Honor al Nacional de parejas
Historias de los bolos ·
La Plaza de Pombo de Santander acogió en 1960 la primera edición, con triunfo final para Manolo Escalante y Ramiro GonzálezSecciones
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Historias de los bolos ·
La Plaza de Pombo de Santander acogió en 1960 la primera edición, con triunfo final para Manolo Escalante y Ramiro GonzálezPuesto el cartel de 'No quedan entradas', algo impensable para las mejores expectativas esperadas de un evento señalado en horario laborable, el público que colmaba los graderíos de la bolera improvisada en la santanderina Plaza de Pombo pudo disfrutar los días 1 y 2 de ... septiembre de 1960 del privilegio de asistir en directo al primer Campeonato de España disputado en el modo de parejas.
Y es que fueron dos jornadas marcadas por su trascendente significación histórica, y con la Peña La Carmencita haciéndose justa acreedora de todos los elogios y colgándose la medalla del mayor honor, una vez que consiguió que la Federación Española aceptara su propuesta de programar una decena bolística que incluyera la disputa del nuevo campeonato oficial. Una cita que venía para dar satisfacción a la persistente demanda de aquella afición, incapaz de entender la inaceptable carencia de que el gran título nacional no se disputara también en esa modalidad de duplas que en aquellos lejanos tiempos acaparaba tanto seguimiento, o incluso más, que la competición individual.
Con Cabello y Salas, los más favoritos, mandando en la clasificación tras una primera vuelta de tanteo jugada en la tarde del jueves, la segunda tanda se disputó en la mañana del viernes con los líderes aguantando su posición, a pesar de la bola queda «de las que dan rabia» que se anotó Salas. Por el contrario, Ramiro y Escalante la hicieron gorda y perdieron bolos con respecto a Chuchi y Revuelta, que les arrebataron el segundo puesto por escaso margen. La otra plaza que permitía jugar las semifinales la cazaron los madrileños Obregón y Tinín, que consiguieron clasificarse superando los accidentes de éste último cuando, dominado por los impulsos de su juventud, le dio por tirar un poco de romería, de manera que pagaba el tributo a su bisoñez cuando buscaba lucirse, dejando dos bolas cortas de cinta y pegando un espectacular solípedo, aunque tanto mal lo compensó en parte metiendo un emboque fulgurante. No obstante, fue muy aplaudido y objeto de los mejores pronósticos de los muy entendidos, que le auguraban un futuro de miedo desde el día en que aprendiera a estar en la bolera.
Con la ausencia de rapaces asturianos en el campeonato, de los eliminados destacaron los andaluces Entrecanales y Ruiz Mateo, mucho más jugadores de lo que dejaron ver en la competición. Su quinto puesto final, empatados con Rilo y Linares, la pareja de moda de la territorial Cántabra, da fiel testimonio del potencial de una dupla que jugó condicionada por el entorno y la responsabilidad derivada del magno torneo. También gustaron los vascos Corrales y Del Carmen, séptimos por delante de los catalanes Arroyo y Prellezo, últimos clasificados. Cuando a las seis de la tarde arrancaba la primera semifinal, Santander se había apuntado un gran tanto, desmintiendo a los muchos que decían que en la capital no había afición. La sublime estampa que ofrecía aquel corro atiborrado de aficionados, con los árboles infectados de espectadores, era un espectáculo maravilloso, imposible de comprender fuera de los ambientes de bolos. Y aquella fue la tarde de un colosal Manolo Escalante, que sacó a la bolera todo el prodigio de su tan discutida como excepcional clase.
El de Mazcuerras y su compañero sabían que en la tercera vuelta de los campeonatos es cuando hay que jugarse el todo por el todo, tirar a ser o no ser. Y en la hora de la verdad, la apuesta les salió bien.
Tiraron con el número uno, escoltados por Cabello y Salas, que les sacaban 21 bolos. Había que exponer el juego y hacían una mano de 34 que los líderes superaban en uno. Y la apoteosis llegó en la segunda tirada, con Ramiro y Escalante firmando 39 bolos, a bolos. La jugada cumbre del campeonato y la ruina de los líderes, que a pesar de su ventaja jugaron aturdidos, perdiendo tres bolas de estacazos rabiosos apenas compensados con el emboque que cazó Salas. Pero ni así pudieron sobrevivir, porque acabada esta primera semifinal la tortilla se había volteado y los 21 bolos favorables a Salas y Cabello se habían tornado en 22 en su contra. En la otra semifinal, Obregón y Tinín confirmaron su cuarto puesto después de intentarlo todo tirando a todo juego, arriesgando cada bola. A su lado, Chuchi y Revuelta iban a 235 para pasar a la final. ¡Demasiada comida! Los 123 que tenían a raya alta les concedían opciones, pero los 18 metros y los nervios del momento fueron una barrera infranqueable.
Se olisqueaba el aroma de lo que se presumía una gran final, pero luego resultó anodina y sin ninguna emoción. El suspense y el colorido que los aficionados esperaban estaba en que se jugaba un título nacional, pero después de visto lo visto, en nada más. La desventaja de 22 bolos con que partían llevó a Salas y Cabello a quemar todas sus bolas al emboque, lo que sus rivales aprovecharon para tirar a cubrirles las jugadas, de manera que hubo un momento en que el margen favorable de los líderes llegó hasta los 31 bolos. El resumen final del primer Campeonato de España por parejas de la historia de los bolos cuenta de la actuación genial, de maestro, de saber a qué y cómo hay que jugar, del gran Manolo Escalante, secundado de manera excepcional por el juego poderoso de Ramiro González, sin menospreciar a los subcampeones, que no desmerecieron en nada. Es otra historia de bolos que sirve para ratificar una vez más la infinita valía de las gentes de la Peña La Carmencita y de cuatro ases irrepetibles, los celebrados cuatro colosos, que volvieron a demostrar la clase que les llevó a salir de la bolera de la Plaza de Pombo en medio de la clamorosa ovación que les dedicó la entendida y entregada afición santanderina.
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