![«No pienso en objetivos a los que llegar, sino en este grupo y en la dinámica que tenemos»](https://s2.ppllstatics.com/eldiariomontanes/www/multimedia/201911/09/media/cortadas/49979432-kJfH--624x415@Diario%20Montanes.jpg)
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Lo más fácil es utilizar palabras como 'milagro', 'sueño'... Que un equipo de una localidad tan pequeña como Cabezón de la Sal esté en una máxima categoría a nivel nacional de un deporte -en este caso el voleibol- y como la pasada semana, ... al frente de la clasificación, hace que lo más sencillo sea recurrir a los tópicos. Pero en el deporte, como en la vida, esas palabras tan rimbombantes esconden toneladas de trabajo en silencio. De momentos menos brillantes, de imaginación sin límites para optimizar lo poco que se tiene, de esfuerzo desinteresado. Y de personas que se han marcado el objetivo de que un proyecto vaya por el buen camino.
En 2020 hará una década que el Textil Santanderina se encomendó a alguien que ya es más que imprescindible. José Ignacio Marcos Salazar (Valladolid, 1974) no es un entrenador al uso, sino que es más un hombre renacentista enamorado del voleibol. La mecánica, el derecho, la educación física, la informática, el comportamiento humano... Mil conocimientos adquiridos en una vida de lo más ajetreada y en la que el voleibol comenzó casi de casualidad. Al joven José Ignacio, buen deportista y que destacaba en fútbol, natación o artes marciales, le llamaron sus amigos del instituto porque les faltaba uno para el equipo formado en una semana cultural. «Un día me animé a ir y el entrenador me dijo: 'ven al partido del sábado'».
Así, aquel chaval de 1,87 empezó una trayectoria deportiva y vital que tendría mil y un recovecos. De aquel equipo del instituto pasó al Club Voleibol Zorrilla a la vez que estudiaba Mecánica. Y de ahí, al Ejército. De profesional. «Quedé primero de mi promoción y pude elegir. Logística en Valladolid». Y a la vez, podía compatibilizarlo con el voleibol. Enrolado en el CDU de Valladolid en una categoría ya más seria, José Ignacio Marcos también empezó a entrenar a chavales, a la vez que se sacaba el título de los niveles 1 y 2 de entrenador. Y también el de árbitro, «aunque de eso no he ejercido nunca», señala entre risas.
Con el equipo pucelano viajó un día, «sería en 1995 o 1996», a una pequeña localidad cántabra. Cabezón de la Sal. «Como me gustan mucho los paisajes de aquí, recuerdo que disfruté el viaje. Y me llamó la atención el pabellón. En el centro del pueblo. Viejo, pero grande. Y mucha gente animando. Creo recordar que se metieron conmigo y todo», rememora. Entonces, ni imaginaba que en la temporada 2001-2002 iba a jugar en el Textil Santanderina. «Me quedaba en un albergue en la casa de maestros, en Vernejo. Pasé un buen año aquí». A la vez que estudiaba informática, en Cabezón de la Sal Marcos sacó el título de entrenador nacional de voleibol.
Almoradí, en Alicante, donde también empezó a estudiar Derecho; otro año en Valladolid; dos temporadas en Murcia como jugador-entrenador, «algo usual en el voley español porque no hay demasiados entrenadores»; otras dos en Granada, una como segundo entrenador y otra como técnico principal donde también estudia INEF, se involucra en el Data Project -una herramienta informática para estadística en el voleibol- a la vez que trabaja para la selección española como ojeador y analista... En 2008 Teruel quería reestructurar su equipo. Y Marcos fue su segundo entrenador durante dos temporadas. Los dos títulos de Liga de esas campañas lucen en su palmarés.
Con todo ese bagaje, Marcos quería ya ser primer entrenador de un equipo. Y en el verano de 2010 habló con varios clubes. Entre ellos, uno que ya conocía, el Textil Santanderina. Por entonces, en la Liga FEV, una especie de tercera categoría. Los cabezonenses le planteaban un proyecto en el que tenía absoluta libertad para trabajar. Además, había otros factores. Sira, su esposa, es de Suances y la pareja, con ya una pequeña -Mara- tenía casa en Tagle. «La decisión fue fácil. Conocía el club, Cantabria está cerca de Valladolid, Sira es cántabra... Tenía ofertas más interesantes en lo económico, pero no había un proyecto tan bonito como este».
