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El aparcamiento del Hotel Adelma, en Hoznayo, era ayer un túnel del tiempo al aire libre. Un montón de señores lucían sus mejores galas. Relucientes para presentar su mejor aspecto. Muchos, con la decoración original de las épocas en los que eran más jóvenes y corrían sin freno por las carreteras. Esos señores pertenecen a las familias más ilustres. Lancia, Porsche, Citroën, Ford... Y junto a ellos, sus propietarios. Orgullosos a más no poder de sus joyas sobre ruedas. Los participantes en el Rally Festival Hoznayo daban ayer los últimos retoques a sus monturas, pero también atendían a los cientos de aficionados que por allí estaban, muchos de ellos guardando cola para el selfi de rigor con 'gallos' de la talla de Marcus Grönholm, todo un bicampeón del mundo de rallies. Fotos, autógrafos, una pequeña charla... La gran familia del motor se reunía en una de las citas imprescindibles del año en Cantabria.
Juan Carlos Checa (Madrid, 1973) era uno de los 140 participantes en el rally que andaba afanado con su coche. Un flamante Porsche GT3 de 420 caballos de potencia. Señala entre risas que «nací» con la afición al mundo del motor y más a los coches históricos. «Empecé hace diez años a correr con un Opel Corsa. En lo más básico, los slalom». A partir de ahí, se fue 'envenenando'. «Me compré un Mitsubishi Evo de 1999». En Hoznayo estuvo en 2022 y vuelve este año con un coche de 2008. «Es un Porsche. No hay más palabras», reconoce todo orgulloso por un coche que le da «satisfacción por ir dentro, pero rabia por no estar fuera para oírlo». La afición por los vehículos clásicos de competición no es barata. «Este coche cuesta 100.000 euros», señala. «Y en estos dos días de competición en Hoznayo, solo en neumáticos gastaremos entre 12.000 y 14.000 euros».
Juan Carlos es de lo que está a un nivel importante en esto de los rallies como el de Hoznayo. «Tengo cuatro coches», admite, entre dos Mitsubishi, un BMW y el Porsche. El mantenimiento de este último lo hacen ingenieros. Uno de los problemas que, según los modelos, se suelen encontrar los que tienen esta pasión es el de encontrar las piezas para sus máquinas. «Sobre todo las buscamos por grupos en redes sociales. Cada vez hay menos material», hasta tal punto de que ya hay empresas que las fabrican exprofeso para este mercado.
Su Porsche requiere un mantenimiento más exhaustivo, aunque el de otros modelos es «más básico». «Y sobre todo, mucho cariño», apunta entre más risas. «Si les tratas bien, son como las personas». Además de dormir en garajes, la seguridad es primordial. «Alarmas en el garaje... Yque se vean poco».
Propietario de una empresa de transportes, Checa apunta a una de las claves para que la afición por los coches clásicos vaya adelante. «La familia. Por ejemplo, mi esposa es copiloto. Es un apoyo incondicional». Aspira a que sus dos hijos «se enganchen» a la afición de sus padres. Todos están junto a él cerca del coche. Una pasión para él irrenunciable. «Les he pedido perdón a mis padres, diciéndoles que si me pasa algo, será haciendo lo que más me gusta». Con esa filosofía de vida, Juan Carlos no se planteará dejar nunca su afición. «Nací con esto y me moriré con ello. Esto engancha».
Un piloto polaco de nombre y apellido casi impronunciable, Krzysztof Holowczyc, es el nexo de unión de Jorge Rivera (Madrid, 1965) con este Rally Festival Hoznayo. Su Subaru Impreza de 1995 tiene la decoración con la que el piloto polaco se proclamó campeón de Europa en 1998 con un coche igual. Jorge es uno de los ilustres en este mundo. «Llevo desde los 16 años», señala. Primero como aficionado, y luego, como participante «he corrido, he hecho de coche 0, he organizado pruebas...». Pero el transcurrir de los años «pasa factura» y se deja de correr en pruebas de velocidad «para pasar a este tipo de rallies». Más tranquilos, sin la presión de un cronómetro y en los que las únicas premisas son «el compañerismo y pasarlo bien».
