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El Racing juega el viernes ante el Ibiza a las 21.00 horas: «Un horario de mierda». Con perdón. No, no es un frase inventada sino que son las palabras que con toda intención lanzó José Alberto, técnico del Racing, el pasado domingo ... al referirse a lo que supone jugar al fútbol a esa hora y ese día de la semana en concreto. Y es que lo de jugar al fútbol no tiene hora. Otra cosa es que, por un lado, al futbolista le guste más o menos o al aficionado le haga la pascua. Ahora bien, la dictadura de las televisiones han convertido al fútbol en siervo de sus intereses y cuando esto ocurre... Todo es posible.
El Racing se juega más de media permanencia ante el Ibiza en un horario poco habitual. Jugar el viernes es una moda reciente que no gusta, pero aún siendo malo, no es el que más odia el espectador. Todavía los hay peores. En este curso, por ejemplo, en Los Campos de Sport de El Sardinero se ha jugado una jornada a ese horario nocturno en la antesala del fin de semana, fue frente al Tenerife y acudieron al estadio 10.306 aficionados. Fue la sexta peor entrada en lo que va de temporada. Apenas medio aforo, pero es que lo de los lunes o los domingos a la hora ya de irse a la cama se lleva la palma. ¿No hay nadie que se ponga a pensar en si al día siguiente hay que trabajar o ir al colegio?
José Alberto ilustró con sus palabras lo que significa poner un partido de Liga a unas horas tan intempestivas. Se puede decir tan claro o se puede hablar con hechos. Basta con tirar de datos; la peor entrada en El Sardinero esta campaña se registró un domingo a las 21.00 horas y fue ante el Mirandés (11 de diciembre de 2022). Ese día acudieron al estadio 7.682, muy por debajo de los más de 11.000 espectadores que promedia el campo santanderino. Los lunes es un día de escuela y salir del campo y llegar a casa al filo de la medianoche no es un plato de buen gusto. Bien es cierto que en aquella ocasión el equipo venía de perder cuatro partidos seguidos y ante los burgaleses redondearon el desastre cayendo por quinta vez consecutiva, algo que le supuso el cargo a Guille Romo. Las cotas de popularidad del Racing entre su afición tocaron fondo por los resultados y los horarios tampoco facilitaron la reconciliación.
Después de aquel domingo insufrible frente al Mirandés, la gran mayoría de los aficionados verdiblancos se quedó en su casa un lunes (13 de febrero de 2023) ante el Leganés. De nuevo el horario de las 21.00 horas y el registro fue de 8.604 espectadores. La pauta no falla: a última hora y a la jornada siguiente día de labor. Es impepinable. Ningún club está de acuerdo en jugar sus partidos a esas horas los lunes, viernes o domingos. Se sienten damnificados, sobre todo en las dos primeras opciones. En líneas generales la asistencia al campo se vuelve un problema y mucho más en el caso de que en la ecuación existan niños, para los que a poco lejos que vivan del estadio el regreso a casa se puede convertir en una odisea. Sin embargo, y pese a que todos los agraviados están de acuerdo en el perjuicio que ocasiona están maniatados por contrato, ya que todos firman unos compromisos con las plataformas televisivas y entre las cláusulas existe una que les obliga a acatar los horarios. Sean cuales fueren. Es más, en el caso de los viernes y lunes, los equipos están obligados a jugar en cuatro ocasiones al menos en sus respectivas casas a esos «horarios de...», parafraseando a José Alberto.
La tercera peor entrada en los Campos de Sport este curso fue un miércoles a las 21.00 horas, el 12 de octubre, festividad de El Pilar, ante el Zaragoza. Acudieron 9.900 espectadores. No falla, el último de los horarios posibles, con el final rozando la medianoche y con madrugón asegurado del personal al día siguiente. Con estas premisas, es obvio que lo que se penaliza es la asistencia al campo en virtud de la visión por televisión en cada una de las casas. No hace falta ser una analista social experto para intuir que en muchos campos, a esas horas, en pleno invierno, hay que abrigarse más de la cuenta para enfrentarse al fútbol. Se potencia la idea de quedarse en casa sin pretenderlo. O sí. Sin embargo, los clubes son reos de lo que firman.
La cuarta entrada más mala del curso se selló un lunes (13 de marzo de 2023) ante el Huesca. Una vez más, a las 21.00 horas. El aficionado del fútbol, pese a que últimamente está siendo bombardeado por un ataque de tecnología y una tendencia al progresismo que asusta, no deja de tener ciertas costumbres que cuesta negociar. Lo de jugar los domingos es algo que está instaurado muy dentro del hincha con bufanda. Sin ir más lejos, en El Sardinero esta temporada las mejores tardes fueron de domingo; ante el Sporting de Gijón (18.402), Oviedo (15.278) y Burgos (13.764). Todos, entre las 17.00 y las 18.30 horas, es decir con tiempo para comer y para volver a casa antes de que se cierren los ojos sin querer. Bien es cierto, que esos números tienen mejor pinta porque los aficionados foráneos se unieron a la fiesta, pero es que a buen seguro de haber sido los partidos a las horas en las que a José Alberto se le frunce el ceño... La tristeza habría sido total.
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