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Los ojos de Aitor Francesena (Zarautz, 2 de octubre de 1970), son de un azul tan claro que parece que la mar está dentro de ellos. Aguas de Australia, de Hawaii, de su Zarautz natal o también de Somo, donde ha recibido el reconocimiento de un lugar que poco a poco se va llenando de nombres ilustres. El paseo de las estrellas de este deporte cuenta ya con una más. La quinta. Los pioneros del asunto en Cantabria, los cántabros Pablo Gutiérrez y Laura Revuelta, y dos de Zarautz: Aritz Aranburu, el surfer más destacado a nivel nacional y, desde ayer, Aitor Francesena. 'El Gallo'. En esos ojos llenos de mar azul ayer había agradecimiento y emoción. Mucha emoción al transmitir una idea de vida: el ser humano no tiene límites para hacer lo que se propone.
Porque esos ojos no ven. Aitor es uno de los máximos exponentes del surf adaptado. Algo que ha reunido desde el jueves y hasta mañana domingo en Ribamontán al Mar a dos centenares de personas –de varios países de Europa– en la primera Cumbre Internacional de Surf Adaptado. Talleres, charlas, conferencias... Y salidas al agua. Todo para profundizar más en la inclusividad de un deporte que, aunque no es fácil, proporciona sensaciones que, en las más de las ocasiones, esas personas no pueden tener.
«¿En el surf? De toda la vida», señala Aitor con una envidiable energía. Pero también de toda la vida había una amenaza. «Nací con glaucoma», reconoce. A los 14 años, perdió la visión del ojo derecho. «Y el izquierdo empezó a fallar». Dos trasplantes de córnea intentaron solucionar el problema. Hace diez años, cuando esperaba un tercer trasplante, «una ola me reventó el ojo». Aitor se quedaba ciego.
Hubiese sido comprensible no volver a coger una tabla. Ni acercarse al agua. Pero esa mar que le había hecho tal avería también era la parte más importante de su vida. «Muchas veces me preguntan si odiaba a la mar por eso», afirma el guipuzcoano. «Y yo les digo que es lo que más satisfacciones me ha dado en la vida. Prefiero quedarme ciego así que en una operación».
Creador de «la primera escuela en España, en 1988», entrenador de la selección española... El surf era y es la vida del Gallo. Y el quedarse ciego no iba a ser un impedimento para hacer lo que más le gustaba. Había que adaptarse. «Lo primero que tuve que hacer fue interpretar el mar. Darle forma a lo que me dice». Tablas grandes, más estables, y olas pequeñas fueron las que acompañaron sus primeras impresiones como surfista ciego. «Eso y muchas horas de trabajo», reconoce entre risas. En entrenamientos, se basta por sí solo para surfear. Pero en competición, se necesita un ayudante que indique cómo viene la ola, cuándo hay que remar o cómo hay que cogerla. «Al ser el primer surfer ciego, fui el que le puso nombre. Yo los llamo caddies, como en el golf». Más risas.
Tantas horas en la tabla dieron su fruto. En 2016, Francesena se convirtió en el primer campeón mundial de surf para ciegos. Un título que repitió en 2020. El año pasado vino otro galardón casi igual de importante, «ya que gané el Circuito Mundial». Aparte, se llevó el triunfo en el Abierto de Estados Unidos. El guipuzcoano está orgulloso de que «en la historia del surf para ciegos siempre esté mi nombre». Y a sus 52 años, piensa en metas aún lejanas. «¿El surf paralímpico? Estamos a la espera. Igual en los Juegos de Los Ángeles, en 2028». Por entonces, estará camino de los 58 años. «Pero bueno... Me gustaría llegar».
El surf, aparte de su pasión, es el trabajo del Gallo. «Me dedico a dar conferencias, a entrenar a la selección de Guipúzcoa... A todo lo que me aparezca. Produzco mis propias historias, para enseñar el mundo desde otro punto de vista. Desde que me quedé ciego, digo a todo que sí», añade con más sonrisas. La próxima semana se va a Hawaii, donde empieza «el Circuito Mundial».
A uno de los templos mundiales de este deporte, Aitor Francesena llegará cargado de energía. La que se lleva desde ese paseo de las estrellas en Somo, uno de los lugares elegidos para celebrar estos días la primera Cumbre Internacional de Surf Adaptado en el Ayuntamiento de Ribamontán al Mar. El abrazo de Pablo Gutiérrez con quien fuera una de sus entrenadores en la selección española fue de lo más sentido. Y en ese paseo también está la estrella de Aritz, «al que conozco desde que tenía siete años». El Gallo tocaba su estrella recién descubierta y oía aplausos de lo más cariñosos. «No os imagináis el bien que hace el surf a las personas con discapacidad», decía con la voz entrecortada por la emoción y con unos ojos por los que se escapaba un poco de mar.
«Hay un aumento en los últimos años de la demanda de cursos. Porque el surf es un deporte terapéutico para las personas con discapacidad. Mejora su calidad de vida. Les da la sensación de libertad, de estar en un medio más cómodo, por lo que les ayuda a motivarse y a evolucionar». Óscar García, presidente de la Cántabra de Surf, señalaba la creciente demanda de clases de surf para estas personas y la formación «que se imparte a los monitores» para que esos cursos sean de calidad.Profundizar en las necesidades de este colectivo ha sido uno de los ejes de esa Cumbre Internacional de Surf Adaptado, en la que participan 200 personas. «Seguimos apostando por el surf y el surf adaptado», recalcaba Francisco Asón, alcalde de Ribamontán al Mar, presente en el acto para descubrir la estrella de Gallo junto a la directora general de Igualdad, Consuelo Gutiérrez. Ellos, cosas de las campañas, no pueden ya inaugurar nada, así que a Francesena le ayudó a descubrir su estrella Johannes Laing, responsable de surf adaptado de la Federación Alemana.
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