Justicia deportiva
Definir como algo más que una negligencia actuaciones en las que se pierden obscenas cantidades de dinero público también debiera ser objeto de la Justicia
Javier Barbero
Jueves, 19 de enero 2017, 07:22
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Javier Barbero
Jueves, 19 de enero 2017, 07:22
Se cumplió el guión esperado en el caso Racing. La Justicia se pone de perfil al no interesarle acortar la distancia que separa la mala gestión o incluso la negligencia de la comisión de un posible delito. "Que sean los ciudadanos, con su voto, los ... que impartan Justicia llegado el momento. Que midan ellos el castigo que debe imponerse a los desmanes cometidos desde la administración pública", viene a decir el ordenamiento jurídico. No sólo en este caso, sino en otros muchos. Oigan, para decir que alguien es culpable por haber matado o robado y que debe ir a la cárcel no hace falta ser juez, sino tener dos dedos de frente, supongo. Definir como algo más que una negligencia actuaciones en las que se pierden obscenas cantidades de dinero público también debiera ser objeto de la Justicia. Pero claro, "nosotros sólo aplicamos las normas existentes, nada más". Y quienes tienen que cambiar esas normas son los propios políticos. Total, que siempre perdemos los mismos, los que aflojamos la cartera para pagar los dispendios producidos por algo más que una pésima decisión.
Los mismos dos dedos de frente necesarios para aplicar el sentido común son los que también nos servían para teclear hace seis años en un ordenador. Bastaba con poner un par de palabras: Alí Syed. Automáticamente aparecían la lista de andanzas del indio en cuestión antes de aterrizar en Parayas: una turbia operación urbanística en Australia o cómo había dejado con un palmo de narices a varios empresarios brasileños del negocio de la madera. También, que en Inglaterra la Premier League le había prohibido hacerse con la propiedad del Blackburn Rovers. Pero claro, en Cantabria sonaba bien la música de que, por fin, el Racing tuviera un dueño; un accionista de referencia, un salvador decían. Y le abrieron, aun siendo domingo, las tiendas del centro de la capital y las puertas de Gobierno y Ayuntamiento sirviéndole también en bandeja de plata el mayor ridículo en la historia de esta región. Una mala decisión, lástima. A otra cosa. La Justicia dice que no existen pruebas de delito y la administración argumenta que no entiende la responsabilidad de su gestión con nombres y apellidos. Que te puedes pulir los millones que te dé la gana sin que se note mucho, eso sí porque al final todo quedará reducido a una mala decisión o a una gestión de la que únicamente tendrás que dar cuenta a tus propios votantes.
De la situación deportiva, poco que añadir, salvo la constatación de que con lo que hay el ascenso será una misión imposible. Y, curiosamente, todo lo contrario que en la política, el éxito o el fracaso de la temporada sí tendrá una responsabilidad con nombres y apellidos. Es más, si en tres semanas el equipo no gana, todas las miradas pedirán respuestas al banquillo. Y si la situación continúa sin visos de mejora, será al palco a quien le piten y le saquen los colores, exigiendo dimisiones inmediatas y cabezas rodando por el suelo. Justicia deportiva. Ésa sí que funciona de verdad. Y con qué rapidez, oigan. Total, que el ser humano sólo exige responsabilidades con vehemencia cuando su equipo pierde. Eso es lo que nos angustia de verdad. Las pésimas gestiones que provoquen millones de euros perdidos en otros órdenes de la vida nos siguen resultando ajenas, por más que sea nuestro propio dinero el que esté en juego. Igual da. ¿Qué es eso comparado con que a tu equipo le pase por encima el Celta B? Así nos va, claro.
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