
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Así están los bolos pinados. Que, para los que lean esto más allá de Unquera, Ontón o Reinosa, viene a decir que es lo que ... hay. Los bolos, a día de hoy, tienen un dominador claro, un jugador que manda por encima del resto y que, además, amenaza con hacerlo durante muchos años. Que, ojo, ni es bueno ni es malo. Es lo que toca. Y es lo que toca porque Víctor González, que ayer se llevó su quinto título de campeón de España tras remontarle 29 bolos en los dos últimos concursos a Carlos García, es un jugador superlativo que amenaza con asaltar todos los récords hasta ser el más laureado del mundo de la madera. Y es lo que toca porque una generación, probablemente la mejor de la historia (el paraguas queda abierto), está a punto de decir basta. Hasta aquí hemos llegado. Derribamos la puerta para competir con Tete Rodríguez, minimizamos los trofeos de los De Juana, Lavín, Mallavia o Alfonso González e, incluso, hemos hecho de Víctor alguien mejor. Pero ya no hay más.
Puede parecer raro hablar de los que no han ganado en la crónica de un Campeonato de España, pero es necesario para entender la situación. Sin ellos, sin los Salmón, Óscar, Carlos, Haya y compañía, Víctor no estaría donde está. Sería un gran jugador, sin duda; el mejor, indiscutible. Pero, ahora, es un monstruo que además de jugar bien y tirar muchos bolos ha tenido que forjar su carácter por culpa de sus rivales. Un gigante ambicioso, ganador, que se enfrenta a un horizonte despejado en el que, salvo que los jóvenes que ahora despuntan aprieten, no va a tener rival. Es decir, así están los bolos pinados.
Esta vez ha tenido que sudar sangre para llevarse el trofeo. Incómodo durante toda la Semana Bolística, el de Guarnizo apareció tímidamente en cuartos, aunque no fue hasta las semifinales cuando aterrizó definitivamente en la bolera. Para entonces tenía muy lejos en el horizonte a Carlos García, 29 palos por delante, una distancia lejana para cualquiera y a tiro de dos dentelladas del tiburón. El gallo tenía la cresta bajo la guillotina, el cuello en juego y una marca, la de los cuatro Nacionales seguidos de Joaquín Salas entre 1960 y 1963 al alcance. Y cayó, claro que cayó.
El de ayer fue, seguramente, su campeonato más complicado, pese a que en 2022 en Torrelavega entró empatado con Salmón a la final y el del gran poder aguantó durante varias manos. Pero en aquel agosto la resistencia llegó por el gran nivel de ambos, mientras que, en esta ocasión, fueron los problemas de Víctor y el acierto de Carlos los que causaron las dudas.
El concurso clave fue el penúltimo, la primera parte de una final a dieciséis manos. Víctor iba delante y, a diferencia del resto del torneo, arrancó bien de tiro corto. Carlos no, y fue cuando apareció la sangre cuando la diferencia se fue estrechando. El de Peñacastillo tuvo una mano tonta, la tercera, que su rival no aprovechó para recuperar ventaja y sensaciones. Un estacazo contrario del zurdo en la sexta fue el golpe casi definitivo. Porque al momento decisivo llegaba Carlos por delante, pero con sólo ocho bolos de margen.
La caza era cosa hecha, faltaba el momento. Saber en qué mano Víctor tomaría el mando. Para desgracia de Carlos, además, iba por detrás en el turno de tiro, y fue en la primera en la que el de Peñacastillo cogió el liderato del campeonato. La semifinal había hecho mella en ambos, en uno para bien y en otro para mal.
La final fue un paseo para Víctor y una tortura para Carlos. Fueron 74 los bolos del campeón a raya alta, mientras que el zurdo, tocado, no pudo remontar el bajón de la ronda anterior pese a los ánimos del respetable. Pasaban las bolas, caían los bolos, cantaban los pinches y, poco a poco, el trofeo iniciaba su camino hacia las fauces del rey. De selva, del océano y, sobre todo, de las arenas. El Roca Rey de los corros, la Potra Salvaje de cada verano. Y ayer, más que nunca, con sensación de imbatibilidad.
El campeón remontó una desventaja de 29 bolos en contra en las dos últimas eliminatorias
Tras liderar el torneo desde el inicio, Carlos perdió su margen en la primera mano de la final
La bolera no agotó las entradas, pero en torno a 2.000 personas poblaron las gradas de Treceño
En las seis últimas bolas el emboque era la esperanza, la opción de poder igualar la situación, pero el cansancio físico y la rendición mental habían minado la resistencia de un bolista que tiene que salir orgulloso de lo logrado. Tras la última mano de Víctor y sus 137 palos a Carlos le quedaban por delante 33 para empatar. Casi imposible, la caza se daba por finalizada.
