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«¿Qué hubo por ahí?». Así entraba ayer en las Instalaciones Nando Yosu Gabriel Schürrer escoltado por Víctor Diego. Dos exfutbolistas de dos épocas diferentes, pero el relaciones públicas verdiblanco hacía esta vez solo de anfitrión. Junto a la valla del campo 2 esperaban José ... Ceballos y Gonzalo Colsa. Manos a la cabeza del argentino al reencontrarse con quienes fueron sus compañeros hace cinco lustros; ver rostros familiares pero cambiados: «¿Qué tal, chicos?», decía mientras se abrazaban. «Estás muy bien», le comentaba José Ceballos. En realidad usó otras palabras, pero se le entendía el mensaje.
En Buenos Aires y Rafaela le llaman Chucho. En España, Gabi. Para el fútbol era Schürrer y con cualquiera de los nombres estaba deseando regresar por Santander. No es una pose ni un guiño de invitado. Conserva su piso y no descarta mudarse algún día a Cantabria si su profesión trotamundos de entrenador se lo permite. De momento, lo de estos días es una larga visita. «He estado trabajando en Grecia, ya había terminado, me quedé a vivir unos meses en Atenas con la familia hasta organizar el regreso y antes de volver a Argentina querían pasar por los lugares que uno ha vivido y con la gente que he conocido», explica.
En solo dos temporadas, Gabriel Francisco el 'Chucho' Schürrer Peralta (Rafaela, 16 de agosto de 1971) caló mucho en el Racing. Y el Racing en él. Hace ya cinco lustros que dejó de vestir de verdiblanco, pero regresaba con frecuencia hasta que los banquillos y la pandemia le truncaron los planes. «El Racing fue una etapa de mi vida muy importante y quería volver. Por Santander paso siempre, porque tengo apartamento acá, pero en 2020, que iba a venir, me cogió la pandemia y solo pudo venir mi esposa, así que hacía ya diez años».
Casi todo ha cambiado en el club, pero ahí siguen Ceballos y Colsa, con los que había quedado para un afectivo reencuentro que tendrá su continuidad esta noche, cuando vea el partido frente al Eldense en los Campos de Sport y comparta antepalco con Manolo Higuera y Sebastián Ceria.
Llegó a Santander casi por casualidad. A quien querían fichar los verdiblancos era a Pablo Rotchen, que al final se decantó por el Espanyol, y el club se buscó al Chucho, un joven central formado en el Atlético Rafaela que había despuntado con un sorprendente Lanús, como alternativa. Funcionó. Vaya si funcionó. «Me trataron muy bien; la gente conmigo fue maravillosa, y el paso por el club, muy lindo e importante, algo que te marca. Era un cambio muy grande para mí y mi familia; la primera vez que salía de Argentina, y me sentí como en mi casa en el club y con la gente, en la ciudad. Eso te hace tener siempre ganas de volver», explica.
Tanto que llegó a plantearse establecerse en Santander tras su retirada. «No he vuelto a vivir, pero el Racing fue mi primer equipo en España, el que me abrió las puertas. Mucha gente amiga todavía vive aquí y siempre que podía me acercaba, pero soy entrenador y no he tenido tiempo. No hemos vendido nunca porque nuestra intención fue siempre volver. Cuando me retiré marché para Argentina para entrenar, pero pensando que me iba a instalar en algún momento acá».
Sonríe si se le pregunta si se siente un poco cántabro. Y asiente. «Mi hija más grande no nació aquí; nació en La Coruña en la época en que me dieron la nacionalidad española, pero mi esposa estaba ya de ocho meses cuando el Racing vendió al Dépor, así que es casi cántabra», bromea.
Tras abandonar Santander jugó otras seis temporadas en Primera repartidas entre el Deportivo, Las Palmas y Real Sociedad antes de marcharse a Grecia y dejar el fútbol profesional en el Málaga, en Segunda. De vuelta a Argentina trabajó como entrenador y director deportivo en diversos clubes de su país y Grecia y su camino no se cruzó nunca más con el del Racing. Pero vive o intenta vivir en un permanente regreso temporal. Y no descarta nada en el futuro: «Argentina está como está, así que se nos ha cruzado por la cabeza más de una vez establecernos en Santander, aunque ahora es más complicado con mi trabajo de entrenador».
Lo de ayer fue un reencuentro de amigos: «Me puse muy contento de que chicos del club sigan trabajando en él. Vi también a Manolo -San Juan, el eterno utillero- y a algunas viejas glorias. Fue un día muy lindo; estuvo muy bueno». Y aprovechó para ver los métodos de entrenamiento de José Alberto con el primer equipo antes de que Víctor Diego le enseñara unas instalaciones que no se parecen en nada a las que él conoció. Ni en el nombre. «Sabía que llevan el nombre de Nando y me parece muy bien. Es una persona que ha marcado a muchos chicos y a otros no tan chicos, como yo. Por suerte pude tenerle de entrenador, después de Marcos Alonso; todos gente de aquí».
Esta noche estará en el campo. Organizó el viaje para poder hacerlo. «Estaba esperando para venir en una fecha que me coincida con un partido. Hace unos días que estoy en España, pensé en ir al del Tenerife y no quería dejar pasar más tiempo. Además, estoy con mi niño pequeño, y quería que viviera un poco eso». Después regresará a Argentina, de donde es el Chucho. No significa lo que parece: «Viene de mi cuidad, de Rafaela , de muy pequeño. No por lo que significa acá sino por un programa de televisión que daban en ese momento. Mi apellido era difícil de pronunciar y me empezaron a decir Chucho, que era uno de los personajes. No me molesta el sobrenombre, pero en España me conocen como Gabi».
Le queda aún una semana en Santander y pasará después por Grecia con Argentina como destino final... por el momento. Porque a Gabi Schürrer le tira mucho la Montaña, con mayúscula.
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