'El Niño', la gloria y la casa de su enemigo

El sábado el púgil cántabro defenderá voluntariamente su cinturón ante el británico Ted Cheeseman (15-0, 9 KO), que está situado en la decimoquinta posición de la Asociación Mundial de Boxeo (EBU). El cántabro, por su parte, es el número tres en las listas del Consejo Mundial de Boxeo por lo que hay mucho en juego en la lona. Será en el O2 Arena de Londres, donde cada año los ocho mejores tenistas del mundo juegan la Copa de Maestros. Un escenario grandisoso. «Si la pelea hubiese llegado antes, el ambiente y lo que nos vamos a encontrar allí podía habernos impresionado, pero ahora no. Ahora vamos como campeones», reivindica Iglesias.

Los expertos califican de maniobra arriesgada una defensa tan madrugadora y en una sede como la londinense, que no deja de ser, como reconoce Iglesias, «el salón de la casa del enemigo». Se espera que acudan a la velada alrededor de 20.000 personas. En Inglaterra dan a Cheeseman por ganador sin subir al ring. Su promotora, Matchroom Sports, la empresa del popular Eddie Hearn, será la encargada de darle el glamour de las grandes noches de boxeo.

«En la rueda de prensa que dio en Londres noté que están convencidos de ganar y no sé el porqué: Sergio es el campeón», explica el mánager. Pero todo esto no altera a 'El Niño'. «Tenenos más tablas, estamos muy bien, lo que hemos entrenado nos sale pefecto y ahora solo hay que esperar que todo se dé bien», explica el púgil. Tanto él como su entrenador hablan en plural -como el papa y el demonio- porque no conciben esto del boxeo el uno sin el otro. Piensan igual y sienten lo mismo. Es el momento. «Hay que sacarle rendimiento al título; tenemos que ir allí a jugárnosla», añade el campeón.

Las tecnologías se han encargado de cambiar muchas cosas. Ya no es como antes, cuando a los púgiles les cogía por sorpresa casi todo. «Ahora con internet se puede saber todo: Él es un chico fuerte, tiene una continuidad de golpes peligrosa y una trayectoria impecable. Tiene menos experiencia que yo, pero mucha ambición», advierte el torrelaveguense.

Concentrado, envuelto en chubasqueros y ropa durante la última semana, a Sergio García lo único que le ocupa es dar el peso, «cumplir con la báscula» y que llegue la pelea. «Será en un lugar que es un icono del boxeo, pero no me ejerce ninguna presión, todo lo contrario». El torrelaveguense quiere hacer de la necesidad virtud. Allí, en casa del enemigo, espera utilizar como arma lo que para otros puede ser una debilidad: «No notaré la presión de pelear en casa y no poder fallar ante los míos. Si conseguimos que se escuche a los nuestros en ese enorme pabellón en algún momento ya será buena señal. Eso puede restarle moral al rival». Cuando resuenen los golpes y el jadeo de los dos boxeadores escriba la historia. En ese momento, Sergio espera escuchar de fondo a los suyos. Guerra psicológica.

La táctica «está decidida». No es cuestión de «desvelar nada, ya se verá». Esta vez no ha tenido que improvisar sobre la marcha, como cuando le tocó ser aspirante y le cambiaron la fecha y sede en primer lugar y el adversario después. «Siempre va en función del enemigo, eso es así. Llevamos ocho, nueve semanas con las cosas claras», señala 'El Niño'. Ese es el tiempo de preparación exhaustiva que Sergio y su entrenador le han dedicado al la pelea de mañana. «Sin cambiar nada, sin nada nuevo», pero con mucho más bagaje que antes: «Tenemos doce asaltos más encima, más lona y estamos mejor que nunca», se ufana Iglesias.

Medio mundo estará pendiente de lo que ocurra en el cuadrilátero londinense; en España a través de Eurosport. A Sergio García tampoco le asusta: «Ser campeón te da estas oportunidades, pero nada más. A nivel personal sigo siendo el mismo». Su carácter es la piedra angular de su éxito. Serio, disciplinado y muy cabal. Quizá esto último choque con la idiosincracia del boxeo, pero en su caso es la llave. «Lo único que cambia de lo que he hecho hasta ahora es el terreno de juego. Hay que dar más porque es fuera de casa. No debería ser así, pero lo es», se lamenta.

Sus palabras son certeras. Apuntan al único aspecto que no se entrena. «Si en la pelea ocurre lo que tiene que ocurrir nos traeremos la victoria para casa. Pero me preocupan un poco los jueces», acota Iglesias. Y es que el escenario y la tremenda máquinaria publicitaria del evento imponen. Aun así, el míster insiste: «Sergio es mucho más boxeador que él». Ellos lo tienen claro, pero la atmosfera que se vivirá en el O2 Arena influirá se quiera o no.

Hasta entonces, 'El Niño' sigue a lo suyo. Se acerca ese día enel que piensa desde que hace poco más de dos meses comenzó un estricto entrenamiento. No ha cambiado nada de lo que le ha traido hasta aquí. «Ya son 28 combates y no somos nuevos. Hay que pensar en que es una pelea más y que si estamos preparados podemos ganar». Es frío. Para los profanos, incluso demasiado. Su familia está «nerviosa». Él no. Tampoco es nuevo. Le ha llegado la oportunidad mejor le venía: «En todos los combates anteriores tuvo problemas; musculares, en una de las peleas solo pudo golpear con un brazo... En este llega perfecto», indica su otro yo de la esquina.

Lejos quedan los primeros días de octubre, cuando en plenas vacaciones -tras el título- ni imaginaba algo así. De entonces y hasta mañana tendrá que haber rebajado doce kilos en la báscula: «Te relajas unos días, y luego he ido poco a poco quitando kilos poco a poco», explica. El martes salió de Torrelavega con poco más de 72. Hoy espera dar 69,2. Después se abrirá la veda y comenzará «la hidratación y la comida para recuperar. Cogeré unos seis o siete kilos». Son cosas del oficio. No quiere pensar más que en los doce asaltos. «Y si puede ser alguno menos, pues mejor».

Una victoria le abriría de par en par las puertas del Mundial. Además, si el domingo el que queda en pie con los brazos levantados en el O2 Arena es él, firmará tres peleas con la promotora británica. Su futuro está en juego. Así continuará una historia que arrancó hace doce años en el Gimasio Kronk cuando aparecieron tres amigos. Uno tenía cara de niño, pero se le fue quitando. Como el miedo al cuadrilátero. «Siempre piensas en que puede llegar algo como lo del domingo». Pues llegó ¡Segundos fuera!