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Víctor Iglesias, en su gimnasio de Torrelavega. ALBERTO AJA
«Cuando se pierde la pasión, lo más honesto es dejarlo»
Víctor Iglesias | Preparador de boxeo

«Cuando se pierde la pasión, lo más honesto es dejarlo»

El preparador de Sergio García se aparta del boxeo. «Cansado» después de 28 años, prefiere no seguir en algo que ya no le «atrae»

Marcos Menocal

Santander

Martes, 11 de octubre 2022, 07:24

La vida está llena de etapas y mi etapa en este deporte ya se pasó». A Víctor Iglesias no se le ha ido la pasión de golpe. No ha sido ni un directo certero ni un KO inesperado. No. Su adiós del boxeo profesional se ha ido gestando asalto a asalto. «Es algo que le dije a Sergio García cuando fuimos a Las Vegas y cuando volvimos. Era algo que ya tenía pensado», confiesa, el preparador del Niño. Juntos han llegado casi a lo más alto del boxeo. Quizá a un peldaño del cielo, pero para Iglesias eso no es lo más importante: «Ni mucho menos. Los éxitos y títulos solo engordan el ego. Me quedo con el trayecto que hicimos juntos, con plena confianza el uno en otro».

«Es lo más honesto», reflexiona. Y quizá tenga razón, pero cuesta pensar que el binomio Sergio-Víctor se ha roto para siempre. «Mi cariño hacia él sigue intacto; le he visto crecer, hacerse hombre, formar su familia...». El púgil caminará ahora sin su muleta; sin su ángel en la esquina. A Iglesias se le acabó la gasolina. «No sería justo seguir», explica. Se le ha ido ese duende. Esa pasión que nació hace 28 años y que ha sido su hilo musical en la vida. «Desde que de chico, jugaba a ser fuerte, a ilusionarme con ser boxeador. Los veíamos como superhéroes». Más tarde se hizo entrenador, formador, confesor y psicólogo de un campeón, en el mejor de los sentidos, de andar por casa.

Es su despedida, pero no quiere mirar atrás. Allí, en el retrovisor, quiera o no quiera, le queda lo vivido, «que es de todo; desde lo más bajo hasta lo más alto». Nunca dejará de ser preparador. Es un disfraz que no puede quitarse, «pero hay que mirar al horizonte y pensar en qué hacer más allá». No puede «despotricar del boxeo», porque realmente se siente agradecido: «Me ha dado todo lo que tengo», pero los años y los sinsabores van restando bravura como los pinchazos a los toros: «Es un deporte muy desagradecido, muy sacrificado y que con poca recompensa. La dedicación que exige es enorme. No es algo de lo que me haya enterado ahora, son muchos años, pero ha llegado la hora de decir basta».

En el boxeo no todo son cinturones y alegrías. Ni mucho menos. Para subirse al ring hay que esquivar golpes desde mucho antes. Y después, ya en el cuadrilátero, cualquier cosa te tira a la lona. «No me gustan los despachos del boxeo. Estoy cansado de esto, de lo otro; de hoy tienes pelea, hoy se suspende. Del ahora sí, ahora no...». Sin embargo, no cambia por nada «los abrazos, la gente que se conoce, las alegrías, los momentos de verdad». Eso no se olvida, a pesar de que ahora ya no le atraiga este mundo. «Afortunadamente, siempre he hecho lo que he querido, lo que me ha gustado, lo que me ha apasionado. Y eso es lo que quiero hacer ahora que ya no me enamora lo que hago», insiste.

¿Y ahora qué? «No sé lo qué voy a hacer esta tarde, como para saber más adelante», bromea. De Sergio García no quiere hablar: «No me atrevo, no soy tan valiente para hablar por él». Para el púgil torrelaveguense su preparador siempre ha sido la muleta en la que apoyarse. Su guía. «No sé lo que hará, pero mi cariño es el mismo. Él ya lo sabía». Al Niño le queda una pelea. La pelea. Y si esa llega, Iglesias estará tan cerca y tan lejos a la vez. Es el destino. Ese binomio no se romperá del todo, pero hay momentos en los que «hay que tomar decisiones». «La mía -insiste- estaba tomada desde hace tiempo y ha llegado ahora».

Quien conoce a Iglesias sabe que es complicado imaginarse al preparador sin el boxeo, sin entrenar y sin exigirse tanto como lo ha hecho siempre por algo que le apasiona. Y de esto último depende todo. «No sé si algún día me volveré a enamorar de un boxeador y volveré a entrenar. Ya me pasó con Sergio y quién sabe, pero si no es así, será el adiós».

La ilusión, como viene, se va. Hay asaltos en los que estás grogui y terminas ganando el combate. Peleas al ataque y en otras te proteges. Ahora Iglesias está... con la guardia baja. No sabe lo que le vendrá. Pero no ha oído aún la campana. Queda algún asalto y quizá lo sepa.

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