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Será cosa de la imaginación del hincha; es posible, porque hay digestiones nefastas de la realidad. Pero entre tiranos con silbatos que esgrimen como rifles, que diría Alfredo Di Stéfano, y víctimas que desahogan las derrotas, los árbitros siguen cometiendo errores con tecnología o sin ... tecnología, y si ellos pueden interpretar las intencionalidades en las jugadas ¿por qué no vamos a hacerlo nosotros con sus decisiones?
Fue una persecución arbitral la que sufrió el Racing en aquel partido del 1 de noviembre de 1981. La temporada empezó algo tarde por culpa de la huelga de futbolistas y todos estábamos pendientes del Mundial que se iba a celebrar meses después en España. La Real Sociedad había ganado la Liga en una sorprendente campaña y aquella tarde el campeón visitaba los Campos de Sport con sus famosos jugadores: Arconada, Alonso, Zamora, Satrústegui, López Ufarte... Pero la figura no fue ningún futbolista, la figura de aquel partido fue el árbitro gaditano, Sebastián Damín Rendón.
El Racing alineó aquel día a Moncaleán, Castaños, Sañudo, Mantilla, Preciado, Angulo, Bernal, Piru, Pedraza, Quique Setién y Verón. El campo estaba a rebosar y estalló de alegría cuando el Racing se adelantó a los cuatro minutos. Pedraza regateó a Celayeta, centró al punto de penalti, y tras un resbalón de Arconada, Verón empujó el balón a la portería (1-0). El entusiasmo de los seguidores racinguistas cesó cuando el colegiado pitó un penalti riguroso a favor de los realistas. Fue una jugada dentro del área donde Mantilla y López Ufarte disputaron el balón. El juego continuó unos segundos y el árbitro pitó penalti por una supuesta mano del defensor cántabro. La tardanza en señalar la falta enojó al público que tampoco había visto la mano, y Cortabarría transformó el penalti estableciendo el empate (1-1). Dos minutos después de encajar el gol, Cortabarría, dentro de su área, cortaba con la mano un pase peligrosísimo sin que el árbitro apreciara el penalti. Las quejas del público se incrementaron por otra jugada similar, con mano incluida dentro del área que cortaba un avance de Pedraza. La interpretación legítima de los racinguistas que vieron aquel partido fue que el Racing estaba dominando a los campeones de Liga, pero el árbitro daba muestras de tener preferencia por uno de los dos equipos. Los cántabros volvieron a adelantarse en el minuto 24. Quique saltó con Arconada y el balón quedó sin dueño cerca de la línea de meta. Allí estaba de nuevo Verón para marcar (2-1). La obstinación del árbitro por apoyar a la Real o a perjudicar al Racing se manifestó con cánticos de «Así, así, así gana la Real», imitando a los sportinguistas cuando se lo cantaron al Real Madrid en El Molinón en la temporada 79-80.
En la segunda parte, un gol tempranero de la Real anotado por Satrústegui (2-2) desmoralizó a los racinguistas que quedaron a merced de la iniciativa de la Real Sociedad unos quince o veinte minutos, y cuando el Racing recuperó el dominio, un contragolpe de los guipuzcoanos terminó con su tercer gol marcado por Alonso (2-3). El árbitro siguió cerrando los ojos cuando el balón entraba en el área donostiarra. No vio nada en una entrada de Arconada a Mantilla, ni el empujón de Olaizola a Verón, ni otra entrada del guardameta al delantero argentino, derribándolo en una clara falta. La Real ganó y en aquella temporada volvió a ser campeón de Liga. La entrega y el forcejeo racinguista se mantuvo aquel día hasta el final y dignificaron la derrota. No así el comportamiento del colegiado ni la actitud de un sector del público que descargó su ira contra el trío arbitral lanzándole botes y otros objetos al campo que impactaron en varios policías nacionales y en un voluntario de la Cruz Roja. Mal asunto.
Como estaba apercibido, el lanzamiento de objetos al terreno de juego supuso el cierre de los Campos de Sport, y con la buena disposición de los directivos del Athletic, el Racing jugaría por primera vez en su historia un partido de Liga como local en el viejo San Mamés, un partido histórico en el que el Racing derrotó al Sevilla por 3-0.
Tres días después del encuentro contra la Real Sociedad, sería otro árbitro, De Sosa Martín, el que haciendo gala de un deshonesto corporativismo se encargaría de arremeter contra el Racing en la eliminatoria de Copa contra el Peña Sport. La eliminatoria se decidió por penaltis en Vigo y el árbitro mandó repetir hasta tres veces un lanzamiento de los gallegos que, bien por parada de Moncaleán o por tirarse fuera, no entraba en la portería. El árbitro siempre veía moverse al guardameta, hasta que a la cuarta el balón entró. El Racing fue eliminado y los periodistas cántabros no dudaron en interpretar en sus titulares que «De Sosa declaró la guerra a Moncaleán en los lanzamientos desde el punto de penalti». Fue otro castigo además del cierre del campo, y otro arbitraje más contra el Racing.
Acaso las quejas sean lenguaje de las derrotas, pero también son denuncias contra la arbitrariedad.
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