Con Víctor campeón, la bolera se rindió al campeonato realizado por Carlos García. Era su oportunidad, había sido segundo en 2019 casi sin opciones de ganar, había sido subcampeón regional en 2022 tras ganarle Óscar con la última bola y, esta vez, parecía que sí, que su momento había llegado y, además, en su año más difícil. Pero no contaba con que enfrente estaba el ogro. Carlos merecía el campeonato, merecía levantar ese trofeo de la Copa del Rey que tenía al alcance de su mano. No puedo ser esta vez, pero emplazado queda a un duelo que promete salir al rescate de los bolos en el presente inmediato.
Era una tarde en la que ya no valían excusas. Ni la bolera, ni el tiempo, ni el ambiente, frío cuando abrieron la bolera Alfonso Díaz y Luis Vallines y que fue creciendo con el avance de las manijas del reloj. La bolera no se llenó del todo, no se acabó el papel, pero presentó el buen aspecto que merece un Nacional. Cerca de 2.000 personas, suficientes para crear ese ambiente en el que el silencio estremece y el rugido acongoja, un sonido casi de ultratumba que rugió, sobre todo, con las bolas de Lolo Lavid de dieciocho metros al pulgar.
Una buena noticia, sin duda, respaldada por otra buena señal para el mundo de los bolos, la media de edad de los ocho cuartofinalistas era cinco años más baja que la de 2023. Un dato frío, cimentado en Mario Pellón y Luis Vallines y que abre un mínimo resquicio a que, en el futuro, cuando la generación de los Óscar, Salmón o Pedro deje la arena, esté garantizado.
De momento, el laredano estará la próxima temporada en el Torneo del Santander, el objetivo primordial de aquellos finalistas que no tenían opciones al título. Vallines, que cimentó sus 125 palos en una gran tirada de 23, no terminó de encontrar la regularidad, aunque en una tarde –como todo el campeonato– de registros discretos, se encaramó a la quinta plaza empatado a bolos con Salmón. Que, por hache o por be, siempre aparece. Hasta cuando no está bien. De la zona alta se despeñó Mario Pellón, el benjamín de los finalistas, que cuando vio que su esperanza de avanzar de ronda palidecía echó hasta un caballo. Lo bueno, en esta ocasión, es que le quedan muchas oportunidades por delante.
Brillante el jueves, dubitativo en cuartos y soberbio en semifinales, la medalla de bronce fue para Lolo Lavid. Tenso, nervioso, con las manos en los bolsillos incluso del tiro al birle, el de Las Fraguas se exhibió de tiro largo, dejó las mejores bolas al pulgar y finalizó tercero en su vuelta a las primeras posiciones de un gran torneo después de varias ediciones. La cuarta plaza fue para otro clásico, Pedro Gutiérrez, que siempre está. Tapado en los pronósticos, el corraliego es fiel cumplidor de tiro y de birle, lo que le llevó a vivir el protocolo final del torneo junto a los tres mejores de la tarde.
675 bolos
Un sprint final que vale un Nacional. Víctor cimentó su triunfo en el tiro largo y en dos grandes concursos.
Y van cuatro seguidos y cinco en el total. Su hambre voraz le llevó ayer a igualar a Joaquín Salas, que también ganó un póquer entre 1960 y 1963. Sin jugar a su mejor nivel hasta semifinales, el de Peñacastillo remontó 29 bolos en un concurso y una mano gracias a su mejora de tiro corto. Hasta ese momento había ido a remolque, su cetro peligraba, pero nadie en la bolera daba por muerto a un bolista cuyo techo no parece tener límite. Ganador del Regional y del Nacional, su poder y su calidad amenaza con convertirle en el mejor de todos los tiempo. Tiempo tiene para ello y, ahora, sus rivales saben que cualquier ventaja ante él es poca.
654 bolos
Un mal concurso, el de cuartos, acabó con un sueño que tuvo muy cerca. Un subcampeonato que engrandece su gran trayectoria.
Otra vez a las puertas. Carlos hizo casi todo bien, menos aguantar el ritmo de su rival en una semifinal en la que no le salió nada. El paso de los años pondrá lo logrado en su justa medida, puesto que el zurdo fue el único capaz de hacer sombra al gigante. Volverá a tener su oportunidad, volverá a pelear por subir al primer lugar del cajón.
527 bolos
Sólo un irregular concurso de cuartos le apartó de luchar por cotas mayores. Un histórico que recupera su lugar en el podio de un gran torneo.
Cuatro de las seis bolas que colocó al pulgar de tiro largo en la semifinal hicieron rugir Treceño. Campeón en 2015, Lolo durmió anoche con la satisfacción de su gran torneo y de que el público le demostró su cariño. Su tarde sólo tuvo un pero, un concurso de cuartos en el que arrancó con algunas dudas. Uno de los destacados, sin duda.
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Ana del Castillo
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