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S ANTANDER.
Miércoles, 18 de julio 2018, 07:24
El presidente de la Federación Española de Bolos, Óscar Gómez Morante, ha presentado su dimisión al frente del organismo, cerrando así el primer capítulo de la crisis abierta en la entidad y provocando de paso la suspensión de la asamblea general prevista para el próximo sábado, día 21, en la que se iba a votar (y salvo sorpresa mayúscula aprobar) su moción de censura.
La propia FEB ha confirmado la «dimisión irrevocable» en un comunicado que anuncia también la suspensión de la moción de censura en una decisión que ha caído muy mal en Cantabria. Los asambleístas cántabros y miembros de la directiva de la FEB habían pedido en privado durante meses a Morante que dimitiera. Un mensaje al que el madrileño respondió que estaba dispuesto a hacerlo siempre que su sustituto procediera del bolo palma.
Sin embargo, hasta hoy no se había materializado la renuncia y el grupo crítico, mayoritario en la asamblea y liderado por la Cántabra y el exvicepresidente de la FEB y presidente de la Gallega, Isidro Costas, optó por impulsar una moción de censura. Lo hizo además amparado en un argumento que ahora se tambalea. Según explicó en su momento la Federación Cántabra, en caso de dimisión el sustituto de Morante debía ser un asambleísta, mientras que de promoverse una moción de censura podía proponerse cualquier candidato. Sin embargo, tras revisar los estatutos se ha comprobado que no es así: cuando previsiblemente en breve se convoquen elecciones se podrá presentar cualquier candidatura.
«Ahora algún miembro de la junta; creo que el único que queda es Pedro Aguirre, será presidente en funciones y convocará elecciones al presidente, que tiene que ser elegido por la asamblea. El que salga elegido lo será hasta 2020, cuando se convocarán de nuevo elecciones. Y si no se presenta nadie, tendrá que seguir», explica el presidente de la Federación Cántabra (y asambleísta nato de la FEB), Serafín Bustamante. Además, la FEB ya ha comunicado a la territorial que ahora se creará comisión gestora con un presidente en funciones, tres miembros de la junta directiva y tres miembros de la comisión delegada, entre los que figurará el propio Bustamante después de que el otro miembro cántabro, Dámaso Tezanos, lo haya rechazado.
La sorprendente decisión de Morante, que ha rehusado la invitación de El Diario Montañés a explicar sus motivos, dilata así todo el proceso. De haberse celebrado la moción de censura el cántabro José Luis Díaz de Rojas, el candidato de consenso que se alcanzó después de que Fernando Diestro y Angélica Ruiz lo rechazaran, se hubiera convertido el mismo sábado 21 en nuevo presidente. Ahora se debe partir de nuevo desde cero. Hay que tener además en cuenta que ante la dimisión del presidente sólo se renueva este cargo, sin que se convoquen elecciones a una asamblea que agotará los dos años que le restan de legislatura, como establece la Ley del Deporte.
La crisis en la Federación Española se abrió después de que Costas, entonces aún vicepresidente, interrogara a Morante sobre un desfase en las cuentas. Según reconoció el propio presidente, se habían superado los 6.000 euros de gastos anuales de representación previstos en los presupuestos hasta generar un pasivo de unos 25.000 euros. Para entonces, y de nuevo según confirmaron ambas partes, ya se habían repuesto unos 10.000, y Morante se comprometió por escrito a reintegrar el resto.
El ya presidente dimitido sostuvo que todas las cantidades se correspondían con gastos de representación y que disponía de las facturas, unas explicaciones que no convencieron a Costas. Además, explico que su intención era buscar un patrocinador o algún tipo de ingreso añadido para compensar el desfase. Insistió en que su directiva conocía la situación, algo que rechazó Costas, quien dijo haberse apercibido del desfase cuando quiso afrontar un pago y se le comunicó que no había fondos en caja.
Pero más allá de este episodio, que abrió el cisma en la asamblea ordinaria celebrada el pasado mes de marzo, subyace la pérdida de confianza de un sector de los bolos, precisamente el bolo palma, del que procede, en el madrileño. Y como mar de fondo, la grave crisis económica que vive la FEB, que amenaza incluso a su propia subsistencia, heredada de la época de Boto.
En aquella época la no justificación de facturas provocó que el Consejo Superior de Deportes condenara a la devolución de varias subvenciones anuales. Al mismo tiempo que el bowling, el bolo palma y tres territoriales se desgajaron de la nacional, dejándola precisamente sin los ingresos de las dos modalidades más importantes.
Sin ingresos y con una deuda de cientos de miles de euros, Boto, que terminó inhabilitado, llevó a la pequeña federación a la quiebra técnica en una situación que su sucesor (que durante una época estuvo en la directiva del propio Boto) no ha conseguido revertir. Tal era la situación que la Federación tuvo que vender su sede madrileña y mudarse a la Casa de Cantabria (se ha llegado a plantear su traslado a Santander) y plantearse un expediente de regulación de empleo para sus dos empleados (el resto de servicios están externalizados).
Esto, unido a la pérdida de confianza, es lo que ha provocado en última instancia la caída de Morante, que además no tendrá una buena salida. No solo lo hace por la puerta de atrás, sino que su decisión de no dimitir hasta ahora y hacerlo ya con la moción de censura convocada y a solo seis días de su votación ha provocado un gran malestar en Cantabria.
Pero ya antes los últimos años de Boto habían erosionado la FEB hasta llevarla a la situación actual. En los últimos años del asturiano la Federación Cántabra, la Asturiana y la Asociación de Bowling abandonaron su disciplina provocando un cisma que se cerró precisamente con la llegada de Gómez Morante. El madrileño, con una persona de gran prestigio en los bolos como Agustín 'Tinín' García como vicepresidente, representó entonces la vuelta a la normalidad institucional y deportiva. Pero tras la salida de García comenzó de nuevo el distanciamiento, aunque sin llegar nunca a los extremos de la época de Boto.
Sin embargo, esa gestión que arrancó en 2014 con grandes expectativas y alguna incertidumbre (no se olvidaba que Morante fue durante una época tesorero de la directiva de Boto) y que se vio refrendada en 2016 tras la elección de una nueva asamblea que le ratificó en el cargo, se cierra ahora de manera muy negativa para el ya expresidente y en falso para a FEB, que todavía debe resolver muchas incógnitas. Demasiadas.
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