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Un cántabro en el Mundial fascista
Mi saque de esquina ·
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Mi saque de esquina ·
Fede, nacido en Molledo, jugó en la España que cayó con la Italia de Mussolini en 1934Clasificarse para aquel Mundial de 1934 no fue complicado como ahora. La selección española sólo tuvo como oponente a la selección de Portugal, a ... la que eliminó a doble partido con un contundente 9-0 en Chamartín (Madrid), y días después con un triunfo más discreto por 1-2 en Lumiar (Lisboa).
En estos dos partidos, el seleccionador, el médico Amadeo de Salazar, contó con un jugador poco conocido en Cantabria a pesar de haber nacido en San Martín de Quevedo (Molledo). Se trata de Fede, que en realidad se llamaba Domingo Germán Saiz Villegas y que siendo un niño se trasladó a vivir a Basauri con su familia para atender una panadería. En esta localidad vizcaína amasó su afición al fútbol, jugando en el Arizmendi, Basconia (donde coincidiría con el que sería más tarde jugador del Racing Enrique Larrínaga) y Baracaldo. Su gran paso deportivo lo daría al incorporarse al histórico Alavés de la temporada 1930-31 en Primera División, y en donde compartiría alineaciones con los famosos defensas Ciriaco y Quincoces. Luego ficharía por el Sevilla, con el que ganaría la Copa de España. Amadeo de Salazar, hombre vinculado al Alavés, conocía las características del juego de Fede, que actuaba en la izquierda de la media, y no dudó en llevárselo a Italia para disputar el primer Mundial organizado en Europa y el primero en el que participaba España, el de 1934.
En Europa, acaso algo más en España, se vivían tiempos revueltos en aquellos años treinta. El fascismo y el comunismo revolvían la sociedad en un ambiente de autoritarismo que unos y otros pretendían imponer por el bien de la patria o del pueblo. En Italia, Benito Mussolini, acaso para proyectar sus posteriores conquistas coloniales por África, se había propuesto que su Italia 'imperial' fuera campeona del mundo costara lo que costara.
Fueron 16 equipos los que se clasificaron para jugar la fase final del Mundial que se disputaría por eliminatorias. En los octavos de final, Italia arrolló a la selección de los Estados Unidos (7-1), mientras que España hizo lo propio con Brasil, a la que derrotaría por 3-1. Italia y España se emparejaron en el siguiente partido de cuartos de final, que se disputó en el estadio Giovanni Berta, de Florencia, el 31 de mayo de 1934. Aquel día, Amadeo de Salazar alineó a Zamora; Ciriaco, Quincoces; Cilaurren, Muguerza, Fede; Lafuente, Iraragorri, Lángara, Luis Regueiro y Gorostiza. Aunque los italianos tenían a varios jugadores argentinos nacionalizados y su técnica era superior, el equipo español llevó la iniciativa con un juego veloz y codicioso, mientras que los locales intentaban contrarrestarlo recurriendo a todo tipo de brusquedades y marrullerías sin que el árbitro quisiera impedirlo. A la media hora de juego, una dura entrada a Iraragorri provocó una falta peligrosa que Lángara se dispuso a lanzar. Los italianos, conocedores de la potencia y de la eficacia del disparo del delantero, formaron una barrera bastante poblada, descuidando el marcaje, lo que permitió al ariete español engañar a sus rivales pasando la pelota a Luis Regueiro, quien marcó el primer gol con un tiro raso ajustado al poste. La reacción de los italianos fue convertir el fútbol en una escalada de violencia con el beneplácito del colegiado. A los 43 minutos del primer tiempo, un centro de Pizziolo sobre el marco de Zamora provocó un gol impensable para el reglamento. Zamora, que al final del campeonato fue elegido el mejor portero del Mundial, saltó para blocar el balón al mismo tiempo que el jugador Schiavo le golpeaba en el estómago y Ferrari le sujetaba por el jersey, perdiendo el balón que este úlitmo impulsó dentro de la portería. El árbitro titubeó, pero la presión del ambiente y el interés para que Italia continuara en la competición le invitó a conceder el gol.
En la segunda parte las agresiones continuaron. A pesar de ello, el equipo español dispuso de ocasiones e incluso marcó un segundo gol que se anuló por un fuera de juego que se inventó el árbitro. Los últimos minutos del encuentro ofrecieron el panorama de una Italia acongojada defendiendo el empate y una España que seguía ambicionando la victoria. Regueiro estrellaría un balón en el poste en los instantes finales.
Al día siguiente se jugó el partido de desempate en el mismo escenario. Zamora no pudo jugar al tener un ojo medio cerrado por un golpe y por diversas lesiones no pudieron participar otros siete de los titulares, entre ellos Fede. Los italianos volvieron a jugar a la manera del violento calcio florentino. Con la ausencia de los mejores y el nefasto arbitraje del suizo Mercet (que sería suspendido por su actuación), España perdió 1-0 e Italia despejó su camino para proclamarse campeona con la impotencia de los españoles, que vieron cómo el fascismo triunfaba sobre el campo de fútbol. Acaso fuera el preludio de lo que pasaría poco después en España con una guerra que luego se prolongaría por Europa.
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