Sara Andrés Atleta paralímpica
«Sigo viva, y no es poco»Vermú de domingo ·
Con un sentido del humor a prueba de desgracias, dice que «prefiero caminar segura con mis pies de robot que tener los de antes y estar perdida»Secciones
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Sara Andrés Atleta paralímpica
«Sigo viva, y no es poco»Vermú de domingo ·
Con un sentido del humor a prueba de desgracias, dice que «prefiero caminar segura con mis pies de robot que tener los de antes y estar perdida»Con 25 años, Sara Andrés sufrió un accidente de coche que seccionó sus piernas por debajo de las rodillas; tras aquello, padeció un cáncer de tiroides y otro de piel. Una sola de esas circunstancias hubiera bastado para hundir a cualquiera, pero Sara hizo frente ... a las adversidades, se reconvirtió en atleta, consiguió dos bronces en los Juegos Paralímpicos de Londres 2017 en 200 y 400 metros y participó en los de Tokio. Con una actividad agotadora (además de atleta, es profesora de Primaria, conferenciante, escritora y actriz) y un sentido del humor a prueba de desgracias, Sara se prepara para París 2024 mientras protagoniza, junto a Rafa Nadal y el Real Madrid, la campaña 'Objetivo Cero Melanoma', de Cantabria Labs, para concienciar sobre la importancia de protegerse del sol en verano. Tras charlar con ella acabo concienciada pero, sobre todo, contagiada por su vitalidad y su optimismo. La procesión, presumo, irá por dentro pero, por fuera, Sara es un chute de energía.
-Ahora que nos tomamos el vermú del domingo al sol, habrá que protegerse.
-Yo no hago nada sin fotoprotección. También puedes tomártela oral si eres despistada, y algo te estás protegiendo. Yo no tomo vermú, pero sí mosto, y si estoy en Cantabria las típicas rabas, que están riquísimas.
-Repasando su biografía, parece que la vida no tuviera otro objetivo que ponerla a prueba.
-Sí, todo el rato. No es que haya tenido muy buena suerte en cuanto a salud, pero tampoco considero que me haya ido mal. En el fondo, depende de cómo uno se lo tome. Y lo peor no es lo que me ha pasado, sino lo que vendrá. No puedes venir aquí pensando que solo te van a pasar cosas buenas; en la vida te van a pasar cosas malas, como que se te muera un familiar o que tengas alguna enfermedad. En ese sentido yo ya estoy muy preparada porque, de todo lo que me ha pasado, ya he cogido experiencia. Que ojalá no la hubiera cogido, también te digo.
-Pero se tiene que haber rebelado.
-Claro. Pasas un duelo en el que te enfadas contigo, con el mundo, con los que te rodean, y es duro. Pero con ayuda psicológica, familiar, de amigos y del entorno, te das cuenta de que, efectivamente, sí hay cosas positivas, y has de saber extraerlas para aprender. La parte buena del accidente en el que perdí los pies es que sigo viva, y no es poco. La gente podría decir «jolín, pero es que has perdido mucho». Bueno, pero he ganado más. El cáncer de tiroides, dentro de que es una enfermedad que ya solo la palabra nos aterroriza, se pudo quitar, como el tumor basocelular. De hecho, he cogido conciencia, y ahora tengo una piel estupenda desde que he aprendido a cuidarme muchísimo más en todos los aspectos, física y mentalmente, por dentro y por fuera.
-«Prefiero no tener pies y saber a dónde voy, que tenerlos y estar perdida», dijo.
-Esa frase resume muy bien la idea de vida que tengo, y es un lema que me ayuda, que me impulsa. Casi es peor tener salud y que esté todo bien y, aun así, te sientas perdido, vacío, sin saber a dónde ir. Eso a mí me ha pasado antes de perder los pies, y era una angustia existencial muy grande. Prefiero caminar segura con mis pies de robot de ahora que tener los de antes y estar súper perdida.
-No tuvo que ser fácil reconocerse tras el accidente.
-Aquí hay dos partes, la psicológica y la física, aunque están mezcladas. Al perder mis pies tuve que volver a aprender a hacerlo todo, a caminar, a ser independiente, y eso me satisfacía mucho porque volvía a ser un poco como la Sara anterior, pero, a la vez, me daba cuenta de mis limitaciones. Era complicado gestionar tantas emociones positivas y negativas; al final me centré solo en las positivas y deseché las otras.
-¿Y en cuanto a lo físico?
-Es verdad que, al principio, piensas que te vas a quedar sola, que nadie te va a querer. Incluso tú rechazas un poco tu cuerpo, e ir a la playa y enseñar las prótesis te da corte. Pero me di cuenta de que el problema no estaba en cómo me veían los demás, sino en cómo me veía yo, y eso hacía que la gente me viera de una manera o de otra. Entonces empecé a disfrutar de las prótesis y a enseñarlas, igual que el que lleva gafas u ortodoncia. Y, en ese momento, vi un cambio: ya no me miraban con cara de juzgarme o de asustarse, sino con cara de asombro, de admiración. Las miradas no me molestan, porque no son miradas de impertinencia ni de falta de respeto, sino de curiosidad, y tras diez minutos de pensar «¡ay, pobrecita!», luego piensan «pues mira qué chica más mona, cómo se apaña», y se quedan con eso. También es una forma de educar: cuantas más veces me vean con pies biónicos, más romperemos ese estigma. En mi entorno ni se dan cuenta ya de las prótesis, y quiero que eso ocurra con la gente de la calle que no me ve habitualmente.
-Pero asustarse aún se asustan cuando sale del agua sin prótesis gritando «¡Tiburón!».
-Bueno, eso son cositas de no tener pies y de tener humor negro [risas].
-El sentido del humor también se entrena.
-Yo creo el humor es súper terapéutico. Lo han utilizado conmigo, y yo lo utilizo muchísimo. Es una manera brutal de reírte de ti mismo, y claro, luego pues ya te lo pasas teta asustando a los niños en la playa. Después me siento un poco mal, digo «¡que mala persona soy!», pero se me pasa rápido [más risas].
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