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La historia del deporte está llena de ejemplos. Equipos humildes que de cuando en vez se transmutan en Cenicienta. Se habla de sorpresa cuando ganan un título o logran un objetivo que parece inesperado. Pero si ese club pequeño consigue esa meta por cuarta vez consecutiva... El factor sorpresa desaparece para revelar un trabajo bien hecho, con toneladas de ilusión y de esfuerzo desinteresado. El Textil Santanderina consiguió este sábado, por cuarta vez consecutiva, la permanencia en la Superliga Masculina de Voleibol. Así que ya no se puede hablar de sorpresa. Ni de suerte. Si acaso un pellizco para que al final todo salga bien. Aunque siga sonando a milagro que un equipo de Cabezón de la Sal compita con dignidad con clubes de capitales de provincia o, directamente, de megaciudades españolas.
El Textil ha vuelto a ser, como en las tres campañas anteriores, el equipo más modesto de la Superliga. «Más o menos, tenemos unos 150.000 euros de presupuesto. Y el promedio en estas categorías, es de 60.000 más», afirma Juan Alberto Gutiérrez, un cántabro-canario del 75 pero que desde 1983 es un cabezonense más. Juan Alberto es, desde hace un par de años, el presidente del club. Aunque no hay ninguna prebenda por ocupar ese cargo. «Yo me pongo en la taquilla a cobrar, a vender números para la rifa... Aquí de presidente hacemos todos». La directiva, compuesta por ocho personas, es una piña que se encarga del trabajo oscuro. Y siempre con una máxima. «La filosofía de no gastar más de lo que se puede». El trabajo ingente da sus frutos, porque las cuentas «están al día».
La parte visible es el equipo. Los Bárcena, Henarejos, Crespo, Calzón, Rodríguez... El que los manda lleva camino de convertirse en una institución en Cabezón de la Sal. José Ignacio Marcos (Valladolid, 1974), lleva ya ocho campañas al frente del equipo. «Estaba en Teruel de segundo entrenador. Y yo ya había jugado aquí, a últimos de la década de los 90», afirma. El trabajo de todo el club cristalizó hace cuatro campañas con el ascenso a la Superliga. Y de ahí, no le han movido. En Cabezón se sigue al detalle la trayectoria del equipo. «Esta semana, en el supermercado, la dependienta me preguntó: ‘¿qué hacemos el sábado’».
Pero el Textil Santanderina no sólo se ha ganado el cariño de su pueblo y de los aficionados al voley en Cantabria. De Soria hacia el norte, no hay más equipos en la Superliga que él. Así que no es raro ver en el Matilde de la Torre a aficionados de otras regiones. «Vienen de Asturias, del País Vasco, de Valladolid...», incide Marcos. Con una media de aficionados de 750 espectadores, en dos partidos de esta temporada la gente se ha tenido que poner en las escaleras. Lleno a reventón.
Y eso que el Textil tiene un dato de lo más curioso. El Matilde de la Torre apenas tiene un millar de espectadores de capacidad. «Y nosotros tenemos 1.600 socios», señala entre risas Juan Alberto Gutiérrez. «Si un día quieren venir todos, no sé dónde les vamos a meter». La razón es, de nuevo, el cariño por un equipo de pueblo. Hacerse socio del Textil –hay dos modalidades de abono– «cuesta 15 o 25 euros». Algo que mueve a la conmiseración si se tiene en cuenta que una sola entrada para un partido de la Tercera División cántabra de fútbol ya cuesta unos diez euros. Por eso, mucha gente se saca el carné a sabiendas de que no podrá ir a ver a su equipo. Sólo por echar una mano. Aún así, el ambiente en el Matilde de la Torre impresiona a todo el voley español. «Somos uno de los equipos que más público trae al pabellón. Los árbitros y los rivales nos dicen que aquí da gusto jugar», apunta el presidente del club.
La opción más clara para quedarse en la Superliga era ganar por 3-0 o 3-1 al Melilla y que Mediterráneo o Vecindario no sumasen ante Palma y Río Duero, respectivamente. Castellonenses y canarios no puntuaron. Y el Textil ganó, sí, pero por 3-2 a un Melilla que comenzó venciendo en un Matilde de la Torre lleno a reventar (13-25). Los locales equilibraron el partido en el segundo parcial (25-21) y tras un trepidante tercer set (27-25) se ponían por delante. Pero los melillenses se anotaban el cuarto (20-25) para llevar el partido al quinto y último parcial, que ganaron los locales por 15-11.
Así, el Textil sólo sumaba dos puntos para totalizar 23 en la tabla. A falta de una última jornada, Mediterráneo y Vecindario (20) podrían igualarle si ganan sus partidos y los de Cabezón pierden ante el L’Illa Grau. Pero el Textil ya está salvado. En caso de empate a puntos en la clasificación, lo primero que se mira es el número de victorias. Y los de Cabezón de la Sal ya tienen ocho, inalcanzables para los castellonenses del Mediterráneo que sólo tienen seis y como mucho pueden sumar siete. El Matilde de la Torre se convirtió en una fiesta tras el partido. Su equipo se queda en la Superliga.
El éxito del Textil Santanderina ha traído aparejado un aumento de la afición al voley por parte de los más pequeños. «Cuando llegué al club había cuatro o cinco niños en la categoría benjamín, y esta semana he contado 23 en un entrenamiento», comenta Marcos. A pesar de que el voley, un deporte muy técnico, sea complicado de jugar a edades tempranas. En la actualidad, unos 140 jugadores de todas las categorías integran la estructura de un club que hace equilibrios en el alambre para lidiar con un gran problema. «En Cabezón sólo hay dos pabellones, el Matilde de la Torre y el Juan Parés. Y hay muchas escuelas de los más variados deportes», señala Juan Alberto Gutiérrez. La consecuencia es que apenas hay horas disponibles para que entrene el primer equipo ni instalaciones adecuadas para realizar otro tipo de trabajo. «La sesión de vídeo para analizar al rival la hacemos en el vestuario del árbitro», reconoce José Ignacio Marcos. El deseo es que hubiese un tercer pabellón. «Pero eso sería tema de Ayuntamiento, que nos ayuda en todo lo que puede, y de Gobierno de Cantabria», reconoce el presidente.
Cabezón de la Sal contra Almería, Palma de Mallorca, Ibiza, Barcelona, Castellón, Soria... Sigue sonando a irreal cuatro años después. Pero la Superliga ya ha aprendido que el Textil Santanderina no es de Santander, como los equipos rivales asociaban en la primera campaña de los cántabros entre la élite. Cabezón de la Sal se ha ganado, por derecho propio, un nombre en la máxima competición de un deporte en España. Y la cuarta proeza indica que la permanencia del Textil Santanderina no es el milagro de un equipo pequeño. «El milagro es un 99% de trabajo y un 1% de suerte», concluye Marcos. La próxima temporada será la quinta de esta historia de éxito.
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