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Marcos Menocal
Jueves, 2 de junio 2016, 13:59
Dicen que ahora mata el aburrimiento pescando; que es el primero en llegar a entrenar y que le motiva vestir de amarillo. Lejos queda su desorden vital con tintes rosados que le catapultaron a la fama entre goles de ensueño. Su talento se puso ... al servicio de la farándula durante una época gris. Dani Güiza (Jerez de la Frontera, 1980) ahora vive en Sanlúcar con su novia, en el seno de una familia cadista, y se aleja de los focos para refugiarse en el fútbol. El Cádiz rescató su virtuosismo el pasado verano y le puso en la mesa una hoja de ruta; su desnortado destino le llevó las últimas tres temporadas de Malasia (Darul Takzim) a Paraguay (Cerro Porteño) después de que su talento fuera perdiendo actualidad.
El chico del barrio de Chicle (Jerez de la Frontera) es la apuesta del Cádiz. El club le puso un contrato encima de la mesa y a la vez se echó encima a buena parte de su masa social. Su pasado jerezano y su poco apego por los amarillos en una carrera repleta de todo, le cargaron de presión antes de llegar. A pesar de ello, Güiza respondió con goles. Quién sabe si con todos los que se esperaban de alguien que otro rozó la gloria, pero al menos sus doce dianas le han servido para reconciliarse con los incrédulos.
A Gúiza hay cosas que le salen sin darse cuenta. Su regate, cambio de ritmo y descaro en un terreno de juego son innatos. No se esfuerza para que fluya. De la misma manera que durante su época moza disfrutaba de una facilidad pasmosa para meterse en líos; su azarosa vida social y los daños colaterales que le produjo su mediática relación con una de las dueñas de la noche, Nuria Bermúdez, le trajeron más de un quebradero de cabeza. El jerezano driblaba las críticas por su desorden vital al tiempo que encandilaba cerca del área rival.
Su fútbol ofensivo y eficaz triunfó sin paliativos en las categorías inferiores del Mallorca, Xerez, Recreativo de Huelva y Ciudad de Murcia. Sus goles eran su tarjeta de presentación y aún sin ser sencillo lograron el difícil propósito de tapar sus locuras. El jerezano empezó a dejar su poso en el Getafe. Con los azules fue capaz de dar la vuelta a una eliminatoria copera ante el Barcelona que pasará a la historia; los culés vencieron 5 a 2 en el Camp Nou y cayeron por 3 a 0 en el Coliseo Alfonso Pérez. De las tres dianas, dos fueron de Güiza.
Un trotamundos
Más tarde ficharía por el Mallorca y llegaría su estrellato. En una misma temporada anotó 27 goles y fue convocado por Luis Aragonés para la selección española absoluta. Acudió a la Eurocopa de Austria y Suiza 2008 y se alzó campeón.Contribuyó con dos dianas y en aquellos días el extravagante futbolista paseó su nombre por la agenda de los grandes equipos del continente. Entre su representante y su entorno le convencieron para que dejase España. Su frenética vida se vería compensada con una huida hacia delante; fue contratado cuatro temporadas por el Fenerbaçe. Su exilio deportivo, a las órdenes de Luis Aragonés, le sirvió para templar su ánimos. Es probable que los hábitos turcos, teóricamente distintos a los españoles, rebajaron sus ganas de correr fuera del campo y le centraran como futbolista.
Allí disputó la Champions y siguió acaparando titulares cada vez más en los periódicos deportivos y menos en las revistas del corazón. El club de Estambul y el jerezano llegaron a un acuerdo para perdonarse el uno al otro una temporada y regresó a España, donde empezó a despistarse. Sin hacer mucho ruido jugó en el Getafe, pero sus números en nada se parecieron a los que un día le convirtieron en el mejor delantero del país.
Fue entonces cuando decidió liarse la manta a la cabeza y marcharse a Malasia. Fichó por el Darul Takzim y más tarde se fue a Paraguay. El chico de barrio en apenas diez años había sido campeón de Europa de selecciones, pichichi nacional con el Mallorca y jugador de Champions vistiendo la camiseta del Fenerbaçe. Por si fuera poco se fue a Malasia y a Paraguay. Cuando a sus 35 años parecía que no tenía más cuerda fue el Cádiz el que le puso un cheque para continuar. Dijo que sí. «Pido perdón; reconozco que he hecho alguna tontería», fueron algunas de sus palabras el día de su presentación en el Ramón de Carranza. Empeñado en recuperar parte de su pasado, ahora frecuenta los bares, pero de día, madruga más que nadie para entrenar y adora la vida familiar.
El próximo domingo, el canalla del barrio de Chicle será buena parte del peligro que esconde el Cádiz. Un delantero con arte y talento fuera de categoría. Al menos, de ésta.
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