Amor a primera vista
Flechazo verdiblanco ·
El escocés Paul MacWard vio al Racing perder en el Camp Nou, pero su vida cambió para siempre. Acabó enamorado del club, se mudó a Santander y se casó con una cántabraSecciones
Servicios
Destacamos
Flechazo verdiblanco ·
El escocés Paul MacWard vio al Racing perder en el Camp Nou, pero su vida cambió para siempre. Acabó enamorado del club, se mudó a Santander y se casó con una cántabraSe puede cambiar de coche, de amigos, de ciudad e incluso de pareja. Pero el amor a un equipo de fútbol es inquebrantable. Eso dicen. Y eso parece. Aunque a Paul MacWard (Glasgow, 12 de julio de 1983) el flechazo le llegó ya crecidito. De ... forma inesperada. El dardo le cambió la vida para siempre. Porque se enamoró de un equipo de fútbol, cambió de ciudad -varias veces, hasta llegar a Santander- y de país y se casó con una cántabra. Lo que el Racing ha unido. El amor a unos colores, que todo lo puede.
Y eso que lo primero que vio fue una goleada. En contra. Ni siquiera iba a ver a los de verdiblanco. Casi ni los conocía. En noviembre de 2005, su padre organizó un viaje con Paul y su hermano a Barcelona, para visitar el Camp Nou y ver a los Eto'o, Messi, Ronaldinho y compañía. Pero a él le hicieron ojitos los Pinillos, Óscar Serrano, Vitolo y demás. 4-1 perdió el equipo de Manolo Preciado, pero a alguien conquistaron en el inmenso graderío del estadio blaugrana. «Empecé a tener curiosidad por el Racing. Sólo conocía a Real Madrid, Barça y Atlético. Del Racing, como mucho en el Fifa o el Football Manager». A través de Sky Sports, empezó a ver los partidos del equipo cántabro. «Y me gustó...».
1 /
Una cosa llevó a la otra. «Empecé a asistir a clases de español y, en 2009, fui valiente y decidí venir. Para salir de mi ciudad -Cumbernauld-, relajarme, prácticar el idioma... Y ver al Racing». Con ironía británica cuenta cómo aterrizó en Parayas. Subió en un taxi y leyó en un papeluco su destino: 'Calle Joaquín Costa, por favor'. «Estaba como un turista en Nueva York. Con mucha ilusión, porque iba a ver por primera vez al equipo aquí». Era marzo. Cerca de las once de la noche. Dejó su equipaje en el hotel y se fue andando hasta su meca. Solo. Dio una vuelta a los Campos de Sport. «Y, ¿lloraste?», interrumpe el relato su mujer, Toñi Mier -Santander, 3 de marzo de 1980-, entre carcajadas. «No, no lloré», se pica Paul. Eso sólo lo sabe él, pero tiene pinta de que poco le faltó.
Las frases
Paul MacWard, aficionado escocés del Racing «Cuando llegué a vivir a Santander, lo primero que hice no fue buscar una casa, sino sacar mi carné de abonado»
Las vacaciones le dieron para ver un Racing-Numancia. Cogió una entrada para Tribuna Central, «porque podía ser la única vez en mi vida que visitase el estadio». Y se compró una camiseta. La misma arlequinada verde y negra que porta durante la conversación.
«El Sardinero, hace sol, 5-0... ¿Santander siempre es así?». La magia de las primeras citas. «Disfruté tanto, que volví en octubre. Otra vez, no había nubes. Era un milagro. Así que me fui a la playa a tomar el sol y me quemé», cuenta. «Un guiri 'quemao'; típico», interpela Toñi, divertida.
Presenció algún partido más en los Campos de Sport, pero las vacaciones las programó también para seguir al equipo por España. Allá que se fue, a Sevilla, a Málaga y al Santiago Bernabéu. «La única cosa que no me gusta del Racing son los colores, porque son como los del Celtic», ironiza. Pero no se engañen. Tampoco es simpatizante del Rangers, el otro protagonista del duopolio de la Liga de su país. En su tierra sigue al Clyde Football Club, equipo de la cuarta categoría escocesa. Porque en el fútbol, Paul se opone al poder establecido. Quizá por eso, ese 27 de noviembre de 2005, en el Camp Nou se fijó en el más modesto. «Nunca me gustaron los equipos grandes. Siempre he preferido apoyar a los pequeños. Porque el Racing, por ejemplo, es un club que hace comunidad, espíritu... Y puedes tener una conexión con los jugadores. Te los puedes encontrar por la calle, o en el Lupa. Son chavales normales», explica.
