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JAVIER SANTAMARÍA
Domingo, 15 de marzo 2020, 07:54
Hace casi cien años, en el mes de agosto de 1920, se jugaba en la bolera de La Llama de Torrelavega el primer torneo al ... que la historia de los bolos le otorga la etiqueta de campeonato oficial. Se llamó Campeonato de la Montaña y lo parió la Federación Bolística Montañesa que impulsó Darío Gutiérrez. Considerado el pionero de los títulos oficiales y la competición que inspiró a las que conocemos desde la creación de las federaciones, fiel a las costumbres de aquellos viejos tiempos el torneo se planteó en las categorías individual y por partidas. Por equipos lo jugaron las cuadrillas más afamadas de la provincia, bajo la norma de enfrentar a equipos de cuatro jugadores a estilo concurso y con la particularidad con respecto a hoy de que cada jugador debía birlar las mismas dos bolas que había lanzado desde el tiro para luego sumarse los registros individuales y hacer el total del equipo. Eran tiempos en los que en el birle las bolas se marcaban con un cartón en el lugar donde quedaban, para evitar confusiones y porque muchas veces no había suficientes para todos y había que compartirlas.
Entre los actos programados para las fiestas patronales de la Virgen Grande, el 15 de agosto se disputaba el torneo por equipos que jugaron quince partidas de nueve ayuntamientos. Con un total de 378 bolos resultó vencedora la de Torrelavega formada por Federico Mallavia, Manuel García, Paulino Cayón y Manuel Noriega. Con 338 bolos, les siguió la partida de Santander compuesta por Serafín Presmanes, Epifanio Terán, Emilio Fernández y José Aizcorbe, en tanto que el tercer lugar fue para otra partida de Santander que alineó a Modesto Salas, Antonio Calderón, Francisco del Río y Saúl Herrera, con 329 bolos. La muy considerada escuadra de Vargas que juntaba a los hermanos Marcos y Manuel Maza con Tomás y Bernardo Varillas decepcionó con los 325 palos que solo les dieron para ser cuartos. El triunfo de la cuadrilla local hizo que el campeonato resultara un gran éxito y sirviera para que los ambientes bolísticos se encendieran de cara al torneo individual, que el siguiente domingo debían disputar en la misma bolera los ocho mejores registros del campeonato de partidas, donde se echó de menos a figuras como Emilio Fernández y Tomás Varillas, que no se clasificaron.
A las diez de la mañana del 22 de agosto de 1920 arrancaba el torneo individual, en el que se jugó un concurso de doce tiradas, con cuatro bolas por tirada y con la particularidad de que ningún bolo valía más de uno. Alternando dos tiradas a la mano y otras dos al pulgar, las cuatro primeras desde 16 metros, con raya alta de dos metros desde la última fila de bolos y con el emboque un metro más abajo y a 45 centímetros del tablón lateral. Con igual alternancia de manos se jugaron con raya al medio las otras ocho tiradas, cuatro de 18 metros y cuatro de 20 metros, todas con el emboque a 50 centímetros del bolo del medio de la calle de afuera. Los jugadores tiraron de dos a dos en turnos de cuatro, para clasificar a los dos mejores que disputarían la final por la tarde. El sorteo mandó abrir el juego el campeón de Torrelavega, Federico Mallavia, que sumó 232 bolos, y a José Gómez, de Reocín, que hizo 140. Con ellos jugaron Marcos Maza, de Vargas, que hizo 191 bolos; y José Manuel Pacheco, de Santander, que sumó 159.
En el siguiente turno abrieron el juego Andrés Gómez, de Reocín, con 170 bolos, y Antonio Calderón, de Santander, con 172. Con ellos jugaron Miguel Alonso, de Los Corrales de Buelna, que firmó 147, y Serafín Presmanes, de Santander, que derribó 201. La mayor bolada de esta fase matinal la consiguió Mallavia en su segunda mano desde los 20 metros, subiendo un total de nueve y birlando seis con su primera bola, siete con la segunda, uno con la tercera y cinco con la cuarta, para sumar un total de 28 bolos. Dos jugadores consagrados, Federico Mallavia y Serafín Presmanes, se ganaban el derecho a disputar la gran final por la tarde, encarando el concurso definitivo con la ventaja de 31 bolos para el primero que le ponían en bandeja aquel título de Campeón de La Montaña, lo que certificaría después aumentando la diferencia en otros 18 bolos en aquella final donde sumó 191 palos por los 173 de su rival. Además del emboque de oro instituido para distinguir al campeón de la Montaña, Mallavia recibió 500 pesetas y Presmanes, 100. Tercero quedó un Marcos Maza que iniciaba su mejor época como jugador, y a quien los aficionados ya reconocían entre los grandes acreditado por las crónicas de prensa que le señalaban como el jugador más completo del año.
Cuando Federico Mallavia recibía el Cachi de Oro que le acreditaba como el Campeón de Bolos de la Montaña, no podía sospechar que muchos años más tarde recibiría el reconocimiento a la entidad de su triunfo y a su impecable trayectoria bolística, reflejadas en la convalidación de unos títulos cuya grandeza, más allá de etiquetas simbólicas, siempre se le podrían certificar atendiendo a la categoría de quienes los disputaron y a su incuestionable trascendencia. Y es que el 13 de agosto de 1960, cuarenta años después de que venciera en este primer campeonato oficial del que en este 2020 se van a cumplir cien años, la federación nacional presidida por Ramón Bustamante tomó el siguiente acuerdo: «Vistos los méritos contraídos a lo largo de su vida deportiva y considerando muy especialmente sus victorias en los Campeonatos de la Montaña organizados por la Federación Bolística Montañesa en 1920 y 1921, esta Federación Española de Bolos los declara homologados como Campeonatos de España y proclama campeón de España de esos años al jugador Federico Mallavia Villegas».
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