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En 2018, en el teléfono de Javi Pinillos (Santander, 26 de octubre de 1969) llevaban tiempo apareciendo prefijos telefónicos raros. El +66 de Tailandia. El ... +966 de Arabia Saudí. El +960 de las Maldivas... Ninguna de las propuestas le sedujo. Pero, de repente, un comentario cambió el destino por completo. Cuando el exportero trabajaba, fuera de temporada, con Dani Sotres, Óscar Santiago y Raúl Fernández –ex del Racing y ahora en el Mirandés– en el campo de Villaescusa, éste último abrió la puerta a un nuevo fútbol. A un nuevo mundo. «Están buscando un entrenador de porteros en la India», dijo. Esta vez no hizo falta prefijo. «Dales mi número», respondió el cántabro. Y, hasta hoy. Primero en el Bengaluru y ahora en el East Bengal.
Mira que es grande el país asiático, pero el mundo es un pañuelo. Pinillos se acordó de que Oriol Lozano tenía un amigo por allá. «¿Le puedes preguntar qué equipo está buscando portero?». Pues 'razón aquí', le vino a decir Carles Cuadrat –segundo técnico del equipo– a Oriol. El entrenador de porteros era para el Bengaluru. «Casualidades de la vida», afirma con absoluta normalidad el cántabro mientras pasa unos días en Santander.
Tardó mucho más en llegar a su destino que en cerrar su contratación. Videollamada, sintonía entre ambas partes y el apoyo innegociable de su mujer y su hija. Ya no volvió a Villaescusa. Camino a «una experiencia enriquecedora y completamente distinta». Tanto, que aunque estas aventuras parecen algo pasajero, Pinillos ya lleva un buen rato por allí. Con contrato indefinido.
En lo social y en lo futbolístico, la India es casi otro planeta. «Hay jugadores indios que están ganando locuras, más que jugadores aquí en Primera y Segunda División, y cuyo nivel sería Primera o Segunda RFEF», explica el cántabro sobre un fútbol «muy físico y competitivo», pero que aún tiene mucho que evolucionar. En Europa y Sudamérica existe «el fútbol de calle». En el país asiático, no. Se han saltado unos cuantos pasos.
«El entrenador español está muy valorado. En once ediciones que ha habido de la Superliga, ha habido siete u ocho técnicos españoles entre los ganadores. De hecho, el seleccionador nacional es Manolo Márquez», que entrenó a Las Palmas en Primera División. Y allí se ha marchado hace poco también otro cántabro: Ángel Viadero, desde este mismo mes segundo técnico del NorthEast United.
Así que el Bengaluru echó las redes en España para buscar un entrenador de arqueros y pescó al cántabro. «Los porteros han evolucionado mucho. Esta es mi quinta temporada. Cuando llegué, tenía a Gurpreet, que es el portero de la selección, con unas condiciones brutales. Mide casi dos metros, tiene buena velocidad...». Pero, ¿podría jugar en Europa? Es difícil de evaluar, porque «el ritmo competitivo es muy diferente».
«Los primeros días de entrenamiento con los otros dos porteros era casi como empezar con infantiles. No te preguntaban tanto por lo personal en lo deportivo, sino por lo personal en lo vital». Porque con el balón hay diferencias, pero «el contraste está en la calle». Y eso que en su primer club, Bangalore es «como una especie de Silicon Valley indio. Hay pobreza, pero está evolucionando muchísimo». Una de las cosas que más le llamó la atención en ese primer golpe de realidad es la banda sonora de la calle: «Todos conducen a base de claxon».
«Los jugadores extranjeros son los que marcan la diferencia», explica Pinillos. «Aquí hay un club, el Mohun Bagan, que cuando sale un jugador indio bueno hacen ofertas importantes», comenta. Por eso, los futbolistas del país asiático no salen de allí, porque nadie les va a pagar tanto. Como Sunil Chhetri, que era máximo goleador internacional por detrás de Messi y Cristiano. Sin embargo, cuando fue al Sporting de Portugal, no pitó. Y tampoco en Estados Unidos.
Al fútbol aún le queda mucho para desbancar al deporte rey de la India: «El cricket es el que manda. Es una locura». «Yo he ido a un partido y me he aburrido mucho», sonríe Pinillos. «Igual si voy más y voy cogiendo el truquillo, me divertiría», agrega. Quizá falta un logro importante. «Toda la gente se apunta a caballo ganador. Si la India se clasifica para un Mundial, probablemente la atención, y eso que hay muchísima, subiría muchísimo», afirma el técnico.
Pero lo de la grada es otra exageración. El estadio del East Bengal tiene capacidad para 85.000 espectadores. «Cuando jugamos el derbi contra el Mohun Bagan había 65.000 espectadores», recuerda. En lo cotidiano, son 20.000 o 25.000 espectadores lo más habitual. En su segundo partido en el país, Pinillos flipaba. La afición es muy exigente con el equipo, pero luego disfruta simplemente con el juego:«En mi segundo partido aquí, digo 'no es posible que estemos atacando nosotros y la gente esté jaleándonos. Cortaban el balón, atacaban ellos y la gente hacía lo mismo». «Son bastante respetuosos con el equipo rival, normalmente», añade. Y, mira que la India es muy grande, pero además esta aventura le ha permitido participar en competición continental. Maldivas, Bután, Turkmenistán, Líbano...
El apoyo de la familia ha sido fundamental para embarcarse en esta historia. «El primer año que me voy, mi mujer y mi hija me animan a irme y el segundo año se vinieron conmigo. Fue una experiencia brutal. El inglés no era muy fuerte y al final vas aprendiendo. Y mi hija estuvo allí en Bangalore en un colegio internacional. Al principio, con 11 años, le costó bastante, y luego, cuando mejor estaba, nos cogió la pandemia y nos tuvimos que venir», cuenta el exportero. Cuando surgió lo de Calcuta, fue su hija la primera en apretar para volver. Ya con 16 años. «Es muy distinto a Bangalore. No hay tanto expatriado y los colegios internacionales no son iguales. Estuvo allí y este año ya no vinieron porque empezaba Bachillerato y consideramos que lo mejor era que lo estudiase en Cantabria».
¿El futuro? «Evidentemente, lo que quiere uno siempre es volver a casa». Sin embargo, el portero de su equipo le ha pedido que se quede. El tiempo dirá, pero, entre unas cosas y otras, ya lleva cinco temporadas en el fútbol indio. Y eso que sólo iba a vivir la experiencia. Un día, en un garito de Calcuta, se encontró en la pared, pintado, el escudo del Racing, así que como para no sentirse en casa.
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