El Racing paga caro un exceso de confianza

Hubo un tiempo en que Merkatondoa también tuvo algo de moderno: su hierba sintética. Pero el paso de los años ha dejado ver sus diferencias con las flamantes superficies de nueva generación. En ese escenario el Izarra levanta fortalezas, diseña escaramuzas y escribe cantares de gesta. Es su particular abismo de Helm, al que año tras año se asoma el Racing en esta penitencia de bronce y contra cuyos muros se estrella de forma recidivante.

La temporada pasada empató sin goles en un partido también muy madrugador y hace tres, con Munitis en el banquillo en plena persecución del Racing de Ferrol, las porterías también quedaron inéditas. Solo hace dos años ganó, con Ángel Viadero en el banquillo, cuando en la última jornada el Izarra no se jugaba ya nada. Aquel 0-3 fue una excepción, porque el Izarra siempre se pertrecha bien en su campo y pese a su incuestionable abolengo navarro en una de las ciudades más carlistas que conocieron los tiempos (Carlos VII tiene incluso su propia avenida) responde al tópico del equipo del norte.

Férreo en defensa, agazapado en su terreno y vertical convencido en busca de una contra o un balón directo que desequilibre el duelo y le permita sumar de tres en tres (o de uno en uno) en busca de la permanencia. El cambio en el banquillo no ha modificado la fuerte personalidad del club navarro, que se mantiene fiel a su filosofía.

Con todo, el guión cambia ligeramente en un arranque de temporada que no se les ha dado nada mal a los de Rodrigo Hernando, que después de tres partido siguen invictos y suman siete puntos. Tantos como los verdiblancos, con los que comparten estadísticas gracias a sus dos victorias y un empate durante las tres primeras jornadas. Que son colíderes, vamos. Algo que por muy anecdótico que sea resulta digno de tener en cuenta en un duelo que se prevé difícil y con alto riesgo de cerocerismo.

Parece muy poco probable que el Izarra dé las facilidades que se empeñó en conceder el fin de semana pasado en los Campos de Sport un Arenas alarmantemente débil y bisoño. Aunque a cambio Jon Ander sigue en buen momento y Cayarga se unió la semana pasada a la fiesta. A diferencia del Racing, los navarros se mantienen fieles a una misma alineación. Nada de rotaciones en una plantilla muy corta. En tres jornadas solo ha hecho un cambio en el once inicial y obligado de Garrido por Sagués en el centro de la defensa. Los demás, siempre los mismos. Y aun así llegan más frescos que los verdiblancos. El Izarra no juega este año Copa y por lo tanto ha tenido más tiempo para preparar el partido de un Racing que por mucho que sea el Racing y tenga «caprichos caros» -Chuti Molina dixit- viajó a Murcia a lo mochilero para enfrentarse al UCAM de Pedro Munitis.

Después de pasar toda la noche del lunes al martes en autobús y de vivir una segunda sesión de autocar tras el partido en La Condomina (en la antigua, que aquello no es un condominio y la Nueva Condomina es territorio exclusivo del Real Murcia de Dani Aquino), ha tocado afrontar otro desplazamiento. Más de tres horas de autobús hasta Estella que, cierto es, no suenan a demasiado, pero la casualidad ha querido concatenar el interminable viaje a Murcia, en autobús y con nocturnidad, con una de las salidas más lejanas en un grupo por lo demás cómodo; de desplazamientos cortos ante equipos vecinos.

El caso es que cada vez que deja su portería a cero el Izarra tiene premio. Y ese será el gran reto de un Racing que, salvo ante el Arenas, no ha estado especialmente boyante en el área rival en este inicio de temporada. Abrir los siete candados de la puerta de Iricibar o zapar las siete murallas que defenderán la meta navarra. Una tarea nada sencilla para un Racing cuyo 4-0 de la semana anterior no debe llevar a equívocos.

