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Era muy pequeño cuando le empezaron a llamar 'Niñuco'. «Pero peleón», recalca. En su mirada aún se puede percibir esa rebeldía. «Tanto niñuco, niñuco... Que me quedé con Uco». Y tanto que se quedó. Es probable que pocos sepan que en realidad se llama Cecilio ... Lastra González (Santander, 1951). Ni los de antes, los que le conocieron con los guantes y «engarrándose por ahí», ni los jóvenes de ahora, que disfrutan en Cueto de un pabellón polideportivo que desde el pasado día 9 lleva su nombre. «Es algo muy bonito que te reconozcan en tu casa». Llama su casa a Cueto, al «campo de San Pablo» -como él mismo lo llama- al que llegó con tres meses después de nacer en Monte y del que no se ha marchado ni se marchará «jamás». Uco es el único campeón mundial de boxeo que ha dado Cantabria y cuando lo fue, en 1977, en el Recinto Ferial de ganados de Torrelavega al derrotar al panameño Rafael el 'Brujo' Ortega, se convirtió en el séptimo del boxeo español.
De niño no le gustaba mucho «eso de jugar partidos de fútbol». Pronto se dio cuenta lo que de verdad quería. «Don Modesto, en el colegio, nos dio a escoger qué queríamos hacer y yo le dije que boxeo», recuerda: «Los de Cueto éramos peleones. A mí siempre me gustaba estar por ahí engarrándome con uno o con otro». Detrás del restaurante El Torreón, en pleno corazón del barrio, estaba el gimnasio en el que con trece años ingresó por primera vez. «Nos duchábamos en El Pozo, con agua fría después de entrenar». Allí apareció con Luis Alconero, su amigo, con quien se dio «una pila tortas» antes de que se casara y colgara los guantes. «Sólo quería pelear». Estudiaba cuando se acordaba, ayudaba en casa cuando podía y entrenaba. Le enseñaban el oficio, pero él tenía cosas que no se aprenden, que se tienen.
Apura el pitillo, ese que nunca pudo dejar del todo, y lo explica a su manera. «Yo no iba para atrás». Con esa condición se empieza a ser boxeador. No hay duda de que hay muchas cosas más, pero sin esa, lo demás se queda pobre. Debutó pronto, contra Sebas, de La Albericia, al que ganó antes del límite. Siguió a ese combate «una pelea en Santoña con uno de Valladolid con el que nos dimos una trisca». Y el tercero, en Cabezón de la Sal. «Con un madrileño al que noqueé», evoca. Se ponía los guantes y era feliz. «Del colegio me escapaba, y cuando me cogían los maestros me arreaban en las pantorrillas con aquellas regla... A mí y a un par de ellos». Sonríe. Su carácter indomable fue el que le permitió subirse al ring de aquella manera. Llegaron con los campeonatos provinciales y luego la mili en Bilbao. «Allí combatí mucho y aprendí más cosas». Cuando podía se iba al monte a cazar. «A pájaros, porque antes se podía, ahora ya nada», remarca.
Y aquel niñuco fue ganando y ganando sin echarse nunca para atrás. Su vida no ha dejado de girar, ni antes de que aquel día en el que consiguió el cinturón mundial ni después. Se culminaban unos vertiginosos meses en los que se pasó de la profunda decepción a la gloria. De las lágrimas de dolor e impotencia a felicidad. Uco se había coronado campeón de España del peso pluma en Santander, al derrotar al conquense Isidoro Cabeza por puntos en doce rounds, en marzo de 1977. Llevaba tan sólo 16 meses de carrera profesional. Pero estaba curtido: «Ya me había pegado muchas veces».
Concretamente 120 combates en el campo amateur. Sólo perdió una vez, ante Carlos Hernández. «Yo estaba como una moto», recuerda. El niñuco era el aspirante al título europeo, en posesión, precisamente de Pedro 'Niño' Jiménez. Duelo de chavales malos. Pero el cántabro tenía programada una defensa de su cinturón de España en agosto y en Cantabria. Roberto Castañón, al que había derrotado en amateur por abandono, le ganó. «Me hicieron mierda los árbitros». El aspirante cayó un par de veces y Lastra cinco, incluidas las tres en el asalto once que llevaron al darle el combate por perdido.
