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Hubo un tiempo en que cuando los once jugadores de un equipo de fútbol saltaban al terreno de juego no podían ser sustituidos. El reglamento no lo contemplaba. Daba igual que sufrieran un traumatismo en el transcurso del partido. Cuando esto ocurría, si la ... lesión permitía una mínima movilidad pasaban a jugar en ataque, para molestar todo lo que pudiesen a la defensa rival. El contrario daba por hecho que el contuso estaba más para una operación quirúrgica arriesgada que para otra cosa y se olvidaba de él. Y ocurría a veces, que el cojo suplía las limitaciones físicas del momento con astucia, y para sorpresa de todos lograba hacer gol. El gol del cojo.
Ya por los sesenta, se autorizó a cambiar al portero. Fue una buena medida que evitaba la caza del guardameta y dejaba obsoleto un viejo consejo: «Defiéndete con la rodilla por delante». Gracias a esta medida y al verse liberados de los atropellos que sufrían, algunos cancerberos decidieron salir de la portería a interceptar el balón avisando con educación: «Mía, por favor». Mientras, los jugadores de campo seguían dando y recibiendo cera. Tenía que haber una entrada para enviar al rival a la enfermería, como ocurre con los toreros, para aplicar sanciones.
En 1969 los pensadores federativos decidieron que se pudiera cambiar a un jugador lesionado. Y llegó la picaresca. Si un jugador no daba ni a un balón de playa, sufría una extraña lesión, que para los familiares era leve, pero era el primer paso dentro del club para declararle una incapacidad total. En 1970, viendo que aquello era un choteo, se decidió el cambio de dos jugadores por equipo en cualquier situación, que luego se amplió a tres. Esto dio más participación a la plantilla, el entrenador tomó más importancia en el desarrollo del juego y la afición tuvo otro elemento con el que mostrar su beneplácito o disconformidad.
Cuando el domingo tomé asiento en los Campos de Sport, a los tres minutos el Racing ya tenía un primer gol. En la segunda parte se repetían las situaciones de peligro en clara superioridad numérica de atacantes del Racing sobre los defensores del Tudelano. Yo me frotaba los ojos. Esto no era lo habitual y pensé: ayer el Consejo de Administración, entre presentación de cuentas y aprobaciones, se ha debido aprobar que en los Campos de Sport ya no se sufra más. Todo parecía cambiado por decreto. Pero la realidad fue testaruda. Continuamente nuestros delanteros tomaban con insistencia la solución más errónea. Tantas veces como jugadas se producían.
Con el mal sabor de boca que me dejo la inoperancia de nuestros delanteros, llego a formar esta moraleja: las normas vienen a ayudar al fútbol a ser mejor. Todo lo expuesto es un reflejo de ello. El videoarbitraje, que poco a poco está llegando a los campos, cómo hemos visto debe ser útil. Pero hay algo que es inmutable. El talento y calidad que tienen ciertos futbolistas para hacer, en cada lance del juego, lo más adecuado. Y el domingo he tenido la suerte de observar a uno de esos. Y no jugaba en los Campos de Sport.
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