La Vaca Gigante apura sus escasas opciones de disputarse esta Navidad

Curiosamente, el permiso que falta -necesario para instalar las nueve carpas previstas- no es el de ninguna de estas dos entidades, sino el de la Comisión Regional de Ordenación del Territorio y Urbanismo (Crotu). En su momento no se incluyó este trámite en la solicitud de permisos (tanto organización como Ayuntamiento de Santander aseguraron en noviembre que el resto de trámites sí se han llevado a cabo).

Sin embargo, en la Casona no figuraba la solicitud que después se debía enviar a la Crotu, lo que impidió que la Vaca activara su alerta ya en ese mes de noviembre, como era su intención en una edición en la que, si finalmente se disputa, debe estrenar su nueva condición de Campeonato de España de olas gigantes.

Finalmente, y después de que trascendieran los problemas extradeportivos -y extrameteorológicos- que impedían activar la alerta se completaron al fin los trámites, y el pasado 23 de noviembre el Ayuntamiento de Santander publicó en el BOC el anuncio por el que sometía información pública la petición de autorización para el evento. Este mismo anuncio abría un plazo de alegaciones que vence el próximo lunes, día 17 de diciembre, y solo entonces, y si no aparecen nuevos problemas, el Consistorio podrá dirigirse a la Crotu, que es en última instancia el organismo competente por las especiales características del terreno, para que dé luz verde.

Entretanto, la competición habrá consumido ya casi dos meses de periodo de espera sin activar la alerta, a pesar de que hayan podido darse ya las condiciones de ola que permitan la disputa. Esta situación se hizo más evidente el pasado lunes, cuando se disputó la Punta Galea Challenge de Getxo, competencia directa de la prueba cántabra. No podía haber sucedido lo mismo en El Bocal, puesto que las condiciones de viento y mar necesarias para que se produzca la ola vizcaína son muy diferentes a las de la cántabra (la Vaca Gigante necesita, para empezar, viento sur), pero el caso es que la prueba vasca ha tomado ventaja en el calendario al tener los deberes hechos.

De hecho, este fin de semana sí que se darán las condiciones necesarias para que se celebre la prueba, con una previsión de ola de ocho metros que hubiera permitido que la competición se disputara este mismo sábado. Pero sin permisos no hay alerta. Y sin alerta no hay vaca.

Una vez el Ayuntamiento envíe, previsiblemente la semana que viene la solicitud a la Crotu, este organismo, dependiente del Gobierno de Cantabria, debería responder con gran rapidez, pero en cualquier caso el objetivo de que la prueba se dispute este mismo año es complicado. De hecho, la propia organización reconoce que en caso de que se presenten alegaciones -no se prevé, pero tampoco puede asegurarse- será imposible que la competición se celebre durante las vacaciones navideñas.

Todos los permisos -salvo el de la discordia- se solicitaron a la vez a finales de septiembre y en la misma semana se recibieron los de Capitanía, Autoridad Portuaria y Costas, pero la nueva ley de Espectáculos y Eventos Deportivos demoró el correspondiente a la infraestructura que debe rodear la prueba. A diferencia de años anteriores, en esta edición se ha condenado mucho el exterior de la prueba, ya que la infraestructura ha disminuido considerablemente ante el gigantismo que estaba adoptando el evento.

Hay que tener en cuenta que convocatorias de estas características deben reunir además unas exigentes medidas de seguridad y contar con un plan de autoprotección, máxime tras los lógicos colapsos que se produjeron en las últimas ediciones por la masiva afluencia de público a una zona escasamente poblada de Santander y, por lo tanto, no acondicionada ni preparada para esa situación. La Vaca Gigante llegó a reunir en 2017 a unas 12.000 personas en una estrecha zona de la fachada norte de Santander atraídas por la magnitud del evento deportivo. Algo que se puede repetir e incluso acrecentar si al final la Vaca se celebra estas navidades.

En la anterior 'sesión' Santander ya se quedó sin Vaga Gigante, aunque en aquella ocasión el problema no fue administrativo, sino estrictamente organizativo. Después de que las últimas semanas de 2017 concluyeran sin competición, las adversas condiciones meteorológicas de los tres primeros meses de este 2018 fueron las responsables de que la organización tomara la decisión de suspender la prueba, algo que nunca había ocurrido desde el nacimiento de la competición. El periodo de esperar la gran ola concluyó el 30 de marzo sin que en ningún momento pudiera celebrarse la prueba.

Son varios los medidores meteorológicos que tienen que unirse para que aparezca la gran ola, entre ellos, borrasca oceánica, coeficiente de marea pequeño y viento sur-sureste. Si no se dan todas juntas no aparece la gran ola, que oscila entre los siete u ocho metros, según explicó ya entonces Pedro García, miembro de la organización. Eso y, una vez asegurada la ola, tener los permisos.