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Dolorido. Una pequeña tirita en la ceja derecha y los pómulos un poco inflamados le recuerdan que en la noche del sábado hubo más que palabras. Su sonrisa lo maquilla todo. Sergio García 'El Niño' (Torrelavega, 1992) volvió a casa por la noche ... con el cinturón de campeón de Europa. Lo metió en la misma bolsa en la que lo llevó al Vicente Trueba. Sólo lo sacó para enseñarlo. Nadie se lo arrebató: «Salió todo de lujo. Todo como lo esperábamos y estoy realmente contento de que el trabajo de todos estos meses haya merecido la pena». Camiseta, bermudas y chanclas. En la mano, el teléfono móvil que de tanto sonar ya no tiene batería. Si no fuera porque no da abasto a agradecer a todo aquel que se cruza con él las felicitaciones por su defensa del título europeo, de sus vecinos no se distinguiría. No escatima un saludo. «A ver ahora por la tarde si descanso un poco, porque el día de la pelea no duermo bien nunca». La adrenalina y la emoción son aliados del insomnio. «Te echas tarde a la cama, estás muy tenso y al final no duermes bien. Me pasa siempre igual», admite.
Ayer se levantó de la cama sin mirar el reloj. No tocó el gimnasio. Desayunó y aprovechó para comer con la familia y dar un paseo por el puerto de Raos. «A gusto. Estoy muy a gusto», repitió el púgil. Hacía poco más de doce horas que los jueces -todos belgas- le habían dado ganador de manera unánime en su segunda defensa del campeonato de Europa. «Fue algo increíble». No necesita muchas más palabras para recordarlo. Durante toda la noche, en plena vigilia, repasó uno a uno los doce asaltos que duró la pelea con Sergei Rabchanka, el aspirante bielorruso que apareció en su casa con ganas de quitarle el sueño. «A la vista está que dio la talla, que no vino sólo a por la bolsa y fuera. El rival quería el cinturón y sabía que si lo ganaba volvía a relanzar su carrera», admite el campeón. Fue una pelea dura, igualada y de mucho desgaste. Un combate con mucho ritmo, golpes y estrategias contrapuestas. A 'El Niño' no le sorprendió nada de lo que ocurrió en la velada del sábado porque lo llevaba todo muy estudiado. «Sabíamos lo que nos podíamos esperar; lo teníamos muy entrenado. El rival tenía experiencia y quería buscarnos». Así fue.
Desde el primer instante de la pelea Rabchanka se adueñó del centro del ring y se clavó delante del torrelaveguense. Lo busco con su izquierda, pero el cántabro no dejó de bailar delante suyo al tiempo que le iba encajando golpes. Un pegador nato como el bielorruso -con 24 victorias por KO de sus 29 triunfos- y un fino púgil martilleante frente a frente. Se cumplió el guión y eso que durante un lance del combate, 'El Niño' sintió ganas de darle una vuelta a la estrategia: «Me hubiera gustado fajarme un poco más con él, de entrar al cuerpo a cuerpo, pero Víctor desde la esquina me dijo que no entrase a su juego», lamenta resignado pero obediente. Su ángel de la guarda, el preparador con quien comenzó esta andadura hace más de doce años, no quería sobresaltos. El combate iba por donde habían planeado y sólo un despiste podía echarlo por tierra.
El Vicente Trueba rugía y la euforia podía ser mala compañera; la excitación impide ver con claridad el mejor camino, pero nada cambió. «En el tercer asalto le llegué con un crochet volado que le abrió la ceja y ahí sí que tuve ganas de ir a por él. Me vi bien, pero Víctor me dijo que no fuera a su guerra». No se hable más, debió decirle la cabeza de 'El Niño' a su desbocado corazón. Imparable. Su nombre resonaba. El público en pie empujaba en cada mano del vecino del barrio. Al púgil se le encienden los ojos, pese a la ligera hinchazón de sus párpados. Mínima, pero que insiste a modo de recordatorio que no se dedica a los juegos de mesa. Esboza una sonrisa cómplice cuando se le pregunta por sus sensaciones. Más allá de retener el cinturón y de cumplir con su trabajo, el cuerpo del joven púgil tiene grabado a fuego lo que vivió el pasado sábado a cientos de metros de donde aprendió a montar en bicicleta o darle patadas a un balón. «La velada fue de 10 y el público de 20». A 'El Niño', un maestro de guardar la distancia en el cuadrilatero y las emociones fuera de él, le cuesta trabajo disimular lo agradecido que está por lo ocurrido. «Cada día va a más; sin la gente que estuvo en el pabellón animando y todos los que no estuvieron, pero apoyan de una u otra manera, todo esto no sería posible».
