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El Racing no tiene su acta de fundación; solo una copia. En algún momento entre 2007 y 2014 el cuaderno que la contenía desapareció. Se conservan copias gracias a que Raúl Gómez Samperio y José Manuel Holgado, patrono y empleado de la Fundación Racing e investigadores de la historia del club, decidieron hacerlas para conservarlas en su propio archivo... y por si acaso. Hicieron bien. Gracias a ellos se sabe cómo es el documento, pero cuando en enero de 2014 el club fue 'liberado' y se puso fin a la Era Okupa el cuaderno con la primera acta -y las siguientes- ya no estaba en los Campos de Sport. Había llegado al club muy poco antes; en 2007.
También ha desaparecido el trofeo que acreditaba al Racing como ganador del Campeonato de Cantabria de 1923, que había sobrevivido muy deteriorado -le faltaba una de las dos asas-, pero llegado al siglo XXI, de lo que existen testimonios fotográficos. Era una pieza muy importante para un club no solo por su modestia, sino porque en 1937, durante la Guerra Civil, sufrió el saqueo de todos sus trofeos de plata. «Cuando llegamos faltaban muchas cosas», recuerda David González Pescador de aquellos días de enero y febrero de 2014. Pero siendo una pérdida sensible, no lo es tanto como la de la partida de nacimiento.
El caso es que unas actas que llevaban en el club muy pocos años han desaparecido. Ninguno de los responsables del Racing desde que un juez de guardia obligó a Harry a convocar la junta que le desalojó del puesto que detentaba -y a la que ni asistió- saben de su paradero ni las han visto, y se dan de facto como perdidas. Resulta llamativo que ningún empleado o dirigente histórico del club recuerde haberlas visto, tampoco en ese breve periodo entre 2006 y su desaparición, como ha confirmado El Diario. Ni durante la breve gestión de Manuel Huerta, que formalmente continuó hasta bien entrado 2006. Pero sí se tiene constancia de que existían, se entregaron y estuvieron brevemente en el club. Los propios Samperio y Holgado, que las tuvieron en sus manos -facsímiles que hicieron lo constatan-, lo confirman.
Aquellas primeras actas las custodió durante años uno de los fundadores, Carlos Iruretagoyena, que a los 17 años de edad fue el primer secretario del club -todos los fundadores excepto el presidente, por exigencia legal, eran menores de edad-. No se fiaba. Temía que si las entregaba terminaran perdiéndose. Sabía lo caótico que era el Racing con su archivo y había vivido en primera persona las mareas vivas que cada ciertos años anegaban unos viejos Campos de Sport en primera línea de playa. En su casa estaban cuando en 1941 el fuego devoró la sede del Racing, situada en la segunda planta de un bar de la calle Colón.
No fue hasta los años setenta cuando, ya mayor, comenzó a barruntar qué hacer con ese viejo cuaderno, y cuando el entonces presidente verdiblanco, José Manuel López Alonso, le entregó la insignia de oro, se decidió a dar el paso. Le dio a él las actas, pero con una condición: que las custodiara él personalmente; nada de dejarlas en la sede del Paseo Pereda o en algún cuartucho de los viejos Campos de Sport.
Y así lo hizo el presidente, pero cuando él mismo se sintió mayor pensó que, esta vez sí, que ya era hora de dar el relevo. Tres años antes de morir, y después de prestar a Samperio y Holgado el cuaderno para que hicieran las copias, se lo entregó al Racing, convencido de que ya en la época moderna sabría custodiarlo. Se equivocaba: apenas aguantó en la sede social antes de desaparecer. Hasta entonces tampoco se había preocupado el Racing por ello, pese a tener unos cuantos cuadernos escritos a mano también de principios del siglo XX con el resto de la colección. Se sabía que el acta original que se guardaba era una copia; que no estaba el cuaderno original. Los empleados daban simplemente por hecho que en algún momento se perdió, sin saber que en realidad ese primer tomo no había estado nunca en el club. Sin preguntarse -o sin conseguir averiguar- de dónde se obtuvo aquella copia.