Su Impreza es algo más asequible que el Porsche de Juan Carlos. «Entre 30.000 y 40.000 euros». Aún así, en este Rally Festival de Hoznayo los gastos ascenderán a «tres o cuatro mil euros, seguro». Y van a más rallies de este tipo a lo largo del año. Por suerte, cuando algo se estropea por el momento no hay problema para conseguir las piezas del único coche clásico que tiene ahora mismo. «Hay Subarus por todas partes. Es sencillo encontrar recambios. Eso sí, siempre fuera de España». El mantenimiento también es más asequible porque «muchas cosas las hacemos nosotros». A eso ayuda a que Jorge trabaja en el servicio técnico de una empresa de maquinaria de automoción, con lo cual de mecánica sabe un rato.
La familia vuelve a aparecer como un pilar indispensable para esta afición. También están todos en Hoznayo. «Cuando los hijos empiezan a ser mayores, comparten esta afición contigo», añade Jorge. En ese momento compraron un Peugeot 205, para pasar luego a este Subaru, «más potente y difícil de conducir». «Si la familia no está involucrada, es muy difícil», admite. «Son muchas horas, dinero...». La parte buena es compartir momentos todos juntos como los de estos días en Hoznayo.
Jorge tampoco se marca un año para decir 'hasta aquí'. «La fecha de caducidad será hasta que el cuerpo aguante», afirma con una sonrisa. «Lo que haces con los años es bajar las expectativas. El tiempo nos retira a todos».
«Yo empecé con coches viejos desde el principio. El primero fue un Opel Manta». El cántabro Juan Manuel López Cagigal (Suesa, 1973) no se ha perdido ninguna edición del Rally Festival. Al mundo del motor se enganchó en 1988 al ver un rallysprint precisamente en Hoznayo. Primero fueron los slaloms, y luego, «quise correr rallies. Para divertirme». Aquel primer Opel Manta, muy fácil de mantener, le gustó tanto que actualmente –además de conservar aquel primer coche– tiene otro con el que está en Hoznayo. «Tengo más de cuatro coches», admite celoso de decir la cifra exacta.
Mientras su Opel Manta 400 de 1983 atrona como un avión a la mínima que le pisan el acelerador, Juan Manuel añade que en estos modelos antiguos «cuesta encontrar piezas de recambio, pero sabes dónde hay». Además, producto de todos estos años de afición «tengo muchas cosas guardadas. He sido un poco 'chatarrero'». Esta afición es cara o más asequible «depende del nivel que tú quieras». Mecánico industrial de profesión, para que sea menos costoso «debes saber hacer un montón de cosas. Salvo, por ejemplo, montar un motor».
Otra vez la familia es una parte imprescindible. Como si fuese una pieza esencial del coche. Sus hermanos, Raúl y Toño, siempre han ido con él de copilotos. Y su familia le deja tener «mi espacio», aunque esa confianza es a cambio de algo. «Hay que tener suerte de no tener accidentes graves. Para estar aquí, debes tener la confianza de tu familia. Y no puedes traicionarla ni perderla con un accidente». Si todo va bien, se ve en estos coches «siempre. Esto no se acaba nunca. Es una filosofía de vida».
Desde hoy y hasta mañana, los coches de Juan Carlos, Jorge y Juan Manuel recorrerán junto a otros 137 varias carreteras de Cantabria. Cada uno a su ritmo y arriesgando lo que cada uno considere para entretener a miles de aficionados en los tramos del Rally Festival Hoznayo. Para que el tiempo vaya hacia atrás en la carretera en forma de esos coches de los que sus dueños no pueden estar más orgullosos.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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