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Menuda noche la de aquel día. 25 años se cumplen este viernes de una de las fechas más bonitas del racinguismo reciente, pese a que ya ha pasado medio siglo de aquello. Clímax verdiblanco. Ese 29 de junio de 1993, el Racing logró el ascenso a Primera División. Fue uno de tantos, pero aquel día fue especial. Por el sufrimiento anterior, con varios años en el pozo. Por la forma de lograrlo, en esa extinta promoción de ascenso. Y sobre todo por el aspecto que mostraron aquella velada unos aún nuevos Campos de Sport. 25.493 espectadores relataron las crónicas –entonces el estadio contaba con capacidad para 25.600 personas–, aunque la imagen de los aficionados como sardinas en lata en los fondos y en las escaleras de la tribuna llevan a pensar que unos cuantos más presenciaron aquella gesta de birlarle la plaza en la élite al Español –ahora Espanyol–.
El Racing había hecho un final de campaña espectacular. Siete triunfos consecutivos –después llegaría uno más en el play off– que no fueron suficientes para lograr el ascenso directo. Hubo polémica. El equipo cántabro ganó 5-1 en la última jornada al Castellón y se quedó a dos goles de la segunda plaza, que obtuvo el Valladolid. Condenados a jugarse la vida en 180 minutos. Por aquel entonces, el tercer clasificado se jugaba el ascenso contra un equipo de Primera que se había salvado de la quema automática por poco y tocó en suerte el Español de Barcelona.
23 de junio de 1993. El equipo dirigido por Paquito saltó al césped de Sarriá en busca de un resultado favorable de cara al choque de vuelta a orillas del Cantábrico. Ceballos, Javi Roncal, Merino, Sañudo, Gelucho, Zigmantovich, Solaeta, Quique Setién, Sabou, Mutiu, De Diego y Michel Pineda. El Racing se comió al Español. Mandó y tuvo oportunidades para haber dejado la eliminatoria completamente sentenciada. Hasta el colegiado Díaz Vega anuló dos tantos a Mutiu y Quique por presunto fuera de juego. Más leña al fuego de la incertidumbre. El destino quiso dejar toda la emoción para Santander.
En el minuto 3 de la segunda parte, el experiquito Michel Pineda agarró el balón en el área, corrió varios metros y batió a Emilio desde la derecha. El hispanofrancés dejaba contra las cuerdas al que fue su club. A partir de ahí, y después de una superioridad no premiada, el Racing metió el culo en el área ante un Español pobre y falto de recursos.
Como siempre, el equipo cántabro no estuvo solo en Barcelona. El pitido final fue el pistoletazo de salida de los jugadores verdiblancos hacia uno de los laterales, donde se encontraba un reducido pero notorio grupo de seguidores montañeses que viajó con la ilusión de llevarse un buen resultado para casa.
Quique Setién | Capitán
A partir de ahí, los días se hicieron eternos. Con cierto recelo por las últimas actuaciones arbitrales, en el vestuario racinguista trataban de mantener enjaulada la euforia. «Quique se retira del entrenamiento». Saltaron las alarmas. «Pero podrá jugar», relataron las noticias. Y la ciudad se volcó con su equipo. Las colas en las taquillas eran gigantescas. «Veníamos con un resultado favorable, pero en esas circunstancias había que estar centrado en el campo. Había más entusiasmo en la grada que en el propio vestuario. Nos tocó sufrir... Pero bendito sufrimiento», rememora Manuel Cantudo.
Llegó el gran día. Martes 29 de junio. Los Campos de Sport lucían la mejor entrada de sus casi 30 años de historia. Con los fondos aún de pie, ahora sería imposible alcanzar aquellas cifras. Y la permisividad de la época permitió que hubiese gente apostada hasta en el último recoveco del estadio. Se habló extraoficialmente de cerca de 28.000 personas presenciando en el encuentro. Con ese brutal ambiente, sólo restaba que el equipo pusiese la guinda.
