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El Junco se dobla, pero siempre sigue en pie. Cuando los compositores de 'Resistiré' incluyeron la estrofa en la canción probablemente no habían oído ... hablar de Liérganes. Es más, Manolo y Ramón, cantantes del Dúo Dinámico, seguro que de bolos saben poco o nada y no tienen conocimiento de que de Liérganes brotó un Junco que este viernes demostró que sigue más en pie que nunca. Óscar González se impuso en el Campeonato de España de bolos después de un torneo casi inmaculado en el que solo se mostró inquieto en la primera parte de la semifinal. Segundo fue Víctor, que ve interrumpida su racha de triunfos en grandes campeonatos, y tercero fue un Rubén Túñez que embocó en cuartos y semifinales para subir al cajón.
Óscar tenía entre ceja y ceja la cita. En 2019 se quedó fuera de los ocho mejores del Regional y solo pudo ser sexto en el título de España y esta campaña, pese a jugar bien, finalizó el campeonato cántabro en la cuarta plaza. Por eso este torneo era especial. El huracán Víctor que venía arrasando con todo lo que se le ponía por delante amenazaba con repetir lo logrado el año pasado, y eso un jugador de la talla del capitán de Hermanos Borbolla no se lo podía permitir.
Muy metido en la bolera desde la primera bola, el mérito del Junco es doble. Por un lado, levantar el trofeo de Campeonato de España, con lo que ello conlleva, por quinta vez en su carrera (tiene otros tres Interautonómicos). Por otro, ser capaz de ganar en cinco vueltas a un jugador que en dos años ha pulverizado todos los registros realizados hasta ahora y llamado a dominar los bolos durante muchos años.
Tras caer de rodillas para celebrar el título, Óscar se mostraba especialmente feliz con lo logrado. «Creo que jugado muy bien, me he encontrado cómodo en una bolera que me gusta y con un público sensacional. Muy orgulloso de esta victoria». Para llevarse el trofeo el Junco tuvo que hacer un torneo casi perfecto y en un corro que no regalaba nada a los jugadores. «El jugador se tiene que amoldar a la bolera, tenía algún bote diferente, pero me he sabido adaptar y es lo que me ha valido para conseguir el octavo título».
Un entorchado que llega catorce años después del primero logrado, también en El Malecón y que Óscar reconoce que siente igual de bien. «Cada año es diferente, es bonito recordar el 2006, con una final antológica con Jesús Salmón, pero ahora tenemos que vivir el presente».
Un gran torneo en el que el de Liérganes solo se vio inquietado en las primeras manos de la semifinal. «He sufrido porque he jugado mal, he tirado mal de tiro, rápido, pero Víctor no lo aprovechó y me recuperé con 131».
Tras un 2019 con menor rendimiento en los campeonatos, Óscar no cree que lo de ayer fuera un golpe en la mesa. «No pienso en el año pasado, borrón y cuenta nueva. Mi mentalidad era empezar fuerte, ponerme en cabeza y seguir jugando como sé, no pensaba en más».
Lo hizo hace dos años, cuando Víctor llegaba tras ganar su primer regional y batir su primer récord, y tanto el título de 2018 como el de este viernes tienen un nexo común: El Malecón. La Bolerona volvió a imponer su ley, no regaló nada y pidió el carnet para birlar cerca de la caja. El que no amarrase, al tablón. Y ahí Óscar fue el mejor. Por algo el de este viernes fue el sexto entorchado del Junco en un recinto que, pese a tener limitado su aforo a 300 espectadores, rugió con las mejores jugadas del torneo. Fue el único pero, no ver la Severino Prieto a rebosar.
El concurso de cuartos de final podía marcar el devenir del torneo. Esta vez Víctor y Óscar jugaban separados e iba a ser el segundo el último en saltar al albero tras ver jugar a su rival. Si el de Astillero apretaba, Óscar iba a jugar presionado. Si no, el título podía coger ya el billete hacia Liérganes. Tirar por delante, a priori, era beneficioso para el vigente campeón, pese a los 23 palos de desventaja. El objetivo era recuperar las sensaciones perdidas 24 horas antes y, sobre todo, reducir el margen en contra.
El mayor de los hermanos González comenzó mal, con once bolos, y a raya alta firmó un concurso de 57 bolos con una queda de cuatro en la cuarta mano. Para un jugador como él, un desastre. La dinámica era la misma que el día anterior solo que con más presión por la desventaja acumulada. Ni de tiro ni de birle estaba cómodo, el juego no fluía y, por momentos, la competición se le iba escapando de las manos. O eso parecía, porque desde atrás Víctor sí recordó a Víctor. No al mejor Víctor, pero sí al bolista capaz de templar las bolas, dejarlas cerca de la caja y birlar bien desde cualquier punto de la bolera. Sus 133 bolos era un mal menor para como había empezado.
