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Si a un chaval de 12 años llamado Óscar Martínez (Torrelavega, 1986) le hubiesen dicho en aquel primer día que cogió una raqueta y un volante de bádminton, en su colegio de El Salvador, que en 2024 iba a ser olímpico en los Juegos de ... París como seleccionador nacional de... la República Checa, seguro que hubiese puesto los ojos como platos. Porque la suya es de esas historias que encajan como un guante en esa frase de 'las vueltas que da la vida'. Pero en esa ceremonia de inauguración en principio en barco por el Sena, ahí estará el cántabro. Desfilando bajo la bandera de un país centroeuropeo en el que, si se habla de bádminton, es el nombre imprescindible. Porque hasta cuatro jugadores de la República Checa estarán en París. Un éxito sin precedentes y mayor del que pueden presumir otros países con más población, medios y presupuesto. En la República Checa están tan contentos con él que le han ofrecido renovar el contrato otros dos años más.
Esta historia de éxito que suena a inverosímil arranca en ese 1998 con un chaval de 12 años. «El club de bádminton Olimpia de Torrelavega vino a mi colegio, El Salvador, a hacer una exhibición en la clase de educación física», relata Óscar. Hasta ese día, era el típico niño que hacía «de todo: fútbol, atletismo...». Pero esa raqueta ligera que golpea ese artefacto inverosímil llamado volante le picó. «Fui a probar con mi hermano, con otro amigo... Yfui el único que me quedé. El bádminton me enganchó».
Martínez empezó a destacar en este deporte en Cantabria, a competir en Campeonatos de España. A los 18 años empezó Magisterio en la Universidad de Cantabria. «En el plan antiguo, con la especialidad de educación física. Y conseguí algunas medallas en Campeonatos de España para la 'Uni'». El torrelaveguense destacaba tanto en este deporte que recibió una llamada en 2006 del Centro de Tecnificación Deportiva de Oviedo. «Me fui. Cambié de club, al Bádminton Oviedo. Estuve allí ocho años».
Pero en ese tiempo, se dio cuenta de que su techo como jugador ya lo había tocado. «No tenía mucho futuro», señala entre risas. Y empezó a formarse como entrenador. Empezó a trabajar en el club de la capital asturiana y en 2016, «la Federación Española me llamó para ofrecerme el cargo de seleccionador júnior. Hasta entonces tenían un seleccionador para todas las categorías, y querían dar oportunidad a seleccionadores jóvenes, cada uno con una categoría». Durante cuatro años, hasta 2020, compatibilizó su labor en Oviedo como entrenador con la selección española júnior. En ese tiempo, también era comentarista en Teledeporte para uno de esos deportes que se llaman minoritarios al que generalmente es Carolina Marín la que pone en los medios.
En 2020, el año de la pandemia, tras las elecciones en la Española «la nueva directiva volvió al sistema anterior de un solo seleccionador». Un amigo suyo que había estado un par de veranos en la República Checa le dijo que allí buscaban entrenador. «Les mandé el currículum y todo fueron facilidades». Por las restricciones de la pandemia no pudo viajar allí hasta junio de 2021.
En la República Checa, un país en el que el bádminton tiene una repercusión incluso menor que en España y en el que predominan el hockey hielo y el fútbol, le dieron «carta blanca» para hacer lo que Óscar Martínez quisiera. En el país, hay un centro nacional destinado a los absolutos en la ciudad de Pilsen. «Y decidí que era más útil trabajar con los más jóvenes, en Praga». Un bronce en el Europeo sub17 en el verano de 2021 era la primera medalla para el país en 15 años. Hasta que a final de ese año todo da un giro. «El entrenador del centro nacional de los sénior y el presidente de la federación deciden marcharse. Y los jugadores de ese centro nacional, los mejores del país, me contactan diciéndome que si podía echarles una mano». El torrelaveguense acepta el reto y en Praga entrena tanto a sus júnior como a los absolutos. «Cuatro sesiones de entrenamiento al día», reconoce entre risas.
Pero por si la cosa estuviese poco enrevesada, venía otro golpe complicado de devolver. «En 2022, la federación checa me ofrece hacerme cargo de los júnior. Y les digo que lo más lógico es estar con la absoluta». La federación prescinde de sus servicios pero los mejores jugadores checos no están para nada de acuerdo con la decisión. Y que están a muerte con un cántabro que se planteaba el regresar a España. «Me dicen que ellos me pagan el sueldo. Y el comité olímpico nos ofrece sus instalaciones para entrenar. Me quedo». El nuevo seleccionador, «un danés», se tiene que marchar al poco porque no tiene jugadores a los que entrenar. Todos están con Óscar. A finales de ese 2022, la federación checa recula y le pide a Óscar volver para que se haga cargo de la selección absoluta.
Y así empezó la preparación de cara a los Juegos de París. Y que no ha podido concluir de forma más exitosa. Dos jugadores en individuales, uno en categoría masculina y otra en la femenina, y una pareja de dobles masculino. «Una modalidad en la que solo clasificaban 16 parejas. Es casi un coto cerrado para los asiáticos».
Aunque está de lo más contento en la República Checa, Óscar echa de menos España. «Es complicado. La forma de ser de la gente... Aquí es más fría». La vida social, opuesta a la que hay en España, está muy determinada «por el clima», con pocas horas de sol durante muchos meses del año. La comida también es diferente. «El pescado y el marisco casi no se consumen. Es que la costa más cercana está a 800 kilómetros», añade entre risas. Por suerte, los muchos viajes, «entre 20 y 25 al año» por todo el mundo, hacen que la añoranza de casa sea algo menor.
Así, este torrelaveguense al que le han ofrecido «renovar por otros dos años» y al que le gustaría volver a España algún día «para devolver el apoyo que tuve de la Española», desfilará por el Sena como entrenador de un equipo olímpico. «Es lo más grande para un deportista», señala con un punto de orgullo hacia sus jugadores, los protagonistas sobre la pista. Pero el bádminton en la República Checa no se entiende sin la figura de un torrelaveguense que mirará con cierto orgullo esa bandera, con un triángulo azul y dos franjas... Una blanca y una roja. «Obviaré el azul y pensaré que es la de Cantabria», concluye entre risas un cántabro al que las vueltas que da la vida le ha situado, aunque sea en otro país, en la cima de su deporte.
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