

Secciones
Servicios
Destacamos
Si uno pone empeño es fácil que pueda imaginar la cara de asombro de aquel médico. «¿Tu eres aquel chico? No me lo puedo creer». ... El galeno fue uno de tantos que le dijeron a Joaquín Cabrero (San Felices, 1954) cuando apenas empezaba a dar sus primeros pasos que probablemente acabaría en silla de ruedas. La poliomielitis se cruzó en su camino muy pronto, pero su espíritu indomable se negó a darle la razón. Ni al médico ni al destino. «Empecé a entrenar por tener calidad de vida. Tenía unos dolores tremendos. Me hice unas pesas con cemento y entrenaba en la cuadra, con las vacas», recuerda el protagonista de una historia forjada «día a día», retorciéndole el cuello a la pena y reinventándose. Hoy en día echa la vista atrás y ve a un joven «indocumentado y atrevido» empeñado en «salir adelante».
Tras 18 años desafiando a la medicina subió por primera vez a una tarima a competir, «sin saber lo que era el culturismo» y cincuenta años después sigue posando al ritmo de la música. Por el camino se lleva inumerables campeonatos internacionales, exhibiciones al otro lado del charco y el honor de ser el pionero de este deporte en su tierra. «Yo aoprendí a bulto. Quería mejorar yo, pero no para enseñar músculo sino para vivir mejor. Y mira...», confiesa con esa sinceridad que le acompaña desde siempre. Precisamente por esta última virtud se ganó la confianza de los jugadores del Super Teka en los años ochenta, la de Quique Setién, su «amigo íntimo y casi un hermano» o la de Severiano Ballesteros, a quien entrenó durante siete años. «Para mí fue un sueño. Que pudiera trabajar con él o que me dijera que yo era su amigo es algo que me abruma». Se emociona cuando lo recuerda. «Me temblaban las piernas cuando me llamó». Viví momentos extraordinarios», admite.
su lema
Joaquín Cabrero fue ese «loco de las pesas» que trasladó a Cantabria conocimientos pioneros e innovadores y que han servido de guía practica para los que han venido después. «Quedé el último en el primer campeonato», sonríe. Fue en 1972 y de camino, en el tren desde Los Corrales de Buelna -recuerda- fue «comiendo pan con chorizo y haciendo ejercicios». Llegó «reventado». Los padres no le preguntaron por su clasificación, tan solo «por lo dolores en las piernas y en la espalda». Superó aquella prueba y el idilio con este deporte solo hizo que aumentar. Llegó la primera operación -de once- y la 'mili' en Zaragoza. «Llegué al cuartel y vi que no había gimnasio. Después de un permiso me llevé las pesas de casa. Fui en auto-stop con pesas de 50 kilos y una barra de 1,60 metros. Cargando con ello. Al llegar me ingresaron», reconoce mientras suspira. Ver para creer. «Los mandos preguntaban: '¿pero eso es verdad?'».
Siete años más tarde (1979) se procalmó Campeón de España en Sevilla, más tarde de levantameinto de press de banca y de peso con las piernas «que eran mi debilidad». Cabrero quiso ser futbolista «como todos los niños de mi edad». Jugó en el Soto Iruz, pero aquellos dolores y las indicaciones médicas le obligaron a colgar las botas. Con sus pesas y sus «tubulares enrollados por las paredes» iba hacendo aquellas rutinas que se inventaba y con aquel protocolo le dio la espalda al guión oficial de su vida. Campeonatos de España, exhibiciones, Campeonatos del Mundo... Así hasta hace unos años (2017) que rozó el cielo a los 63 años. «Quedé segundo en el Campeonato de Europa, en Italia». Si ya de por sí su vida ha sido un duelo, aquel año fue aún más. «Fue muy duro. Una dieta espartana, una dedicación como nunca... Pero la satisfacción final fue enorme», confiesa. Quinito le dedicó aquel éxito a su segunda mujer, que se marchó «antes de tiempo» y le partió el corazón. En cada repetición, en cada sacrificio le empujaba su recuerdo. «Fue muy difícil el duelo. La vida viene como viene». Colecciona innumerables trofeos, pero realmente lo que valora «son los amigos y la gente que he conocido. No puede olvidar a su primera mujer, «una persona grandísima y una madre inmejorable»; a sus hijos, nietos, sobrinos... Me han hecho la vida más facil».
