Borrar
Ansola
Alsúa, el genio que no quiso volar
Leyendas de aquí

Alsúa, el genio que no quiso volar

El miedo al avión del mítico jugador del Racing no fue más que eso, un mito, y nunca renunció a jugar por ello

Aser Falagán

Santander

Domingo, 11 de junio 2023

Cuentan, dicen, se comenta, que Rafael Alsúa tenía un proverbial carácter. Tal vez sea verdad o quizá no, aunque todos los indicios indican a que, efectivamente, así fuera. Pero no es la única historia labrada en torno a la icónica figura de quien pudo ser uno de los mejores futbolistas que jugó en el Racing en todos los tiempos. Decían los viejos que nunca hubo alguien como él. Quizá no fuera el mejor, o tal vez sí, pero, en cualquier caso, una de esas figuras que trascienden la cotidianidad y dan un paso más allá para rayar la genialidad.

El caso es que la maestría futbolística de Rafa Alsúa nació de la mano de su leyenda, con una personalidad inconmensurable y a veces conflictiva que alumbró millones de historias que trascendieron los años y las épocas para dejar poso en el racinguismo, tan calado de sentimiento que una figura iconoclasta como la del genial guipuzcoano le viene como guante a medida.

El caso es que Rafael Alsúa, el proverbial atacante, no solo fue bandera del Racing de los años cincuenta del siglo XX, sino un personaje icónico del Santander de su tiempo; de la ciudad en la que se quedó para siempre con su familia y de un Racing que marcó época con los Mathiensen, Echeveste, Herrero, Joseíto, Gento, Zamoruca y muchos más.

Genio incomprendido, en ocasiones por jugar en equipos pequeños —aunque pasó con poco éxito por el Real Madrid, deslumbrado por la clase de aquel interior izquierdo antes de recalar en los Campos de Sport,– y en otras por su carácter indomable y en ocasiones difícil, siempre quedó el poso de que con una clase inigualable podía haber picado incluso más alto. Más aún de que se le recuerde como un emblema más de medio siglo después a las orillas de El Sardinero.

El caso es que Rafa Alsúa solo disputó dos partidos como internacional con la selección española. Todo un hito, aun así, si se tiene en cuenta que lo hizo jugando en el Racing. O en el Real Santander, como se le impuso a una sociedad ya centenaria cuando una absurda ley franquista obligó a todos los clubes a adoptar un nombre en castellano.

Cuentan las historias que durante aquel viaje a Turquía, el de Irún la lió parda. En realidad no era su debut con la Roja, que entonces no se llamaba así, sino que el jugador de aquel modesto Racing que hacía no demasiado tiempo había abandonado la élite tras más de una década de supervivencia había vestido por primera vez la camiseta roja en el partido de ida de la eliminatoria para la clasificación del Mundial de Suiza.

El primer partido se disputó en Chamartín y un Alsúa titular –entonces no había cambios– marcó el cuarto tanto en el 4-1 que España le endosó a Turquía.

Pero había que jugar el partido de vuelta. En Estambul –y esto es importante– Turquía ganó 1-0 y en una época en la que no se tenía en cuenta la diferencia de goles, la eliminatoria quedó empatada. De hecho, tras un tercer partido de desempate en Roma, España se quedaría fuera de la Copa del Mundo.

Pero no es eso lo que nos ocupa. El caso es que en aquel partido de vuelta Alsúa, que tenía un cerril miedo a volar, armó un espectáculo en pleno vuelo preso del terror, todo un contrasentido en una personalidad arrolladora y sobrada de carácter. Tanto que le dijo al seleccionador que nunca más le convocara si implicaba un viaje aéreo. Y así fue como el mítico extremo izquierdo no volvió nunca a vestir la Roja, que entonces no se llamaba así, entre otros motivos porque nadie se habría atrevido a hacerlo.

En realidad todo es falso, porque el genio siniestro nunca tuvo ningún temor al avión, pero la historia hizo fortuna. Y por eso se sigue hablando, décadas y décadas después, de su miedo a volar.

También se fabula sobre su afición a la caza, tanto como para llegar a un entrenamiento en los viejos Campos de Sport con una escopeta para que sus compañeros le lanzaran balones y probar tino contra el cuero. Lo único que, en este caso, la historia es verídica. Porque el genial, para bien y para mal, Rafa Alsúa marcó toda una época en Santander. Que se lo pregunten a Manuel Huerta, entonces alcalde, cuando le llamó indignado porque le habían multado en la OLA, ya en la recta final de su vida. Era nada menos que Alsúa, con su tienda de deportes frente al Coliseum, y multarle era poco menos que un anatema. Pasado el cambio de siglo, sus galopadas por la banda y su definición ante el guardameta visitante siguen siendo mitos en el solar de los viejos Campos de Sport, sobre los que aún planea el espíritu de Alsúa.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

eldiariomontanes Alsúa, el genio que no quiso volar