Secciones
Servicios
Destacamos
En el año 1990 tocaba celebrar el 50 aniversario del Campeonato Regional, y la asamblea general de la Federación Cántabra de Bolos acordó que el circuito de torneos para pelear la clasificación para disputarlo estuviera conformado por 20 concursos abiertos a todos los jugadores. Pese ... a ello, la realidad fue que tan sólo se registraron nueve solicitudes para respaldar aquella iniciativa planteada como manera de frenar el imparable auge de las competiciones por invitación. Se trataba de conmemorar como se merecía el hito de las bodas oro del torneo, y los responsables federativos se volcaron en plantear a la sociedad cántabra actividades sociales y culturales que envolvieran a lo deportivo, proyectando iniciativas novedosas que vinieran a poner el viejo título en su verdadero valor y sirvieran para rendir los mayores honores a la historia del más tradicional y grandioso de los torneos de. Y la infinita ilusión de aquellos bravos federativos les hizo plantearse el jugar el campeonato en Santander, intuyendo como factible la más que osada posibilidad de escenificarlo en el lugar más privilegiado del planeta Tierra, en el recinto del Palacio de la Magdalena.
Una ubicación inédita pensada como el mejor escaparate para hacer visibles nuestros bolos ante los muchos miles de turistas que en los meses del verano se citan con la capital de Cantabria, dándoles la posibilidad de conocer en la bolera todos los pormenores de su faceta deportiva y toda la profundidad de su vieja historia a través de las diversas actividades culturales programadas. Pero el proyecto, elaborado con tiempo más que suficiente, no pudo salir adelante por la situación política creada en el seno del partido gobernante, situación que después culminaría con la moción de censura al entonces Presidente de Cantabria. Se barajaron otros escenarios, pero el tiempo apremiaba y finalmente se jugó a lo que se sabía era un absoluto seguro en todos los sentidos, solicitando a la Peña Bolistica La Carmencita su colaboración para salvar el campeonato jugándolo en El Verdoso. Así se hizo, y en apenas dos semanas la solvencia muchas veces ya acreditada del equipo de Ramonín Sánchez Mier volvería a ponerse de manifiesto para tenerlo todo dispuesto y afrontar el desafío con las mejores garantías. Y el gran campeonato del cincuentenario ya empezó a ser una realidad de oro cuando arrancó con su presentación.
Un brillante envoltorio protocolario que para nada distraía a los aficionados de lo que era lo importante. Centrados en lo deportivo, y como ya era costumbre, Tete Rodríguez sobresalía en las apuestas y pronósticos de favoritos para hacerse con el título, y más tras haber liderado aquella fase de clasificación que cerraron Linares, Domínguez y Telmo, y que dejaba fuera de combate a Calixto. Lo sustancial empezaba en la tarde del 20 de julio, cuando en los corros de El Verdoso y Mateo Grijuela se tiraban de manera simultánea las dos vueltas de octavos de final. Y allí empezó y terminó todo, porque ya desde ese primer momento Tete se mostró intratable marcando su territorio con dos boladas de lujo, 142 y 136, que le distanciaban en 18 palos del segundo clasificado, Agustín Fernández. Así las cosas, los aficionados ya sabían confirmadas sus primeras sensaciones para adivinar el campeón, y no porque los demás protagonistas no pusieran todo su mayor empeño en ofrecer resistencia, sino porque la apisonadora de Treceño jugaba a los bolos operando en el modo máquina que en aquel momento de su trayectoria le distinguía y hacía inaccesible.
A pesar de estar el título ya virtualmente decidido cuando el día siguiente se empezaban a tirar los cuartos de final, los aficionados de El Verdoso gozaron de una buena tarde de bolos, que vivieron con el aliciente de saber si Tete sería capaz de batir el récord del campeonato que entonces ostentaba Castanedo con los 693 palos derribados en el año 1983 en Cañas. Las ilusiones de sus incondicionales se mantuvieron vivas hasta su último birle, pero finalmente sus expectativas se defraudaron cuando quedó a sólo tres palos de lograr el objetivo. Era el epílogo de un campeonato al que, en lo deportivo, el vencedor le restó cualquier indicio de emoción desde la primera bola que lanzó, cuando se exhibió sobrado para marcar el camino que le llevó a la victoria con una media de 138 bolos por vuelta y 38 sobre Agustín. Era el sexto título regional para aquel Tete Rodríguez que ganaba todos los días. Era el mejor momento del jugador invencible que se sabía capaz de superar los récords establecidos por los ases más grandes que le antecedieron. Era el momento mágico del que se sabía llamado a ser el más grande de todos los tiempos.
Con lo trascendental ya ventilado, y con la participación de todos los campeones regionales en activo, al día siguiente se jugó en la misma bolera el torneo de clausura del cincuentenario. Y nuevamente Tete Rodríguez hizo gala de su espectacular momento de forma para arrollar a todos sus rivales y ganar el velero de plata diseñado para distinguir al vencedor de aquella disputa entre los privilegiados poseedores del título regional. Sin la presión propia de un campeonato oficial, el juego fue mejor que el de los dos días precedentes, de manera que los registros de los protagonistas marcaron una media general por encima de los 132 bolos. Y si éste torneo de campeones fue el broche deportivo de las bodas de oro del campeonato regional, en lo cultural el colofón iba a serlo la inmediata y celebrada edición del libro 'Del Zurdo de Bielva a Tete Rodríguez', icónica obra de Julio Braun, José Ángel Hoyos y Enrique Torre que cuenta al detalle la historia de los 50 campeonatos de Cantabria disputados entre 1941 y 1990.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.