Los inicios
Podría escribir «un millón de anécdotas», pero hay una que aún le produce escalofríos. En 1986 acudió a los Campeonatos iberoamericanos a Uruguay. Acudió también a una cita benéfica a Chile y allí se produjo un tiroteo inesperado y... «Había quedado tercero en el Campeonato y luego fuimos a varias exhibicones. De repente, se produjo un atentado contra Augusto Pinochet. Mataron delante de mí a un chico. Estuvimos más de quince horas con militares encañonándonos. Aún me produce un entremecimiento recordarlo». De los que componían su grupo desaparecieron cinco. «Nunca más se supo de ellos». Voló a Buenos Aires. Luego a Madrid. Le amenazaron telefónicamente semanas después. Los medios de comunicación le buscaron para que contara aquella cruel experiencia, pero guardó silencio. «Nunca quise hablar. Lloré muchísmo y aún se me escapa alguna lágrima. Fue durísimo. Hasta el mismo Luis del Olmo le buscó como testigo de aquel suceso, pero Quinito prefirió apartarse. Años más tarde se cruzaría con el inolvidable locutor. «¿Tu eres aquel chaval de Chile?», le preguntó el del Bierzo. Sí, era el joven aprendiz de todo que volvió a esquivar su destino una vez más. Aquellas balas no eran para él.
su destino
Como las pesas le parecían poco, Quinito aprendió a dar masajes y pronto se convirtió enel confesor o el diván de muchos. Acompañó a la selección española de fútbol playa, capitaneada por su amigo. «Quique Setién me llevó con él. Siempre compartíamos habitación». Se metió en el vestuario con los Amarelle, Julio Salinas y compañía. «Y Butragueño. Yo hablaba con él y no me lo creía», recuerda con los ojos como platos.
Y entre tanto, Severiano Ballesteros pensó que Quinito podía ser su hombre de confianza. «Fue una persona entrañable. Si se le conocía te dabas cuenta de que era mejor persona aún que jugador». Ahí es nada. Con el de Pedreña vivió «experiencias inimaginables» y otra vez tuvo que sobreponerse a una despedida prematura. «Lo pasé muy mal cuando murió. Me dijo que fui uno de sus verdaderos amigos y eso para mí vale mas que cualquier medalla». El protagonista de esta historia también jugó al gol y en 2015 se proclamó Campeón de España. No hay quien pueda con él. Su vida es un ejemplo de que «nunca hay que rendirse» ni buscar atajos.
Severiano ballesteros
«Este deporte te enseña esas cosas. Yo siempre lo digo: no se puede ser un deportista artificial. No hay que tener prisa, todo es tiempo y dedicación. No se puede abusar de lo que te quita la salud», admite con contundencia. No tolera las trampas en un deporte que ama. Es su vida. Por eso con la misma intensidad con la que se entrenaba en aquella cuadra cuando era un «pequeñajo» sigue «desayunando esa tortilla con ocho claras de huevo y una yema y un poquito de bonito». Entrena por la mañana y da los masajes a sus clientes y amigos. Come sus rodajas de piña, «que es muy diurético», sus pechugas de pollo y su pasta o arroz. Las nueces, el pescado... «pero si algún día hay que salir con los amigos se come lo que haga falta; y algún vinito». Sonríe.
Cincuenta años después de levantar el primer trofeo ha vuelto a hacerlo. «Y no será el último», añade. Colecciona amigos y recuerdos y le hace burla a lo malo y feo. Y se ríe de lo que sea necesario con tal de ser feliz. «Años después fui a la consulta de aquel doctor con el diagnóstico que decía que acabaría en silla de ruedas. Acabamos comiendo en un restaurante y nos hicimos amisgos». Uno más para su colección.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.