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Raúl Gómez Samperio
Domingo, 19 de marzo 2017, 08:08
León era una plaza inexpugnable. Desde 1942, año en el que se disputó el primer partido del Racing contra la Cultural Deportiva Leonesa, el conjunto cántabro no había sido capaz de ganar a los leoneses en su terreno de juego. Pero en aquella temporada, la ... de 1957-58, hubo algo que interrumpiría aquella racha de derrotas incesantes, una causa cierta de la victoria, un hombre que había regresado a Santander para demostrar que si en El Quijote alguien dijo que «nunca segundas partes fueron buenas», él estaba dispuesto a negarlo incluso en terceras, porque con 35 años volvía al equipo un jugador irrepetible que estaba aupando al Racing a lo más alto de la clasificación de la Segunda División: Rafael Alsúa.
Los cántabros siempre perdían en León. Daba igual el superior historial deportivo de los racinguistas, su carácter de favoritos o incluso su mejor juego. Los leoneses siempre se llevaban el gato al agua. Pero en la temporada 1957-58 el Racing se mentalizó en ocupar las primeras plazas del grupo Norte de la Segunda División, manteniendo una dura pugna con el Real Oviedo. Antes de viajar a León, se había logrado convencer a Rafael Alsúa para que se incorporara al Racing, ya que después de su etapa en Jaén, el guipuzcoano no disponía de equipo. Aunque era muy querido en Santander y atesoraba excelentes e inolvidables tardes de fútbol, había algunos aficionados que dudaban de su estado de forma, pero Alsúa expuso sus argumentos en el campo con juego, con pases y con goles para enmudecerlos.
El partido contra la Cultural se jugó el 26 de enero de 1958 en los campos de La Puentecilla. El día anterior había llovido y nevado, así que el césped estaba blando y húmedo. El Racing presentó una alineación formada por Lobera, Santín, Santamaría, Trueba, Somarriba, Pardo, Elizondo, Vicedo, Gómez, Duró y Alsúa. Los leoneses, algo precipitados, dominaron territorialmente en los primeros minutos, mientras que el Racing dejaba hacer a sus rivales reteniendo sus avances y haciéndoles lentos y previsibles. Poco a poco, Pardo y Somarriba se fueron imponiendo en el centro del campo, proporcionando a los cántabros jugadas de contraataque que sorprendían a la zaga local. En una de esas jugadas por la banda derecha, Elizondo lanzó un centro que fue interceptado por el defensa Rabadán, pero dejando la pelota a los pies de Rafael Alsúa dentro del área que no dudó en fusilar al guardameta Cosme. Los leoneses empataron poco después, en el minuto 29, cuando sacaron una falta en el centro del campo y el defensa racinguista Trueba, en su afán por despejar de cabeza, metió el balón en su portería. El tanto enardeció a los jugadores y público de la Cultural. El entusiasmo local era un empuje preocupante para los montañeses, pero entonces surgió el temperamento de Rafael Alsúa, como si sus genialidades se cultivaran en los momentos más difíciles.
Pedía constantemente la pelota, engañaba a sus rivales y tejía combinaciones ventajosas con sus compañeros. El ímpetu leonés se atenuó cuando en una de esas jugadas llevadas por Alsúa, un defensa tuvo que recurrir a la mano dentro del área para evitar el mal mayor. El propio Alsúa transformaría el penalti en el 1-2 con el que finalizaría la primera parte. Tras el descanso, y pocos minutos después de iniciarse la segunda mitad, llegaría la puntilla para los de León. De nuevo Alsúa domesticó el balón, lo condujo hacia la excelente posición de Elizondo y éste remató el 1-3, resultado con el que finalizaría el encuentro. Los minutos finales de la segunda parte se resolvieron con un constante dominio de los leoneses que estrellaron dos balones en el palo y convirtieron a Lobera en uno de los mejores jugadores del partido, junto a Alsúa. Así fue como el Racing ganó por primera vez a la Cultural en León.
Aquella victoria convirtió al Racing en líder de Segunda División, enfilando el camino recto hacia el ascenso. Pero también supuso el punto de inflexión que condicionaría toda la temporada. En León jugaría su último partido con el Racing Manuel Gómez, que con 14 goles era el Pichichi de la Segunda División. El Sevilla, agobiado por su mala clasificación en Primera, fichó al ariete racinguista, y a Santín, otro de los hombres fijos del equipo. Fue una manera de decir no al ascenso que provocó la dimisión del entrenador racinguista, Enrique Orizaola.
En aquella temporada, la de 1957-58, el tercer regreso de Rafael Alsúa demostraría que si en El Quijote alguien dijo que "nunca segundas partes fueron buenas", él estaba dispuesto a negarlo incluso en terceras. Lástima que el Racing renunciara al ascenso para aumentar su leyenda, conformándose con su merecida proclamación de conquistador del reino de León.
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