José Ceballos recuerda las horas previas. «Había mucha tensión por lo que nos jugábamos. Era una oportunidad única. Con el campo a reventar. Conseguimos un ascenso merecido. Sin duda, fue el más especial de mi carrera», comenta el de Pámanes. «Una noche inolvidable», dice Alberto Solaeta. «La mejor de mi carrera deportiva. Después de muchos años en el pozo de Segunda y Segunda B, conseguir volver a la élite fue imborrable. Nadie daba un duro, pero dimos lo mejor de nosotros. Supimos aguantar el resultado», añade.
Tuto Sañudo | Defensa
Fue un choque más vibrante que brillante. Mucho respeto entre ambos contendientes. El Racing formó con Ceballos, Javi Roncal, Merino, Sañudo, Gelucho, Zigmantovich, Solaeta, Quique Setién, Sabou, Mutiu y Michel Pineda –aquella plantilla la completaban Edu García, Esteban Torre, Pinillos, Barbaric, Juan Peláez, Chili, De Diego, Geli, Julián Romero, Cantudo, Pepe Aguilar y Benito–. Después de un arranque con un Español ambicioso y un Racing agazapado, el equipo de Paquito comenzó a hacerse con el control. El talentoso Marcel Sabou llevó el peso ofensivo y, tras una gran jugada individual, sacó un disparo que Biurrún despejó con la punta de los dedos cuando la pelota se encaminaba a la escuadra. La contundencia permitida del Español y las pocas ganas de arriesgar por parte de ambos contendientes convirtieron a los porteros en meros espectadores de la batalla. El reloj corría a favor del Racing, aunque lo hacía demasiado despacio.
Tras el descanso, Paquito aumentó la presión sobre el rival y en el otro banquillo Juanjo Díaz empezaba a quemar sus naves en busca de algo diferente. Mutiu se marchó en velocidad en el minuto 66 y obligó al meta periquito a realizar una excelente intervención con un disparo durísimo. La brega mostrada por los futbolistas cántabros fue secundada por el empuje de la grada, deseosa de escuchar el pitido final. El Racing nunca dio la sensación de poder perder, pero la ventaja seguía siendo exigua. Un tiro cruzado de Korneev que atajó Ceballos apretó los cuellos de la parroquia racinguista.
Jesús Merino | Defensa
Ya sólo quedaba esperar. El silbato de un discutido López Nieto dio paso al éxtasis en los Campos de Sport. Un joven del Caleruco llamado Mariano se tiró al foso desde Preferencia Este y saltó al terreno de juego. A él le siguieron unos cuantos. La invasión de campo fue mínima. Las vallas de los fondos tampoco ayudaban. Aquellos viejos y alargados marcadores de entonces lo dejaban claro. «El Racing asciende a Primera». Qué gusto volver a tocar la élite del fútbol español.
«Aquel ascenso lo recuerdo perfectamente. Fue la noche más emocionante, ilusionante y gratificante que he vivido sobre el césped. Todo se puso de acuerdo para que fuese de la forma más bonita posible», describe la jornada Jesús Merino. Lo mismo que Tuto Sañudo, actual presidente de honor del Racing. Fue su último partido. «Tremendo. El encuentro que más me emocionó. En el campo no cogía la gente. Hicimos una hombría, porque nadie creía que íbamos a ascender», afirma.
Javier Pinillos | Portero
Hubo baño en la fuente de Mesones. Coches con banderas por las ventanillas y los cláxones echando humo. Santander vivía una alegría que hacía tiempo que no se recordaba. «Las canas se me ponen más blancas», dijo Paquito al término del tenso encuentro. Al día siguiente, el club anunció que no contaba con él para el proyecto de Primera División. En esa jornada en la que en la plaza del Ayuntamiento no había ni un sólo centímetro de baldosa libre para agasajar a los futbolistas. Al Español le tocó la otra cara de la moneda. Insultos y agresiones a su vuelta a Sarriá. Es lo que tiene el fútbol. No hay grises, sólo blancos y negros. Bueno, para los racinguistas también está el verde, que en esos días brilló aún más si cabe. El recuerdo de aquella gesta pone aún más de manifiesto el triste momento que vive el club cántabro en la actualidad.
