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Marcos Menocal
Lunes, 28 de noviembre 2016, 07:19
Calles con nombre de poeta. La barriada cercana al estadio Hermanos Antuña está compuesta de una milimétrica disposición de edificios cortados todos ellos por el mismo patrón; un ejemplo de aquella urbanización de primeros del siglo XX que dio cobijo durante décadas a las familias ... de los mineros. Estampa costumbrista. Pues por allí, bufanda al cuello, pasearon desde la última hora de la mañana los racinguistas que decidieron pasar la tarde del domingo en Mieres. "¿Dónde comemos?", preguntaba uno de tantos que al filo de las 13.15 horas aparcaba su coche a escasos metros del campo del Caudal.
A esa misma hora llegó el autocar del equipo, apenas dos horas y cuarto de viaje desde La Albericia. Por el camino coincidieron en la autopista la expedición del Racing, la de Nukleo Asón y la que fletaron al alimón Ojáncanos, Aupa Racing y Racinguistas Online. Junto a ellos, de manera particular y en sus coches numerosos seguidores verdiblancos dieron colorido a la carretera. Eso también es una costumbre desde que el Racing se empeñó en visitar los campos de los equipos modestos del fútbol nacional. Lástima de costumbre.
En Mieres se respiraba tranquilidad y sosiego; la proximidad de las montañas le dota a localidad asturiana de un encanto extra, sobre todo cuando las cumbres de las más altas enseñan la nieve. Este año, el humilde equipo local, cuna del fútbol asturiano, vuelve a estar entre los grandes; la pasada temporada tuvo que ganarse el pan en la Tercera División, por eso para sus aficionados que este domingo fuera el Racing el visitante no dejaba de ser un motivo de orgullo. "El Racing es el Racing", repetían los vecinos.
A la salida de misa
A la salida de misa, al filo de las 13.30 horas, se mezclaron en una de las plazas los devotos y los hinchas del Racing. La zona de vinos y de las sidres linda con el santo edificio y la casualidad quiso formar durante unos minutos un remolino curioso y entrañable. Ambiente de cordialidad total en las terrazas de Mieres, donde el sol quiso facilitar la jornada y premiar tanta fidelidad. "Tanto escanciar, al final se me va a dar bien", bromeaba uno de los peñistas, incondicional en todos los viajes de su equipo. Y es que en los últimos años los domingos es habitual viajar a Mieres, Luanco, Oviedo, Avilés, Villaviciosa... Precisamente esta última localidad, el paraíso de la sidra como la llaman los asturianos fue lugar de paso. Allí, junto al televisivo pueblo de Tazones donde se grabó el último anuncio de la lotería de Navidad la afición racinguista comenzó su leyenda, la misma de la que se hablaba también este domingo en la cuenca minera. "¿Cuántos fuisteis allí, más de 3.000?", preguntaba extrañado el camarero de El Llagar, una de tantas sidrerías que pueblan las calles de Mieres. No fue lo mismo, ni mucho menos, esta vez alrededor de 400 valientes apostaron por no perderse una buenas fabes y el partido de su Racing.
No hay nada como ganarse el respeto con hechos. Es una pena que en esto del fútbol no suelan casar los intereses de un equipo con los de sus rivales. Los vecinos de la localidad asturiana agradecieron el desembarco, discreto en esta ocasión, de los verdiblancos que sacaron de la monotonía y la rutina a una tarde más. No se colgó el cartel de no hay mesa libre, pero desde luego la afición racinguista volvió a poner una pequeña muesca más en su cuenta. Todo fue tan tranquilo que resultó llamativo que el autobús del Racing fuera escoltado desde su hotel de concentración, el Mieres del Camino, donde comió e hizo la sobremesa, hasta el estadio. Los viandantes seguían con la mirada la comitiva extrañados. Mejor prevenir que lamentar, pero ayer desde luego la policía podía haber librado.
Dentro del campo, llegó una pequeña polémica precisamente por la seguridad. Los responsables del Caudal, para evitar supuestos líos, decidieron colocar a la afición racinguista en la zona de Tribuna, por lo que los socios tuvieron que modificar su habitual localidad. "Pero, ¿por qué? ¿Si no pasa nada nunca?", decía uno de los abonados asturianos. En frente, en la otra banda, el Frente Tensión animaba desde lejos a los locales. Y con esta estampa, llegó la hora del fútbol. El Racing, de azul turquesa, y el Caudal, de negro. El sol, poco antes de las 18.00 horas, se fue a dormir y con el frío se agradecía que en la zona de Tribuna todos se apretaran un poco. El árbitro señaló el inicio y el reloj empezó a correr; luces artificiales y algún purito. Por megafonía se escuchó el himno local. Los altavoces estaban roncos. Cosas de Segunda B.
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