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Jon Míguez (Castro Urdiales, 1996) sonríe con la voz. Tiene algo de ese deje tan particular de la Cantabria oriental; tan cantarín como el de ... Santander pero con una entonación propia, tal vez de influencia vasca o tal vez completamente autóctono. Y sonríe afable, como posa para las fotos; como siempre, en especial en un momento en el que tiene motivos para ello. Porque el campeón de España del peso wélter vuelve a sentir la rutina en su día a día, algo que hace meses hubiera sonado a contrasentido, pero que ahora se revela un privilegio. El enjuto y fibroso trabajador del almacén de reparto castreño ve las cosas de forma sencilla y práctica. Sí tiene que buscarse otro trabajo porque del boxeo, y más en tiempo de pandemia, no se puede vivir, pues se lo toma como otra forma de entrenamiento -lo de la cotidianidad es obvio-. Si del covid dificulta que se celebren veladas, lo asume con naturalidad y se pone en manos de los promotores, que para eso son los que saben. Sus 177 centímetros labrados en el gimnasio, en las artes marciales y en el boxeo, le dan cierto aspecto de fibroso patrón de 'La Marinera' que no quiere ganar peso. Se siente bien en el wélter; es lo que toca con trece victorias como profesional, seis de ellas por KO, en el circuito hasta cierto punto local que ha trabajado, y desde el que ahora puede dar un salto con su cinturón de campeón de España. Es Jon 'Good Boy' Míguez. Un buen tipo.
-¿Cómo duerme un campeón de España?
-(Ríe) Muy contento toda la semana -ganó el cinturón el pasado sábado-, porque han sido meses de un trabajo muy duro. Estoy supercontento, claro, pero ahora toca descansar un poco. Solo un poco, porque luego quiero volver todavía con más ganas.
-Como toda la sociedad y como todos los deportes, claro. Pero vamos al suyo. ¿Cómo ha sufrido, o cómo está sufriendo, el boxeo durante la pandemia?
-Sí; ha sido una época muy dura. Sin veladas, sin competición, a veces sin entrenar con normalidad. Pero es lo que le ha ocurrido a toda la sociedad y ahora no queda otra que entrenar fuerte y estar bien preparado para lo que pueda venir.
-Algunos campeones de España son pluriempleados. Porque usted ademas de entrenar tiene otro trabajo.
-Así es. Y más que nunca con la pandemia, que ha frenado todo y hace más necesario tener un trabajo aparte. A las dos de la tarde entro a trabajar y estoy hasta las diez en un almacén de reparto para supermercados. Trabajo de domingo a jueves y menos mal que me tratan muy bien, porque me tuvieron que dar el día libre para poder ir al Campeonato de España.
-Haciendo repartos... ¿Se lo toma como otro entrenamiento más?
-Claro, claro (ríe); precisamente me lo tomo así. Trabajo levantando cajas y me lo planteo, desde el punto de vista de la actividad, como un complemento, porque si te lo tomas de otra manera, mal vas.
-Parece que poco a poco el boxeo vuelve a calar en Cantabria, pero ¿es una tendencia general o solo la consecuencia de que hayan surgido figuras como la de Sergio García, la suya o las púgiles que empiezan a despuntar en el Gimnasio Rasilla?
-Es un deporte minoritario, pero creo que no solo en el campo profesional, sino también en el aficionado, con boxeadoras como las que decías del Gimnasio Rasilla, está viniéndose para arriba. Empieza a haber más apoyos y seguidores y eso se nota. Ahora lo que hay que hacer es seguir trabajando para que la gente lo disfrute y continuar creciendo.
-¿Y ahora qué?
-Ahora, a ver qué es lo que dice la promotora, que es la que manda. Si organiza una defensa, pues será una defensa; y si hay una oportunidad de buscar algo más, pues también. Haré lo que me manden y mientras tanto, a trabajar fuerte.
-¿Se plantea un cambio de peso?
-No; estoy muy cómodo en este. Doy muy bien el peso y recupero muy bien al día siguiente. En el futuro nunca se sabe, pero de momento no.
-¿Para cuándo una velada con Sergio García, que por cierto acaba de cambiar de promotor, Jon Míguez y, por qué no, las boxeadoras de Rasilla?
-Sería la leche. Imagínatelo. Para mi sería un honor, pero al final son las promotoras las que mandan, y sobre ellas la pandemia
-Su perfil, como el de García, Romaña, Peral, es muy diferente al del estereotipo. ¿Cree que han conseguido terminar definitivamente con el estigma que siempre ha acompañado al boxeo? Al menos en Cantabria.
-Yo creo que sí. Siempre se ha tenido esa vieja imagen del boxeador agresivo, y más allá del espectáculo es todo lo contrario. Yo empecé en las artes marciales con doce años y todo lo que se intenta enseñar es disciplina, respeto y deportividad.
-Pero algo de eso había en el boxeo de antes. ¿O no?
-Yo creo que aquello, con las excepciones que pueda haber, también era un poco mito. Al final parece que siempre tiene que haber ese pique, esa especie de leyenda negra; ese hablar mal del otro para vender entradas
-¿Y qué me dice del futuro a corto plazo?
-Ni idea; la verdad. Me dijeron que descansara un par de semanas -se ha cumplido una- y después ya se verá. Mi equipo me dirá.
-¿Qué ha sentido al volver a estar ante el público en sus últimas veladas, aunque con aforo limitado? ¿Se nota la presencia y la ausencia?
-Sí, porque al final el boxeo sin público es casi como entrenar. Se oye al entrenador rival en su esquina y los golpes suenan mucho más. Al final el público es el que te alienta para ir tirando cuando estás mal. Está claro que con la situación que vivimos no hay otra alternativa y así se debe actuar, pero ojalá pronto podamos volver a tener público con normalidad.
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