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De Las Vegas a París. No se trata de un remake cinematográfico sino del periplo acelerado que en los últimos meses ha tenido Cristian Torre (1983, Santander), que después de una vida apegada al boxeo hace unos años decidió ponerse el kimono y dedicarse al ... Jiu-Jitsu brasileño. Ahora, con el título europeo bajo el brazo y una medalla de bronce mundial hace balance. «Lo cierto es que ahora me lo paso mejor. Me divierto más. Para mí el boxeo era una profesión, una prioridad y ahora me lo tomo de otra manera», explica este santanderino, para quien levantarse a las 6.00 de la mañana y no parar de entrenar, trabajar y prepararse no es algo que cueste mucho, «no es un sacrificio».
Cristian Torre se acaba de proclamar campeón de Europa de Jiu-Jitsu, un arte marcial que aunque pueda tener ciertos aspectos orientales se entronca en la tradición brasileña. «Es una práctica en la que no hay contacto. La mayoría del tiempo del combate se desarrolla en el suelo y se trata de estrangular o inmovilizar al oponente en busca de someterle», señala el protagonista. No hay contacto ni golpes, «todo lo contrario al boxeo, quizás por eso puedes practicarlo muchos más años, porque no hay ese riesgo de daño».
Puede resultar impactante, pero la práctica de Jiu-Jitsu brasileño «cada vez es mayor y cada vez hay más interés», reconoce Cristian Torre. Tiene connotaciones diferentes a las artes marciales orientales; aunque también hay cinturones que distinguen los niveles de los luchadores, pero «es más difícil y costoso progresar y se tarda más en llegar al negro, por ejemplo». Torre es uno de los discípulos más aventajados de Miguel Ángel Prieto, su entrenador.
Para el santanderino, el Jiu-Jitsu es «algo que me ha conseguido enganchar después de dejar el boxeo y ahora realmente se ha convertido en una disciplina en la que me encuentro muy cómodo». Su vida siempre ha girado alrededor de los deportes de contacto. Firmó 92 combates como boxeador, amateur y profesional, perteneció a la selección española y no se ha quitado los guantes jamás. «Actualmente tengo un gimnasio donde imparto clases desde las 9.00 horas a las 13.00 horas y de 15.30 horas a 20.00 horas. El resto del tiempo se lo dedico a entrenar yo», indica. Con el boxeo conoció España y muchos de sus rincones, pero el con el Jiu-Jitsu cruzó el charco. «Fue una pasada. Aquello son los EE UU y todo es a lo grande. El Mundial se celebró en Las Vegas, en el Convention Center, y se montó una buena. Un ambiente espectacular. Allí comprobé el seguimiento que tiene este deporte». Fue en septiembre y Cristian se colgó el bronce del pecho, en su peso, menos de 64 kilos máster. El Jiu-Jitsu divide a los luchadores en dos categorías, la absoluta que va de 18 a 30 años, y la máster, que reúne a los rivales con edades superiores. «Con esto se aseguran que no haya tanta diferencia de nivel. En este deporte, al no haber contacto y ese componente de riesgo, se ven a luchadores mayores que están a un nivel muy alto», explica.
Después de la aventura en la ciudad del juego, Cristian se fue a la capital del amor. «Fue un viaje relámpago; fui en coche con un amigo el miércoles, peleé el jueves y volví el viernes». Superó tres rondas; la primera pasó exento; la segunda, a los puntos con un 4 a 0 y la tercera y última, «por abandono de un chico inglés que entrena en Malta», recuerda. Una palanca inmovilizó al rival hasta que este con un palmeo en la lona expresó su rendición. En ese Campeonato de Europa parisino no solo estuvo un cántabro, con Cristian estuvieron varios compañeros del Reinaldo Ribeiro Team Cantabria, el equipo de Jiu-Jitsu que entrena Prieto. Juan Fernández, Manuel Bedia (Oro, máster en cinturón blanco), Roberto González (bronce, en cinturón blanco) y Jonatan Romero (plata, en cinturón morado). Todos ellos disfrutaron de esta primera tentativa continental en una práctica un tanto desconocida para el público en general, pero que crece de una manera exponencial.
Cristian disfruta de esta disciplina con la que ha encontrado un nuevo «enfoque». Su vida es un tetris, porque en medio de las clases y sus entrenamientos encaja esos ratos «para llevar a la niña a la guardería, comer, estar un poco con mi otra hija, que es un bebé, tiene meses, y por la noche estar con mi mujer».
Su cuartel general está en El Campón (Peñacastillo) , donde su gimnasio, Ubud Fitness Fight, se convierte cada día en un cocedero de sueños. «Ya digo que ahora me lo tomo de otra manera, pero con esta victoria en el Europeo empiezo a sentir… No sé. Seguiré igual, pero a mí no me gusta perder nunca», advierte al tiempo que se le escapa una risa cómplice. Sabe que en el deporte siempre hay una ley: mejorar. «El Jiu-Jitsu te permite mejorar, progresar siempre. Hay mil llaves. En el boxeo es más complicado cuando ya alcanzas un nivel. Luego puedes mejorar físicamente o tener experiencia, pero es más complicado», asegura Cristian, que a sus casi cuarenta años está rejuveneciendo en cada combate.
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