El final del combate fue la locura. Los aficionados querían tocar a su campeón; subieron al ring, lo agasajaron, se le subieron encima. Una foto, un abrazo, un saludo... Con las muescas de una guerra con guantes en el rostro, 'El Niño' tuvo que ser 'secuestrado' por la gente de su rincón para que llegase al vestuario. Fue casi más difícil que vencer a Rabchanka. «No puedo pedir más. Sólo puedo darles las gracias. Son fundamentales para que todo esto pase y podamos disfrutar todos juntos de ello». Los más pequeños se acercaban al campeón con los padres. Los amigos de siempre... «He notado en los últimos meses que la gente se ha enganchado un poco más al boxeo y eso es muy importante para que se celebren veladas como la del sábado», admite modestamente. No se señala. No le gusta. Pero realmente han sido su espíritu y su leyenda las que han retomado la esencia del noble arte en la región. Su cercanía y sencillez han cautivado a la gente.
'El Niño' tiene 26 años y no conoce la derrota, pero tampoco sus límites. No tiene prisa por descubrir dónde colocar el listón. «Esto es un paso adelante más», explicaba ayer antes de irse a descansar. Cuando uno no hace más que crecer, es irremediable que le pregunten por su siguiente reto. Se hizo profesional, consiguió el título de campeón de Europa, lo ha defendido dos veces y ahora, ¿qué? «Pues no sé qué haré. Ni yo ni mi equipo. No sé si haremos una defensa más obligatoria contra el aspirante oficial o qué haremos. De momento descansar y pronto volveremos a pensar, esto no para», señala con orgullo.
Los entendidos sólo tienen palabras de elogio para este joven púgil. Su carrera sigue la línea recta. Nada de tumbos. Ganó el cinturón ante Maxime Bousssaire, venció a Chesseman en un escenario por todo lo alto (O2, de Londres) y ahora superó los puños del pegador bielorruso. «He peleado contra estilos distintos. Desde la esquina me han llevado muy bien, cada rival a su tiempo, hemos empleado los recursos que tenemos para ir subiendo el nivel... Estoy agradecido a todos, por eso mi rincón y yo siempre somos los mismos». Lealtad. Sólo una mirada basta. Víctor Iglesias y 'El Niño' se miraron ayer después del combate y no les hizo falta más.
«Claro que quiero luchar por el Mundial. Hay que esperar que llegue la oportunidad y no dejarla escapar. Igual llega contra alguien y en un momento que no te va bien, que pensarías que por qué no mejor en otra época, pero no. Si llega la oportunidad hay que aprovecharla y decir sí. A por ella y no dejarla escapar». Ni más ni menos. A lo suyos -aunque ya lo sabían- les gustará escuchar estas palabras de su 'niño'.
Treinta combates e invicto son suficiente argumento para soñar con todo. Ese momento tiene fecha y está por llegar. Mientras tanto, lo primero es descansar y «conseguir dormir un poco» y luego: 'Segundos fuera'. Combates como profesional y otras tantas victorias. 'El Niño' sigue invicto en su camino al Mundial.
Al preparador de 'El Niño', Víctor Iglesias, no le hizo falta más que mirar a su pupilo para decirle lo que pensaba. «Salió todo bien y lo sabíamos los dos. Cuando acabó el combate lo abracé. El resto ya nos lo habíamos dicho», explicaba a pie de ring. En medio de la algarabía y mientras al púgil se lo llevaban en volandas. «La pelea salió exactamente como la preparamos. Sabíamos que no había que entrar en la guerra del rival y Sergio supo hacer lo que entrenamos». Fue Iglesias quien le tuvo que parar desde la esquina para que no cambiase la estrategia: «Necesitábamos llegar, pero no ponernos a su alcance. Sergio lo hizo perfecto. Rabchanka es un boxeador con mucha experiencia y nos podía dificultar las cosas. Esto es un paso más y ahora a disfrutar, descansar y ya veremos luego», concluyó. Iglesias (Gimnasio Kronk) es el ángel del rincón del campeón. Su guía. Su hombre de confianza. La otra mitad necesaria en un equipo que funciona sin tregua.
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