La carrera por el ascenso del 93
Mi saque de esquina ·
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Mi saque de esquina ·
Racing y Valladolid pelearon hasta el último partido de la temporada por el segundo puesto, que fue para los pucelanosTodos los participantes de un campeonato son los rivales que hay que batir. Es la ley deportiva que iguala la importancia del adversario. Todos ponen en el terreno de juego el mismo número de puntos y todos merecen la misma concentración para conquistar la victoria. ... Pero siempre hay uno que es especial, incluso cuando no se juega contra él. En la temporada 1992-93, la del ascenso que abrió una nueva etapa deportiva en la historia del Racing, ese equipo fue el Real Valladolid.
Aún aguantamos quienes vivimos las mieles (y los vinagres) de aquel ascenso. Todavía dolía la breve estancia en Segunda B con el club enfrentándose a la conversión en Sociedad Anónima Deportiva. Menos mal que el Gobierno de Cantabria y el Ayuntamiento de Santander asumieron el reto económico de completar el capital social y el reto deportivo que no era otro que el ascenso a Primera. Juan Hormaechea, entonces presidente de Cantabria, prefirió dedicarse a modelar el Parque de la Naturaleza de Cabárceno y puso en manos del alcalde, Manuel Huerta, el rumbo del Racing. Huerta había jugado en el Rayo Cantabria y dejó la iniciativa para construir el equipo a otro hombre que había estado vinculado con el filial, José Antonio Saro. Con la dirección técnica de Paquito se trajo a futbolistas como Jesús Merino, el croata Ivica Barbaric, Edu García, el bielorruso Andrei Zygmantovich y el delantero hispanofrancés Michel Pineda (que vino en el último tramo de la campaña) y el nigeriano Mutiu, además de otros dos hombres que revitalizaron el interés de los aficionados: Tuto Sañudo y Quique Setién, que regresaban a Santander tras su etapa de éxitos en otros equipos.
Con algún bache y demasiadas críticas que hoy no comprendemos, el Racing llegó a la última jornada con la opción del ascenso directo que proporcionaba la segunda plaza de la clasificación, ya que la primera ya se la había asegurado el Lleida. A esa segunda plaza también aspiraba el Real Valladolid. El equipo castellano tenía los mismos puntos que el Racing, pero un beneficioso coeficiente de goles respecto al conjunto cántabro. En el último partido, el Racing jugaba contra el Castellón en los Campos de Sport, y el Valladolid lo hacía en Palamós. La victoria no era suficiente para el ascenso directo si los castellanos ganaban el partido, salvo que los cántabros lograsen una goleada monumental. Los partidos comenzaron a la misma hora. En Santander, el valioso fichaje de última hora, Michel Pineda, marcaba el primer gol racinguista de un tiro cruzado. Momentos después, era el Valladolid quien anotaba de penalti. Pero diez minutos más tarde, el Palamós empataba el encuentro. En esos momentos el Racing estaba en Primera División, y así se mantuvo por espacio de veinte minutos, hasta que nuevamente el Valladolid se adelantó con otro gol de penalti. Las malas noticias circulaban por El Sardinero.
En el descanso los jugadores del Racing se mentalizaron en ganar ampliamente y olvidarse de lo que pasara en Palamós. Pineda marcó el segundo gol, luego acortaría distancias el Castellón (un disgusto que entorpecía el sueño de superar el coeficiente de goles de los castellanos), pero siete minutos más tarde, Merino marcaba el tercero. Una pared que Quique realizó con Sabou supuso el cuarto gol en los Campos de Sport y, finalmente, un penalti lanzado por Quique colocó el 5-1 final, la mayor goleada de aquella temporada. Cuando se terminó el partido ya se sabía el final de Palamós. Los aficionados cántabros se quedaron indignados cuando vieron en la televisión los dos penaltis señalados contra los catalanes. Ninguno de los dos lo eran, y uno de ellos incluso se refería a una jugada fuera del área. Vencer al Castellón fue como una derrota. La decepción se vivió sobre todo entre los jugadores, aunque los espectadores premiaron el decoroso triunfo ovacionando a sus futbolistas e invitándoles a saludar desde el centro de la cancha. Fue una inyección de moral para que días después se superara la promoción contra el Español.
En la temporada siguiente, ya en Primera División, el partido contra el Valladolid en los Campos de Sport recordó la pugna por el ascenso directo. El capitán, Quique Setién, fue quien abrió el marcador en el lanzamiento de una falta directa a poca distancia de la media luna que corona el área. El trallazo salió fuerte y raso hacia uno de los postes. Tras los goles de Mutiu y Pineda, Quique fue el autor del cuarto y el quinto, ambos de penalti. El primer lanzamiento lo disparó bajo y ajustado al poste izquierdo del portero. El guardameta Lozano adivinó la trayectoria, pero el toque de Quique no sólo fue certero, sino potente. En el segundo penalti, Lozano pensó que el capitán santanderino no iba a ser capaz de repetir la acción por el mismo lado. Por eso se lanzó hacia la derecha. Pero su caída fue una sentada de resignación, porque Quique había lanzado tan ajustado y duro hacia la izquierda como en el primer penalti. Fue otro 5-1, como el resultado frente al Castellón, y también fue la mayor goleada de la temporada. ¿Por qué no evocar hoy aquella rivalidad con otra victoria?
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