Comenzó así un trabajo casi de orfebrería con el reto de «hacer crecer el club». De hacerlo «más profesional» en la medida que se pudiera. Detalles como la disciplina en los horarios de partidos y entrenamientos, que hoy en día se traducen en multas simbólicas de pocos euros para irse «todos de cena a final de año». Marcos empezó utilizar todo su conocimiento de la estadística y la informática para su voleibol de ciencia y trabajo. En sus primeras temporadas en el Textil, tenía que vestirse de corto a la vez que entrenaba. Hasta ese ascenso al final de la temporada 2013-2014. El equipo de Cabezón de la Sal llegaba al cielo. A la Superliga Masculina de voleibol. A finales de 2014, para celebrarlo llegó Eric, el hermano pequeño de Mara y que esta semana ha cumplido ya cinco años. Su padre se levantó bien pronto para hacer unas crepes a sus hijos. «Son pequeños detalles que te acaban llenando».
Felipe Merino | Presidente Textil Santanderina
El voleibol le ocupa la mayor parte del año, pero cuando llega el verano las prioridades se llaman Mara, Eric y Sira, «la persona que me ha apoyado en todo lo que he hecho. Gracias a ella estoy aquí». Viajes, salir al campo, una escapada a Santander... El deporte de competición queda aparcado. Aunque no el que puede hacer en casa, «porque intento obligarme a hacerlo». Su época de jugador le dejó algo machacados los gemelos y los sóleos, por lo que correr no le viene bien. «Hago sobre todo trabajo de fuerza». Le va de perlas porque José Ignacio Marcos está igual de fino que sus jugadores.
Nadie del club de Cabezón le ha dicho nunca al técnico pucelano los objetivos para la temporada. «En cuanto a los resultados a conseguir, siempre los propongo yo. Planteo cosas en base a unos criterios de experiencia, de lo que conozco». Para esa directiva del Textil que trabaja por amor al arte «y con muy poco reconocimiento a lo que hacen», sólo tiene buenas palabras. La mayor profesionalización que él quiere para el club se consigue, con gente amateur, «con una mayor especialización, limitando las funciones de cada uno». Hoy en día, quizá lo que falta es «vender mejor lo que estamos haciendo. Porque ya tiene repercusión incluso a nivel nacional».
La semana del liderato, el partido ante el Ibiza para defenderlo en un pabellón repleto, la lesión de Soteldo... Los muchos días de emociones para el Textil Santanderina han pasado para que la situación vuelva a la normalidad. El equipo juega hoy (17.30 horas) ante los alicantinos del Almoradí. Un recién ascendido ante el cual, los de José Ignacio Marcos no piensan en otra cosa que en traerse la victoria para seguir en la zona noble –son cuartos en la clasificación– de la Superliga Masculina.
El técnico de los cabezonenses cree que pese a que los levantinos son «un equipo correoso», varios de los equipos de 'su' Liga van a sacar puntos del Pabellón Mayte Andrey. La baja de Monfort, su jugador estrella que ha cambiado de aires, resta potencial a un equipo en el que a sus 46 años, Pepe Miralles hace de jugador-entrenador. «Si conseguimos parar a sus atacantes por bandas... Son buenos».
Esa labor de jugador-entrenador que José Ignacio Marcos no ha hecho en la Superliga –sí lo hizo en Superliga 2– con el Textil, ha faltado muy poco para realizarla hoy en Almoradí. La lesión en su pierna izquierda que impidió a Francisco José Soteldo participar en el partido ante el Ibiza no acaba de remitir y el puesto de colocador estaba falto de efectivos. Pero para paliar ese problema ha llegado el serbio Milan Jovanovic (Sremska Mitrovica, 1996), aunque se ha criado en Madrid. Jovanovic, de 1,95 metros de altura, ha estado las dos últimas temporadas en las filas del potente Club Voleibol Teruel y en la campaña 2015-2016 debutó en la Superliga con los sevillanos del Cajasol. «El compromiso con él es que si de aquí a enero le sale algo fuera de España, se irá», señala José Ignacio Marcos, aliviado por la llegada de su nuevo colocador, «ya que de lo contrario me hubiese tenido que vestir de corto».