Con el de Peñacastillo tiró Héctor Salmón, que había maravillado el jueves y al que el mal de altura le jugó una mala pasada. Necesitaba 119 para pasar a semifinales, una obligación 'asequible' para jugadores de este nivel, pero a diferencia de su anterior concurso no acertó en los birles a media bolera, especialmente a su mano, y con cada vez mayor necesidad se quedó en 114.
El corte a esas alturas, y durante toda la tarde, lo marcaban los 391 bolos de Carlos García, que no había podido comenzar peor su tirada. Blanca, uno y blanca en sus tres primeros lanzamientos y una queda con cuatro bolos en la tercera para quedarse a raya alta en 53. A partir de ahí, el de Andros La Serna se soltó, se arrimó al primero y con 79 palos de atrás se fue hasta los 132 bolos que, a la postre, le dieron el pase a semifinales y le aseguraban disputar el Torneo del Banco Santander el próximo año.
Por el camino se quedaron Pedro Gutiérrez, Lolo Lavid y Manuel Domínguez. La dupla de Andros se mostró demasiado irregular durante sus ocho manos, con la mente puesta en pelear el podio, y se quedaron lejos de sus mejores tardes. El de Meruelo, tras abrir con 38 en las dos primeras, dejó una en la caldera y, pese a embocar, fue octavo.
Cerraban los cuartos de final Óscar y Rubén Túñez. El Junco lo bordó de inicio, sabedor de que un nuevo acelerón le ponía el trofeo casi entre las manos. Los 24 logrados en la cuarta redondeaban una primera mitad de concurso de 79 palos. Quedaba rematar desde los dieciocho metros y fue ahí donde el de Borbolla no estuvo fino. Alguna blanca de tiro y su mayor imprecisión de bajada dejaron el concurso en 138 que, eso sí, le servían para morder otros cinco bolos a Víctor González.
Túñez, por su lado, también arrancó sumando bolos en su casillero. Diecisiete y 22 para abrir boca antes de quedarse en 23 en las dos siguientes. El de La Cavada volvió a tirar de raza, embocó en la sexta (esta vez sin dudas) y con 129 certificada su primera presencia entre los cuatro mejores de un Nacional.
Si el propio jugador de Riotuerto y Carlos no lo impedían, el combate final se iba a dilucidar a dieciséis asaltos. En un rincón, el vigente campeón, castigado en las rondas previas y con una desventaja de 28 bolos. En el otro el aspirante, que además de la ventaja numérica tiene en su palmarés siete títulos, cuatro de España y tres Interautonómicos que a efectos de rivales tienen el mismo peso. La obligación la marcó un Rubén Túñez que volvió a tirar de raza y embocó en la última mano para llegar a 132. Tercer emboque en otros tantos concursos para un jugador que vive una de sus mejores etapas bolísticas.
En la segunda semifinal, Óscar sufrió. Fue el único momento del campeonato en el que se le vio inquieto, con alguna duda. No por el registro de Víctor, que a raya alta iba 62 bolos, sino porque de tiro una bola iba abierta y otra cerrada y de birle no encontraba el bote. Todo cambió cuando ambos bolistas se fueron dos metros más atrás en el tiro. El de Peñacastillo perdió el miedo, templó las bolas y sus registros empezaron a rondar los veinte en cada mano. Estimulado por su rival, 'El Junco' siguió sus pasos. Como había hecho hasta entonces, respondió cada golpe con una buena defensa, lo que le llevó a no perder muchos bolos de cara a una final a la que el de Hermanos Borbolla llegaba con 22 palos de ventaja y la sensación de que lo tenía en la mano.
Los últimos ocho asaltos fueron un trámite. Con Víctor noqueado tras no haber recortado distancias en la final Óscar se exhibió. Abrió con 23, cuando el de Astillero se había quedado en quince, y sabedor de que solo tenía que ir lanzando bolas a la espera de llegar al final lo hizo con la tranquilidad que da saber que el título ya no se escapa. Y no solo lanzó las bolas, sino que las puso.
Y eso que, pese a la diferencia abismal de bolos entre ambos, Víctor no dio la fina por perdida en ningún momento. Desde la segunda mano arrimó las bolas al primero en busca de un cachi salvador, lo que le hizo quedarse en 54 a raya alta Y, mientras tanto, Óscar a lo suyo. 24 en la última tirada de dieciséis para dejar su guarismo de tiro corto en 80. Al final 160, la bolera en pie y un broche de oro a un campeonato que solo podía llevar un nombre, el del Junco de Liérganes. Que no antes siquiera de doblarse ya estaba de nuevo más en pie que nunca.
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