Lo del supermercado no es un detalle nimio. Porque a eso se dedicaba Paul en Escocia. La rutina empezó a hacer mella. Aunque no quería reconocerlo, era el racinguismo el que estaba tirando de la cuerda. «Quise cambiar de vida. Siempre pensé en vivir en otro país». Hace diez años dejó su trabajo y se marchó a Eslovaquia para ejercer como profesor de inglés. Así, en plan random. Pero el país centroeuropeo iba a ser su primera parada hasta el destino real. Porque Paul y Santander estaban condenados a encontrarse.
Mandó su currículum a España. Tuvo efecto. Cada vez más cerca, se trasladó a Zaragoza. Y cuando el Racing, entonces en Segunda División B, rondaba tierras mañas, allí estaba él. Como en Tudela. Entonces le salió trabajo 230 kilómetros más acá. En Vitoria. Los Campos de Sport ya estaban a hora y media de distancia. Su jefa, que sabía del enamoramiento de Paul, cuando quedó libre una vacante en la academia de la capital cántabra, no dudó en ofrecérsela. «Y la cogí con las dos manos», gesticula. «Al instante». 2018. Meta. Eran las fiestas de Santiago. Cachivaches en el aparcamiento del estadio verdiblanco. «Cuando llegué a Santander, lo primero que hice no fue buscar una casa, sino sacar mi carné de abonado».
Sin embargo, el destino aún le tenía preparadas más cosas. «Pensaba, ¿y si tengo una novia santanderina? Y elegí a la más loca», bromea. Paul y Toñi se conocieron por internet. En 2019. «Con 39 años, Toñi sólo había estado en dos partidos en su vida. Pero, desde entonces...». «Al principio me aburría», reconoce ella, que no se imaginó en una grada, con una camiseta de un equipo de fútbol, en la vida. «Creo que los dos primeros partidos a los que vino conmigo terminaron empate a cero», reconoce el escocés. Como para hacer afición. «Pero ahora ya... -hace el gesto de voltear la bufanda-. Lolololo». «Ahora grito más que él», afirma Toñi, que finalmente cayó en la telaraña del racinguismo. Ay, el amor. «Funcionamos muy bien juntos. Formamos un gran equipo». Una sociedad como Íñigo Vicente y Peque.
El vasco es uno de los jugadores que le llama la atención del Racing actual. También el otro Íñigo. O Arana. Y del pasado, «Pedro Munitis, Zigic... Me gusta Toño...». «Y ahora te gusta Toñi», sale al paso su mujer. Carcajadas. «Mi sueño hecho realidad. Sí, sí, tú también», con acento de Cumbernauld.
Paul ya no tiene escapatoria. Como buen racinguista, le persigue una ilusión, la del ascenso a Primera. Y el amor. A su equipo, a su nueva ciudad y a su esposa. «Aquí me siento parte de la comunidad. Ahora me siento más guiri cuando vuelvo a Escocia», afirma.
Cuando le pidió matrimonio a Toñi, hincó la rodilla en Piquío. La santanderina dijo sí, como respondió afirmativamente él cuando el Racing se interpuso en su camino. Ayer, le tocó repetir el gesto sobre el césped de los Campos de Sport. La parafernalia de los reportajes. Estaba nervioso. Mucho. «Nunca he estado aquí», balbuceaba. Se hizo selfis, grabó vídeos... Tenso, le costó sonreír para la foto. Y, para combatir la inquietud, inconscientemente, no podía parar de tararear una canción. En bajo: «Vamos, dale Racing. Vamos, campeón». El hormigueo en el estómago de las primeras citas. Como cuando comenzó a quedar con Toñi.
Hoy, justamente hoy, pero en 2022, Toñi y Paul acudieron a los juzgados para demostrar, a través de entrevistas por separado, que su matrimonio no era de conveniencia. Así que, si la jueza ve este reportaje, podrá corroborar que no iban de farol. Que el amor era de verdad. Y que el Racing era el único culpable.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Estos son los mejores colegios de Valladolid
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.