El Club Voleibol Torrelavega tiene hoy (18.00 horas) en el Habana Vieja un reto de envergadura. Las jugadoras de Rubén Piquet reciben al líder del grupo A de la Superliga Femenina 2, las lucenses del Arenal Emevé, invictas en lo que va de temporada y que apenas han cedido tres sets en cinco partidos.
Los 150.000 euros que ronda el presupuesto del Textil, uno de los más bajos de la Superliga, dan para poco en un deporte minoritario. «Del voleibol se puede vivir, pero no jubilarse», añade Marcos. Un jugador estrella de un equipo grande puede cobrar «30.000 euros al año». Una cantidad que en alguna temporada es lo que ha percibido «toda nuestra plantilla». Así, los jugadores vienen a Cabezón «a formarse, a tener minutos y a aprender», para irse luego a clubes que les ofrezcan más dinero.
Fernando Gutiérrez | Secretario Textil Santanderina
Pero con seis campañas ya en Superliga, Cabezón es un destino de lo más apetecible para prosperar como jugador. A la hora de confeccionar la plantilla, el análisis exhaustivo del entrenador se detiene en un aspecto. «Además de ver vídeos, intento que alguien me cuente cómo es ese jugador como persona. Porque si además de tener pocos recursos hay malos rollos...». Los que vienen se encuentran a un entrenador que aunque reconoce que «voy cambiando con los años», la frase que más usa es la de «'sin excusas'. Soy muy analítico e intento darles a mis jugadores la corrección y cómo corregirlo. No me importa que fallen, pero siempre intentando algo». Porque Marcos no perdona la falta de actitud. Partidario del diálogo, también les pide a los jugadores que sean críticos para ver lo que se puede mejorar en el entrenamiento. «Porque al final somos compañeros de viaje».
Ese viaje que comenzó aquel chaval de Valladolid en el entrenamiento de un equipo de instituto está ahora en una estación de lo más bonita. Un equipo consolidado en la élite, con un pabellón abarrotado y que es la envidia de toda España. Pero hay curvas en la vía del Textil Santanderina. «El tema de las instalaciones para entrenar es uno de los talones de aquiles del club», incide Marcos. El Matilde de la Torre, casi siempre ocupado, no puede ofrecer más que una disparidad de horarios para que entrene el equipo de Superliga. Solventar eso y que llegase un segundo patrocinador «con constancia y unos valores como los que tenemos», permitirían apuntalar el gran objetivo que se trazó Marcos hace casi una década, «el ir dando pasitos cada año para afianzar el club».
Fran Calzón | Capitán del Textil Santanderina
Ni el efímero liderato, ni una posible clasificación para la Copa al final de la primera vuelta, ni la permanencia -«por dinero deberíamos bajar todos los años»-... José Ignacio Marcos nunca se plantea «un objetivo al que llegar», aunque en esta temporada, los análisis que hace de sus rivales dicen que «esta vez sí» se puede ganar a muchos. Pero esa mente analítica para el partido de turno prefiere una visión más global. De su equipo, su deporte y la vida. «No pienso en el mañana, sino en este grupo, en la dinámica que tenemos. Soy feliz con los retos y con mi familia aquí». Muy ilusionante tendría que ser -a nivel deportivo, económico y familiar- otro que le moviese de Cabezón. Pero ahora, aquel chaval que empezó a jugar al voleibol por casualidad no se lo plantea. El Textil Santanderina le ofrece el reto de que un equipo de lo más humilde se atreva a soñar con algo grande. Y el camino que el club y todo Cabezón de la Sal recorren junto a José Ignacio Marcos hace ya casi una década conduce a ello.
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