«Nunca lo pasé peor. Yo estaba bien; me levanté, pero el árbitro me dijo que había perdido», lamenta. Aún se le puede ver dolido. Extiende las palmas de las manos hacia arriba buscando una explicación que 41 años después aún no tiene. Lo cierto es que aquella derrota le supuso perder el cinturón nacional y quedarse sin la condición de aspirante al europeo. De la noche a la mañana. «Quería dejar de pelear. Me daban ganas de coger... Fue la noche más triste». Se le pasaron tantas cosas por la cabeza. «A algún árbitro le hubiera...». Había perdido con Castañón -«Le dije muchas veces que me pegaba con él hasta en el portal de su casa»- y se había quedado sin el Europeo. No fue fácil. Sin embargo, aquello cambió y se levantó de la caída como solo los peleones saben.
Un día sonó el teléfono y le ofrecieron pelear por el Mundial. «Y entonces dije: 'Hay que dejarse el cuello'». Aceptó casi sin hablar de dinero. Se dijo que el 'Brujo' ganó cuatro millones de pesetas -hay quien dice que fue mucho más-, pero de la bolsa de Uco, nada. «Ni me acuerdo. Yo sólo quería el cinturón». El combate se fijó para el 17, en el Recinto Ferial del Ganado, a 4.000 pesetas la entrada más cara y 600 la más barata.
Se preparó como nunca. «Me fui a Madrid. Me concentraba también en Polaciones. Allí costaba respirar y luego bajabas aquí como un toro», explica. Fueron días de dieta, «de comer lo justo para luego dar el peso. Alguna vez te tocaba entrenar con plásticos para bajar el peso a última hora». Rodeado de gente que le quería, aquella noche se presentó «con muchas ganas». Venció a los puntos en un noche mágica. Ortega dejó el boxeo después de aquella pelea y Uco pedió el cinturón en su primera defensa.
«Me tuvieron un tiempo que si iba para allí -Panamá-; que si me quedaba... Me volvieron loco. En Cantabria no me dejaron hacer una pelea de rodaje. Tenía de aspirante a Bebe Francis, pero me lo quitaron y me mandaron a Panamá». Allí perdió con Eusebio Pedroza. «Luego fue 17 o 18 veces campeón».
No se pone triste, pero sí agacha un poco la cabeza. Las palabras le brotan con cierta nostalgia. «Luego me abandoné, me desmotivé, no entrenaba lo que quería...». Encontró un trabajo en el Ayuntamiento y colgó los guantes. Poco a poco fue domando aquella rebeldía. O más bien aprendió a vivir con ella dormida.
Asegura que «antes había mucha más afición». De dinero no quiere ni hablar. «¿Vivir con el boxeo? Nos daba para coger el tren y comer un bocadillo», bromea. Siempre ha seguido el noble arte, ya desde su retiro, aunque confiesa que a distancia: «A muchos nos les conozco». Con el que tiene 'feeling' es con el 'Niño' García -bien podría ser por su apodo- al que fue a ver en su reciente Campeonato de Europa, ese título que él nunca pudo disputar: «Es valiente, no se raja, siempre hacia delante», como el niñuco de Cueto.
Y allí , en Cueto, hace vida de barrio y sigue cuidando y criando pájaros. En realidad, sin saberlo -o tal vez sí lo sepa-, este campeón de barrio tiene algo de esos animales; siempre buscando la puerta de la jaula para ser libres, para pelear con el destino. Suspira, pero lo tiene claro. No le importa dar un consejo a los jóvenes que se ponen los guantes de chiquillos: «Que se cuiden, que aprendan el catecismo, que reciban lo menos posible y que no falten manos. Con raza. Nunca para atrás». Como Uco Lastra.
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