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Marcos Menocal
Domingo, 12 de junio 2016, 11:01
No hay nostalgia peor que añorar lo que nunca sucedió. Por eso El Sardinero apela a lo que aún retumba en su memoria; entre sus gradas, abajo, en el prao. En el fútbol no es sencillo olvidarse de un ascenso a Primera; el Racing tiene ... ocho para recordar. ¿Quién puede pasar por alto asestarle una manita al equipo que marcó una época en el fútbol mundial? En algún lugar celestial seguirá lamentándose Johan Cruyff. Y aquel 17 de mayo de 2008, ¿hay alguien que no sepa describir el gol de Iván Bolado al Osasuna? Ese día el Racing se convirtió en equipo europeo. ¿Y las permanencias? ¿Acaso no siguen mojando las lágrimas de Nando Yosu en 2006 manteado por los jugadores? El gol de Antoñito y la fiestas del racinguismo. En El Sardinero no en necesario conocerse para compartirlo todo, las gradas ejercen un efecto hipnotizador que permiten consolarse y apasionarse sin mirarse a la cara. Por todo esto y mucho más, ¿existe alguna razón por la que hoy no se deba confiar en el Racing? Licencia para soñar.
El club y la afición apelan hoy a la épica para remontar el solitario gol del Cádiz que frena la continuidad en el play off de ascenso a Segunda de los verdiblancos. Durante esta semana, la memoria ha hecho horas extras entre el racinguismo. Los abuelos habrán tirado de recuerdos para borrarles de un plumazo a sus nietos esa resignación peligrosa que les nubla desde que a falta de veinte minutos, Granero cometiera un penalti en el Ramón de Carranza. Fantasmas y temores pueblan desde entonces de desconfianza su pasión. Pero ellos, los viejos del lugar, estos días han sido la conciencia. Pepito Grillo. Sobre su regazo les habrán contado como Quique Setién, Merino, Esteban Torre y Radchenko pintaron la cara a los Stoichkov, Guardiola y compañía que formaban el Drem team (1995). Sin dejarles ir a merendar, el patriarca seguro que continuó recitando aquel día en que Goyo Manzano les puso ese vídeo a sus jugadores y le volvieron a meter cuatro a los culés. Fue otro 11 de febrero, esta vez del 2001.Ysin descansar, los nietos habrán escuchado como dos años más tarde, el Barcelona de Ronaldinho, Puyol, Xavi e Iniesta se marchaba con un 3 a 0 sonrojante. El corazón del estadio aún sigue azorado. Poco a poco, los jóvenes se han ido dando cuenta de que lo de hoy no es ni mucho menos imposible. La incredulidad se fue apagando.
De historia antigua hablan los libros; 103 años dan para muchas paginas, pero de la reciente hablan los padres, tíos y demás familia que no posan la bufanda verdiblanca para nada. Ellos son los que no olvidan el ascenso a Segunda con aquel famoso gol de Pombo que le cambió el paso al destino (1991). Ninguno puede dejar atrás aquel Sardinero hasta la bandera para ver como un gol del hispano-francés Michel Pineda mandaba al Racing directamente a Primera.Muchos de los que aquel día se acabaron sentando unos encima de otros, se habrán encargado de quitarles el miedo a los nuevos. Algunos de los que hoy se quedarán sin voz, aquel día aprendieron a chillar. 25.000 gargantas agradecidas firmaron un pacto con la ilusión; si en este estadio un día se vivió algo así, hoy el Cádiz debe escuchar esos fantasmas cuando salté al campo.
No se puede olvidar
¿Habrá alguien en El Sardinero esta tarde que haya olvidado cómo corría Moratón con aquella camiseta en honor a su abuela? Fue el último ascenso a Primera sin apenas digerir el fracaso de un año antes. Lo único que puede haber cambiado en los aficionados de entonces y los de hoy serán las canas que muchos de ellos peinan y la posición en el campo; a buen seguro los que en esos días disfrutaban en la Grada entre saltos y gritos hoy rumiarán su impotencia y desesperación racinguista en Preferencia o Tribuna. Los años aportan temple, pero no restan ansiedad.
Tardes como la de hoy sólo se pueden vivir en determinados escenarios. Los sueños son gratis, pero no tienen permiso para vagar en cualquier lugar; en El Sardinero viven. El espíritu de los que ya no están empuja como el que más. Los Manolo Preciado y Nando Yosu volverán a enfadarse cuando las cosas no salgan bien; cuando el árbitro señale en contra ese saque de banda o el asistente levante la bandera para anular la carrera en solitario de Dioni. Todos los bigotes de los años setenta protestarán si al de negro se le escapa ese penalti cometido sobre Óscar en el área del Cádiz. Hasta Maguregui regará el campo con lágrimas una vez más desde lo más alto cuando al finalizar el partido de hoy, sea el Racing el que continúe vivo en el play off.
«¿No le darías una segunda oportunidad a lo que más quieres?». La pregunta va directa al corazón, donde habita el racinguismo. La campaña que el club santanderino ha hecho que navegue por las redes sociales apela precisamente a ese sentimiento que hoy compartirán los espectadores en El Sardinero. En este estadio los milagros tienen carné de socio, como los abonados; las hazañas entran con invitación; las alegrías cruzan la puerta con permiso Vip; la pasión se cuela por las rendijas sin llamar a la puerta y la ilusión vive empadronada en su interior.
Hoy no se juega un partido más. Esta tarde el fútbol es la excusa para acariciar la gloria de los pobres. Para el Racing, seguir adelante en la fase de ascenso a Segunda División no es más que negarle a la fatalidad que siga haciendo de las suyas. Un pasado tan glorioso no puede desaparecer de un plumazo. Por eso, hasta el Cádiz y sus aficionados con las mismas necesidades, pero con menos argumentos, con permiso a partir de las 19.00 horas se darán cuenta de que el futuro se escribe, en ocasiones, al dictado del ayer y el pasado del Racing alza la voz para ser escuchado.
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