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Marcos Menocal
Lunes, 12 de septiembre 2016, 18:50
El que va a la guerra, va con todo. Por eso el Racing fue el domingo a Ferrol con lo que tiene, sin escatimar, esconder ni especular. Esas aptitudes suelen acabar como el rosario de la Aurora. La guerra en el fútbol, como en la vida permítase la comparación, cuando más daño hace es si aparece por sorpresa, sin que se la espere. Ángel Viadero que conoce perfectamente de lo que era capaz el Racing de Ferrol decidió ayer en A Malata alistar a lo mejor sin guardarse nada y devolvió los galones a los almirantes que comandaron la nave el pasado miércoles en la Copa del Rey: Granero y Álvaro Peña. La pareja de pivotes más repetida el año pasado se estrenó en esta Liga en la cuarta jornada. Curioso.
Pese al triste recuerdo martilleante del resultado final cosechado el pasado ejercicio, de lo poco que no duda el racinguismo es que el dúo formado por el valenciano y el vasco fue de lo mejor que se vio. Quizás por esa razón el técnico santanderino apostó por esos dos soldados para la presunta guerra que se avecinaba. Acertó. Entre los dos se apañaron para ocupar la zona ancha del campo, superar en efectivos al rival, hilvanar el fútbol de su equipo y hasta para sumarse al ataque.
A Granero se le quedó corta la primera mitad en la que se incorporó al ataque en tres ocasiones y en una de ellas puso a su equipo por delante. Como en todas las guerras hay vencedores y vencidos y como a todos los soldados en unas ocasiones les toca combatir y en otras, pasar a la reserva. A Sergio Ruiz, el chaval de 19 años que asumió las labores de jefe en las tres primeras jornadas, ayer le tocó rumiar la impotencia del banquillo. Siguió vestido de soldado, pero en el cuartel. Las estrellas en los hombros pesan, al menos de partida. Y como el fútbol es un escenario en el que las oportunidades no se pueden dejar escapar, los dos veteranos se afanaron en aprovecharlas. Granero tuvo más presencia que nunca y confirmó un buen momento de forma; si ya ante el Llagostera dio un paso adelante, ayer en Ferrol siguió creciendo.
"Sobrado para esta categoría"
Para él fue un respiro actuar en el centro del campo, ya que por obligación lo hizo como central ante el Palencia y sufrió desorientación, algo preocupante cuando te juegas tanto. "Es un pivote sobrado para esta categoría", reconoció Ángel Viadero al término del partido.
El valenciano es un medidor casi perfecto del carácter del Racing. Su ímpetu es necesario y por ello conviene que sepa regularse para llegar al mes de mayo con una buena dosis sin desgastar. Por otro lado, la presencia de Peña aporta la pausa, el toque y el criterio. El partido del domingo no fue el del vasco; cumplió pero tampoco destacó; sus carencias fueron suplidas por el ir y venir de su compañero de demarcación. No es descabellado afirmar que se complementan; a uno le falta temple y le sobra nervio y a otro le falta mala leche y le sobra clase.
Hay días, como el domingo, en que son mejores si están juntos. Sin embargo, a Peña, que recuperaba su puesto después de un partido de sanción, se le hizo un poco largo el partido. Además, el vasco necesita del balón para dejarse ver y ayer no tuvo mucho la pelota. Si su fútbol se atasca, Coulibaly, Aquino y Caye Quintana, que entró en la segunda mitad, se secan. El Racing necesita un suministrador y en Ferrol no fue protagonista. Por eso, la presencia de canteranos como Sergio Ruiz, Javi Cobo... no es más que una buena noticia; a casi todos los soldados les llega un día el ascenso y los dos chavales volverán a tener su oportunidad.
Oxígeno para el final
En Ferrol no le pareció a Viadero que había sitio para los canteranos. Por primera vez en lo que va de Liga, en su alienación no apareció un sólo 'chaval de casa'. Tan sólo recibieron el visto bueno Óscar y Javi Cobo, que saltaron al terreno de juego en la segunda mitad. La frescura, la juventud y las ganas de agradar que tiene siempre la savia nueva es un condimento perfecto para desarmar a un enemigo ahogado y necesitado.
Así lo vio Viadero, que apostó por los galones de principio y luego le dio confianza a los que apenas hace un mes que juraron bandera. O escudo, según se prefiera. Los ferrolanos intimidaron más por su nombre y su pasado que por sus prestaciones y el ejército de veteranos y resabiados que puso en escena el entrenador cántabro hicieron valer su uniforme. El Racing, a base de orden y saber estar maniató a su enemigo, teóricamente un rival directo para cuando llegue la guerra de las guerras, y salvo en los momentos finales, con ese pequeño bagaje le sirvió.
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