Y llegaron la época de Ali Syed, la administración concursal y la Era Okupa, con Ángel 'Harry' Lavín como presidente y Pernía gobernando aún en la sombra. Cuando en 2014 se les desalojó el documento ya no estaba en los Campos de Sport. El cuaderno que gracias al tesón de dos racinguistas como Iruretagoyena y López Alonso sobrevivió a las inundaciones del Sardinero, a una guerra, al saqueo de los trofeos durante el franquismo, al incendio más pavoroso que conoció la ciudad y a la escasa o nula conciencia del valor histórico de los documentos que ha tenido desde siempre el Racing, en la mayor parte de los casos por simple desconocimiento y no por mala intención, de pronto desapareció.
Existe una confusión muy extendida: que el acta se encuentra en el Museo del Deporte de Santander, situado en el Palacio de los Deportes, a escasos metros de los Campos de Sport. No es así. Lo que se expone en una de esas vitrinas temáticas es otra copia cedida en su momento. También durante años, y a raíz de la recuperación, una joyería de Santander hacía por encargo del club reproducciones facsímiles de la primera página para, enmarcadas, entregarlas como regalo institucional.
El acta fundacional no es -o era- un papel, legajo o varias hojas sueltas, sino que abría el cuaderno en el que Iruretagoyena escribía y firmaba los acuerdos de cada reunión de la junta directiva hasta que, sencillamente, se terminó y compró uno nuevo. En concreto ese cuaderno contiene -o contenía- las actas del club desde el 14 de junio de 1913 hasta la del 18 de enero de 1916. Y a partir de él -no existía otra fuente- se hizo la réplica que aproximadamente desde 2007 se regalaba como obsequio institucional, según confirman responsables del momento que, sin embargo, acotan que nunca vieron el original.
En 2007 las actas llegaron al club, según recuerda Gómez Samperio, y Holgado tiene constancia de haber consultado de nuevo las actas en ese mismo año, cuando pidió permiso a tal efecto. Una vez desalojado Lavín la directiva de Tuto Sañudo, Pedro Alba y David González Pescador, entre otros, recibió la solicitud de las peñas de material para el aniversario 101 del Racing, ya organizado en colaboración con el club después de que Harry frenara cualquier iniciativa con el centenario. Fue entonces cuando se detectó que faltaba el cuaderno con las primeras actas, un documento que les constaba estuvo anteriormente en los Campos de Sport. Lo recuerda Bernardo Colsa, líder de la oposición a Harry que organizó la muestra en sus últimos días como presidente de las peñas, antes de convertirse en gerente de la Fundación Racing en el inicio de un proceso de reconstrucción que aún está lejos de haber concluido.
Esta grave pérdida de patrimonio recuerda a otra que se produjo a finales de 1937. Tras la entrada de las tropas franquistas en Santander durante la Guerra Civil, el 25 de agosto los Campos de Sport se convirtieron en campo de concentración, pero una vez se trasladó a los presos a otras cárceles y campos más estables recuperaron su función original. Fue entonces cuando se organizó un partido amistoso con un doble objetivo: propagandístico y de recaudación de fondos para el bando nacional.
El Racing estaba virtualmente desarticulado -tuvo que reestructurarse casi desde cero en 1938 con ayuda de sus veteranos, que evitaron su disolución-, su directiva ausente, huida o exiliada y el club inerte, pero en el descanso una representación de Falange se apropió de todos los trofeos de plata del club en lo que se presentó como una «generosa donación» del Racing -no invitado al acto- a la causa que sería, además, devuelta. Se da por hecho que se fundieron y nunca regresaron.
También de aquello se había salvado el cuaderno que custodiaron Iruretagoyena durante siete décadas y López Alonso durante otras tres. Fue llegar al Racing y desaparecer, ya fuera por pérdida o de otro modo. Como tantas otras cosas.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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