Iván Ania sí que hará cambios. Los que obligue el guión, recomiende el cansancio y le dicte su estrategia en un un partido que se prevé trabado y con alto riesgo de atasco. Pero se los ha guardado muy bien. Más allá de Crespo, portero en Liga y Copa en una decisión que ha dejado en una situación delicada a Jagoba Zárraga y la política de fichajes (en verano se dio la baja a un Raúl Domínguez que además de cántabro y portero de acreditada solvencia aceptaba su suplencia y hacía grupo en el vestuario), se prevén movimientos.

Máxime tras los que hubo el pasado miércoles en Murcia en un Racing que ha dejado bien claras sus prioridades. Sin renunciar a superar rondas coperas, llegar en buen momento a la fase de ascenso -y eso es en forma y como líder- y el ascenso, en definitiva, es el único objetivo de la temporada. Como todos los años. Pero esta vez con un nuevo equipo, planteamiento, entorno y con un presidente que llegó al cargo anunciando que iba a poner al equipo en Primera en tres temporadas. O cuatro, para darse un poco más de tiempo.

El caso es que más allá del portero, Buñuel, Jordi Figueras, Óscar Gil, Sergio Ruiz, Cayarga, Enzo y Jon Ander parecen fijos en este principio de temporada, si bien no se puede descartar que Iván Ania dé descanso a alguno de ellos. Nico Hidalgo es también un futbolista pujante que gana peso específico conforme avanzan las semanas, mientras que Julen y Rulo competirán de nuevo por ocupar el lateral izquierdo. También tendrá que jugar el asturiano con el estado de forma y confianza de Kitoko, renqueante de una ligera lesión, mientras que Quique Rivero y Rafa de Vicente que siempre piden paso en el centro del campo. Además, la presencia de un Dani Segovia que se estrenó como goleador el miércoles en Murcia se adapta bastante a las características del partido de hoy.

Pero el caso es que Iván Ania tendrá dónde elegir, porque las únicas bajas seguras son las ya conocidas de los lesionados de larga duración: Miguel Gándara, que en plena pretemporada vio cómo la rotura de los ligamentos de la rodilla le condenaba a al menos seis meses de baja, Álvaro Cejudo y César Díaz.

También tendrá que gestionar Iván Ania los esfuerzos en la primera visita a un campo con una superficie de la que siempre se recela. Esa que hacía temblar a la anterior directiva, convencida que acto seguido llegaba una sucesión de lesiones musculares encadenadas. Este año serán seis los partidos sobre hierba artificial.

De estas circunstancias, y de lo que pase por la cabeza del asturiano depende la alineación que presente un Racing que en cualquier caso deberá jugar a la cuadratura del círculo: a ensanchar un campo estrecho; a desdibujar una defensa ordenada que se siente muy cómoda en casa. Al menos esa es la inercia heredada y la que parece dispuesto a imponer su nuevo entrenador, que ya firmó una buena temporada el curso pasado con la Peña Sport y unas armas similares a las que tiene ahora a su disposición.

Las buenas sensaciones del Racing juegan a su favor. Vive un estado de placidez que no suele durar demasiado en los Campos de Sport, pero que le permite afrontar el duelo con tranquilidad y sin esa presión imperiosa por una victoria ineludible en la que se ha acostumbrado a vivir en los últimos tiempos. Sin ningún éxito, además. Tanto que la goleada al débil Arenas provocó que El Sardinero hiciera la ola por muy consciente que fuera de las facilidades recibidas; de que aquel partido no era una prueba de laboratorio válida. Otros muchos tampoco lo eran y terminaron bastante peor.

Así, reivindicando, siempre se afrontan mejor los retos. Lo temprano del calendario ayuda. Pero también los buenos resultados y una renovación integral que ha dado nuevo crédito. O al menos tiempo para trabajar. Lo que no tenían los antecesores de Alfredo Pérez, Chuti, Ania y compañía. Jugadores incluidos. Pero cuidado: El fútbol es pirómano; incendiario. Es muy sencillo quemarse. Y Merkatondoa es una caja de cerillas. Si no se abrasa con los fósforos, el Racing tendrá mucho ganado. Un triunfo en un escenario donde un rival directo como el Mirandés ya ha tropezado esta temporada. Todo suma.