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Cualquier relato costumbrista que se precie de la Cantabria rural del siglo pasado necesitaba incluir la escena. Una iglesia, una bolera a su lado y algunos parroquianos jugándose el porrón a arriba los gananciosos. Y, en muchas ocasiones, con un sacerdote con la sotana arremangada y lanzando unas bolas. Modesto Cabello señala en sus memorias que a mediados de los años 50 había curas que jugaban muy bien a los bolos y, más allá de los más famosos como Manuel Muela, organizador de concursos en Lamasón y Vega de Liébana, o Ángel Sierra, campeón regional de Segunda en 1962, muchos eran los párrocos que competían de tú a tú con los ases del pueblo. El cambio en la sociedad ha separado liturgia y madera, lo que hace que, actualmente, solo quede uno que brille sobre los corros. Eso sí, Óscar Lavín (Anero, 28 de noviembre de 1977) va a lograr con Oruña lo que sólo Sierra había logrado: jugar en la máxima categoría.
«Los curas siempre han jugado a los bolos», aclara Lavín, «sobre todo en los pueblos. Era el juego de la gente después de la misa y muchos jugaban». Para que los sacerdotes llegasen preparados a sus destinos primero pasaban por el seminario de Corbán, donde además de prepararse espiritualmente lo hacían bolísticamente. «Yo he entrenado allí cuando jugaba en La Helguera, aunque la bolera ahora está con verde y muy dura, habría que arreglarla». Óscar es el último de Filipinas, una especie en extinción, la del párroco bolista, que él mantiene viva. «Ahora ya es difícil, ya no existe esa idea de los pueblos. Además, el mundo de los bolos está muy circunscrito a los hijos de jugadores o a las escuelas, se ha perdido el ambiente rural con el crecimiento de las zonas rurales, ahora se va a pasar el fin de semana y a descansar. Soy como un bicho raro».
Y ahora, a sus 44 años, Lavín se prepara para debutar en la máxima categoría. «División de honor es otro nivel», apunta. «Debutar a mi edad supone hacerlo con un poquito más de experiencia, pero lo ideal es hacerlo con 19 años porque se absorbe todo y ganas experiencia, son esas situaciones donde creces. Yo cuando empecé en Primera ya noté que era otro nivel y que mejoras porque te exiges». Su estreno en la categoría de plata tampoco dista mucho en el tiempo, data de 2016, cuando militaba en la peña de Cicero. «Yo estaba allí de párroco y conseguimos subir en un año que se nos dio muy bien. Eran los chavales del pueblo, fue muy bonito porque había muy buen ambiente y compañerismo».
Óscar Lavín - Jugador de Oruña
En Oruña también juega con un grupo de amigos, aunque Óscar aclara «que el tipo de jugador es distinto al de Cicero. Imagino que daremos guerra, unas tardes más y otras menos, pero tenemos la opción de mantenernos. Tenemos más posibilidades que en aquella peña». Para ello, el camino lo tiene claro. «Tenemos que jugar bien y tener algo de suerte».
Profesor en el colegio Santa María Micaela de Santander, Lavín, pese a su juventud, se inició en el mundo de los bolos como los antiguos, aprendiendo de sus vecinos. Cual escena costumbrista de la Cantabria rural del siglo pasado. «En el Barrio de Villanueva había una bolera enfrente de mi casa y allí nos enseñaba la gente mayor del pueblo cómo meter las bolas, sobre todo de birle. Como niño me fijaba en mi hermano Juan Carlos y en otros jugadores, pero sobre todo fue la gente mayor». A partir de ahí nació una carrera deportiva en la que, además de en Cicero y Oruña, ha militado en Ceceñas, Los Pasiegos o Cubas, entre otras peñas.
Y, a la par que desarrollaba su vocación bolística, en Lavín se desarrollaba una vocación religiosa que le convierte en el único sacerdote en activo como jugador de bolos a la vez que ejerce como párroco en Revilla de Camargo, Escobedo y Camargo, el pueblo de bolistas ilustres como Jesús Salmón, Rubén Haya o Sebi Iturbe. Misa y madera, dos tareas a veces difíciles de conciliar. «Entre el sábado por la tarde y el domingo por la tarde aprovecho los huecos, a veces hay un compañero que me suple, pero es complicado».
Con el cambio de paradigma en la sociedad ha llegado el cambio también a la hora de tratar a los curas. Antes pocos se atrevían a jurar delante de uno, mientras que ahora, Óscar destaca que nunca ha sentido que le traten de manera diferente al resto de jugadores. «Siempre he tenido una sensación de normalidad, algo que yo agradezco. Esas cosas se dicen, entran un poco dentro del cabreo y nunca hay una conciencia de faltarte al respeto, nunca he tenido esa sensación», explica.
Y, claro, de lo que no se libra es de las acusaciones de enchufismo. Porque cuando hay que pedir ayuda divina para, por ejemplo, un emboque, el de Anero tiene ventaja. «Sí, algún espectador siempre hace el chiste fácil, pero si la gente supiera lo mal que tiro a emboque...», sonríe. Secretos de confesión aparte, también reconoce que los feligreses están al tanto de sus andanzas sobre las diferentes boleras. «Siempre en misa hay algún chascarrillo, hemos ganado, hemos perdido, vamos a subir, etc. Cuando vas bien, siempre se anima la gente», explica.
No es precisamente un secreto que en la iglesia y en los bolos lo que más abunda es gente de edad, pero no lo achaca a su sentido o contenido. «En la política, en los coros y las danzas y en otras actividades hay un corte generacional. El mundo de la tecnología ha marcado una forma de vivir que separa a los jóvenes de los hechos más personales, como estar en una peña». Para la curia y los responsables federativos, el Santo Grial es rejuvenecer los bancos de las iglesias y las gradas de las boleras, aunque no parece sencillo. «La Iglesia lo tiene más difícil, está en un proceso de transformación hacia un cristianismo de pequeños grupos. En Cantabria hay 1.400 templos para unos 50 o 60 curas, luego el paso va a ser complejo. En todos los ámbitos de la vida estamos amaneciendo a un mundo nuevo, aunque me alegro de que en los bolos y en la religión haya foros de debate para buscar alternativas y caminos».
Ayuda divina, sin duda, es lo que necesitarán los bolos para sobrevivir como están hoy en día dentro de dos décadas. De momento, Óscar Lavín señala el camino. Un debate para buscar alternativas. Y pronto.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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