas rivales y, sobre todo, sobreponerse a una segunda mitad que durante 15 minutos esparció dudas. Quedan ahora los partidos ante la débil Uruguay y, el lunes, contra la Hungría que entrena el palentino Chema Rodríguez. En ese partido, el lunes, se decidirá el campeón del grupo salvo que los magiares se estrellen antes con Polonia

En ese remedo de partida de ajedrez que es muchas veces el juego del balonmano, España y Alemania pusieron sobre el tablero del Mundial una partida en la que Gislason y Jordi Ribera visualizaron un partido y los jugadores decidieron hacer otro.

De entrada el ritmo altísimo del partido no parecía lo más adecuada para la veterana selección española. Pero sucede que cuando te encuentras con que tu portero las para casi todas, el chute de adrenalina y de confianza defensiva que sufres es directamente proporcional a las dudas que se asoman en el rival. Y Corrales ofreció un espectáculo de paradas de tal magnitud que Wolf acabó oscurecido en el marco de enfrente.

A partir del portero del Pick Szeged, España levantó un muro con una defensa 5-1 que desconcertó por momentos a los germanos. Solo Hafner, una mole humana que combina velocidad con potencia y un brazo izquierdo impresionante en precisión, lograba horadar el muro. Era el peaje que había que pagar para evitar que los cañoneros teutones machacaran desde lejos la portería. En balonmano, si quieres evitar lanzamientos has de ser profundo para que los lanzadores estén lejos, pero eso abre espacios a la espalda. No se puede tener todo. El truco consiste en saber qué es lo ideal en cada segundo.

Y. como tantas veces se repite, de la defensa nace el ataque en el balonmano. Bajo el magisterio de Raúl Entrerríos, excelso gobernante del ritmo del partido y grandioso gestor de las necesidades tácticas de los suyos, los Hispanos funcionaron como una máquina engrasada con precisión... germana. Paciencia para mover y descolocar las rocosos ladrillos del muro alemán, combinada con la necesaria velocidad en los saques de centro para buscar el contragol que tanto mina a los rivales.

Pero por mucho que pareciera que todo estaba encarrilado, nada más lejos de la realidad. Gislason trabajó durante el descanso con sus hombres y las teclas que pulsó hicieron que en 15 minutos el +3 de España derivara en un -2.

La defensa no funcionaba y el ataque estaba atascado. Solo cabía resetear y regresar al plan inicial. Con un matiz: Pérez de Vargas por Corrales. Los Hispanos se fueron a 6-0, el toledano empezó a parar al mismo nivel que Corrales en el primer acto y Alemania se fue difuminando asfixiada por el esfuerzo y desbrozada por la guadaña de Entrerríos, que encontró en todo momento el pase, el hueco, el ritmo, que pedía el encuentro.