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Era un 12 de octubre del año 2014. «El Textil Santanderina, de Santander», decían por la megafonía del pabellón Los Montecillos de Dos Hermanas (Sevilla). El Cajasol recibía al Textil Santanderina en el primer partido de la Superliga Masculina de esa temporada. El estreno de ... los cántabros entre la élite del voley y que se perdió por 3-0. Tocaba explicar. Que no. Que somos de Cabezón de la Sal. Un pueblo de Cantabria, que da nombre a un municipio, de poco más de 8.000 habitantes entre todas sus localidades. Los ojos en Sevilla se quedaban sin parpadear. «¿Cómo? ¿Y en Superliga?». Empezaban las conjeturas. «Habrá un millonario como mecenas del equipo». Y más explicaciones. Que nos apoya una empresa del pueblo, desde siempre, y que ya es historia en cuanto a longevidad en el patrocinio de un equipo -llevan juntos 45 años-. Lo demás, apoyos institucionales, lo que puedan aportar pequeños comercios, los socios, las entradas, la rifa en la grada... Y toneladas de trabajo desinteresado e ilusión. Eso tocó explicarlo por Almería, Teruel, Gran Canaria, Madrid... Seis días más tarde, el 18 de octubre, el Textil Santanderina se estrenaba como local. Y la fiesta no pudo ser más sonada. Victoria, por 3-2, ante el L'Illa Grau de Castellón. «Yo, por entonces, no estaba en la directiva. Era un aficionado más», señala Felipe Merino, el actual presidente del Textil Santanderina. «Fue un espectáculo. Y en un pueblo como Cabezón, ver jugar a un equipo de Superliga..».
El pequeño equipo salió respondón. Octavo con 21 puntos en esa temporada. Para la campaña siguiente, ya no había que explicar nada. Y sí darse cuenta de lo que empezaba a construirse en Cabezón de la Sal. Aparte de quejarse del frío que hace en Cantabria, los rivales también miraban a las gradas del Matilde de la Torre complacidos. Algunos de ellos, con suerte, llevaban a un centenar de aficionados a sus canchas. O 15 en Castellón, 20 en Barcelona... En el Matilde de la Torre, una entrada floja son 600. Y hay bombos, estruendo, ánimos en cada punto, silbidos... En algún descanso entre sets, se anuncia el número de la rifa y alguien se lleva algo donado por algún comercio local. Entre bambalinas, eso es obra de la directiva. Esa en la que nadie cobra un euro y que se dedica al trabajo que no se ve.
En la siguiente temporada, se estuvo al filo de la navaja. Décimos. Con 19 puntos, solo uno más que el VP Madrid, el primer equipo en perder la categoría. Ya no se podía hablar de la suerte del novato por quedarse a las primeras de cambio. Si no de un proyecto serio. Humilde a más no poder, pero que plantaba cara a todo el mundo. Y la bola iba creciendo. En las redes sociales se empieza a utilizar un nombre. 'El templo del Norte'. Y es que en algunas temporadas, el Textil Santanderina ha sido el único equipo del norte de España. De Soria para arriba, nada más. Así que empezaron a venir aficionados de Asturias, el País Vasco... A pasar el día por Cabezón o alrededores, comer y ver al que ya era su equipo. Y con carnés de socio a 25 euros que han estado, quién no se hacía abonado. Así, el equipo ha llegado a tener 1.100 socios, aunque alguno se sacase el carné más por apoyar que por ir a ver voley.
Ese dato estuvo a punto de ser un bendito problema'. Con el equipo ya plenamente consolidado entre la élite -dos octavos puestos y un sexto en las Ligas entre 2016 y 2019-, se llega al arranque de la temporada 2019-2020. Y al Textil Santanderina le da por ganar los tres primeros partidos. Esta vez tocaba poner los ojos de asombro en Cabezón. ¿Primeros?. Sí. 'El mejor equipo de España es de Cabezón' titulaba El Diario un domingo 27 de octubre de 2019. Al triunfo ante el Vecindario por 1-3 siguió una semana de locos. El siguiente partido era en casa. En el Matilde de la Torre ante el Ibiza. Y en el pabellón de Cabezón caben 1.075 espectadores. Había riesgo de que alguien se quedase fuera. Aquel día, se colgó el cartel de completo.
Pero al final de esa temporada aparecen nubarrones en el horizonte. Primero el coronavirus, que suspende la Liga. Sin descensos, habría 14 equipos para la próxima -esta- temporada. Y cuatro de ellos descenderían de forma directa. Luego, quizá un seísmo mayor. José Ignacio Marcos, el gran hacedor del Textil Santanderina, porque no sólo se ocupaba de su labor como técnico, lo deja. Cansado de lidiar con las carencias con las que ha tenido que lidiar el club -falta de espacios adecuados, horarios regulares para los entrenamientos...- en todos estos años en Superliga.
Marcelo de Stéfano cogió el relevo. Y al Textil Santanderina se le ha hecho cuesta arriba esta Superliga. Sobre todo, por una cosa. El templo del Norte se ha quedado mudo. Vacío por el maldito covid. Sin la mejor afición de España -dicho por muchos de sus rivales-, se han escapado puntos que con el apoyo de la grada se hubiesen quedado en el Matilde de la Torre. Aún así, el tramo final de temporada, con 13 puntos en nueve partidos, permitieron llegar a la jornada de ayer, la última, décimos y fuera de los puestos de descenso. Pero había que esperar demasiado milagro. Que Ibiza no sumase en los dos partidos que aún le restaban. O puntuar en el Moisés Ruiz ante un Unicaja Almería al que no se ha ganado nunca en estas siete temporadas. Ni lo uno ni lo otro. Ibiza ganó al Barça 3-1. Y Unicaja venció al Textil por 3-0, tras un partido en el que solo el segundo set estuvo un poco más ajustado. En el último, el Textil Santanderina salvó hasta cuatro bolas de partido en un arranque de coraje. De una actitud que resume estos siete años «de mucho orgullo», concluye emocionado Felipe Merino. «Y desde hoy a trabajar para volver». Para que este adiós a la Superliga sólo sea un hasta luego.
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