Alberto Solaeta | Centrocampista
25 años después, nueve futbolistas de aquella plantilla recuerdan cómo vivieron aquellos días. Un vestuario lleno de futbolistas cántabros. Quique Setién, fuera de Cantabria por vacaciones –al igual que Geli– no pudo acudir el jueves al reencuentro con sus compañeros, pero quiso poner en valor, sobre todo, la figura del entonces técnico racinguista: «Paquito se convirtió en mi referente como entrenador y con el que más aprendí de jugador, aún después de quince años que llevaba yo como profesional. Él fue, sin duda, el principal protagonista de aquel ascenso».
Javi Roncal y Esteban Torre insisten en el análisis del técnico racinguista, que, pese a las canas, «era muy avanzado en sus métodos». «Para mí era un revolucionario. Hacíamos cosas que hasta el momento no se habían visto en los entrenamientos», dice el zaguero. Para el centrocampista, fue «de los entrenadores más modernos que he tenido. Le daba mucho valor a la pelota». Y ambos, entrenadores ahora, destacan que se trataba de «una persona encantadora». Con Paquito, el Racing consiguió un ascenso que, «en aquel momento no eras capaz de valorar la importancia que tenía para el club», asegura Esteban.
No fue un curso fácil para Benito Ballent, que jugó el primer partido de la temporada –y marcó– y después se vio obligado a retirarse por las reiteradas lesiones. Aún así, se siente partícipe de todo aquello. «Lo viví con muchísima ilusión. Hicimos dos muy buenos partidos. El de vuelta lo vi en un box y cuando faltaban dos minutos, bajé corriendo y salté al campo», recuerda, «con mucha envidia» por no haber podido vestirse de corto. Perdió hasta ropa en la celebración: «Un chico me dio una bufanda y la cambié por mi camiseta blanca de vestir que llevaba».
Esteban Torre | Centrocampista
Marcel Sabou, que en la actulidad vive en Gijón, se ganó el cariño de la afición. Guarda un grato recuerdo de aquello. «Fue un momento muy especial, después de mucho tiempo fuera de Primera. Fue un partido épico y una alegría para todos. Tengo mucho cariño a aquellos dos estupendos años que pasé en Cantabria. Una pena no poder quedarme más tiempo», afirma.
Despedido recientemente por el Racing, en un contencioso que tendrá que pasar por los juzgados, el exentrenador de portero racinguista y entonces segundo guardameta, Javi Pinillos, ahora mismo prefiere quedarse con los buenos recuerdos. «Fue muy bonito. Ver el estadio cómo estaba, con un equipo plagado de gente de la cantera. Anhelo que todo vuelva a ser lo que era».
Manuel Cantudo | Defensa
Por su parte, Pepe Aguilar estima que aquello fue «la culminación de un año maravilloso y una experiencia gratificante. Ese día me tocó vivirlo desde fuera, pero fue inolvidable. Como si fuese ayer». Tampoco pudo jugar, por lesión, Juan Peláez. Sin embargo, lo vivió con especial «emoción». «Llegamos al tramo final con mucha ilusión. Y con la gente deseando vibrar en el estadio. Fue una temporada dura, pero conseguimos un ascenso que se recordará siempre».
Y el entonces lateral derecho tiene toda la razón. Los 25.000 o 28.000, qué más da, que abarrotaron los Campos de Sport aquella noche –también el que firma este texto– guardan en su cajita de vivencias verdiblancas aquella gesta. Hace ya unos cuantos años que se echan de menos los buenos momentos a orillas de la playa de El Sardinero. Aquello fue un ejemplo. Habrá que ver si los que están ahora son capaces de tomar nota y coger el testigo.
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