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Hay una canción, 'Some might say', de la banda británica Oasis, que habla de «esa gente que dice no creer en el cielo» («Some ... might say they don´t believe in heaven»). Una afirmación a la que los hermanos Gallagher, aficionados confesos de ese Manchester City que hace diez años se llevó un buen recado de los Campos de Sport, contestan en el siguiente verso con algo así como «pues ve y díselo al hombre que vive en el infierno» («Go and tell it to the man who lives in hell»). Para tipos como los racinguistas, que amueblaron la Primera División en su estreno hace nueve décadas y que han habitado durante 44 años en el lujoso ático del fútbol español, la Segunda puede sonar a poco. Pero después de quemarse el trasero durante cuatro eternas temporadas consecutivas en el averno y la condena sufrida desde 2011 por los desmanes okupas, esta planta intermedia no es el cielo, pero se le parece.
En ese brutal tema que es 'Wonderwall', los 'citizens' Noel y Liam dicen que «todos los caminos que tenemos que andar son sinuosos. Y todas las luces que nos guían son cegadoras». Y así, deslumbrados por las luces de neón, por el gol de Gonzalo Colsa en el Parque de los Príncipes y ensordecidos por las notas de 'La Fuente de Cacho' sonando por Europa, los racinguistas no nos dimos cuenta de que por detrás, entre bambalinas, los pechos hinchados del palco estaban gestando la condena del club. Una Supernova de champán. «¿Dónde estabas mientras nos estábamos drogando? Bajando lentamente por el pasillo. Más rápido que una bola de cañón».
La traducción literal de 'Wonderwall' es algo así como 'muro maravilloso'. Esa pared, agarrados hombro con hombro en el centro del campo, que formaron los once futbolistas del Racing -y sus compañeros y técnicos en el banquillo- que aquel 30 de enero de 2014 renunciaron al partido de sus vidas para proteger al club. Para mantenerlo en pie. Fue la primera piedra para que el racinguismo iniciase su plan maestro. Su 'Masterplan'. «De nosotros depende hacer lo mejor de todo lo que se presente en nuestro camino». Porque «la respuesta está en el espejo». Siempre. Para no repetir los errores del pasado. Las cicatrices están ahí para recordarlo. «No mires atrás porque ya sabes lo que podrías ver. ¿Sabes lo que quiero decir?» ('D' You know what I mean?').
En estos cuatro años ha habido fracasos y también aciertos. Ensayo y error. Pero lo importante es que ese sinuoso camino de sufrimiento se ha ido allanando. Poco a poco. 'Little by little'. Porque las crisis de un club de fútbol son cíclicas, en lo económico y en lo deportivo, los 106 años de historia del Racing dan fe de ello, pero ahora toca disfrutar. Pelear por permanecer, pero de una manera menos tempestuosa que la travesía para salir del pozo. «Las personas luchamos por nuestra existencia. No afirmamos ser perfectos, pero somos libres. Soñamos nuestros sueños solos, sin resistencia».
Hay canciones de amor, de desengaño, de ruptura, de fiesta... Y tantas se pueden ajustar a algún momento de la vida del Racing... Pero en el fútbol, las mejores partituras deberían estar siempre por escribirse. Eso sí, nada que ver con los violines de Fabri. La vejez del club verdiblanco no cuenta a estas alturas. Suena a grande, pero parte como modesto. Porque llega muy vivo pero lleno de barro al glamour del balompié profesional.
El director deportivo racinguista, Chuti Molina, ha trabajado -y sigue en ello- durante todo el verano para que Iván Ania no tenga que salir a pelear contra los tanques con piedras y tirachinas. Para confeccionar la plantilla más competitiva posible. Las exigencias financieras de LaLiga lastran. Es la factura de las botellas de ginebra de 250 euros en Barcelona o el «capricho que me tenía que dar» del Audi A8. Una mochila con cantos rodados en su interior.
Y a pesar de todos estos condicionantes, el racinguismo se ilusiona de nuevo. No es para menos después del gol de Aitor Buñuel en Son Malferit. «El hombre que vive en el infierno» se muda. A poder ser para siempre. La afición verdiblanca se ve de nuevo entre los mejores, de donde nunca debió salir. Habrá menos viajes, porque algunas distancias son prohibitivas, pero se acabó el dolor. Sufrimiento, como siempre, pero sin penurias.
El lastre
Cómo llega
Para su estreno en el fútbol profesional y aunque el Racing parte como una de los candidatos a abandonar la academia por el lastre económico, Iván Ania ha optado por cambiar la partitura. El director de orquesta verdiblanco ha elegido al futbolista menos esperado para llevar el ritmo del juego de su equipo. Al portero. La llegada de Luca Zidane a Santander, además del revuelo y las dudas creadas por su apellido, ha traído una nueva forma de afrontar el proceso de composición sobre el terreno de juego gracias a su juego de pies. El meta marsellés cuenta con la escolta de viejos rockeros como Figueras, Alexis y Abraham.
Pero como la temporada pasada, pese a los desafines de las últimas semanas de competición, terminó con aplausos -y porque el dinero no sobra-, Chuti Molina ha optado por mantener la mayor parte del bloque de la plantilla. Con algunas incorporaciones en puntos concretos del escenario y a la espera de la contratación de un 'frontman', un solista del área que, como Liam Gallagher, provoque a los de enfrente y marque las diferencias. Porque pese a que la pretemporada ha sido buena, la falta de gol ha sido un problema reincidente que el equipo arrastra desde la pasada campaña.
Cuando uno piensa en el Racing abandonando la Segunda División B se viene a la mente un spot publicitario protagonizado por otro rockero del fútbol -en todo el sentido de la expresión-. Aquel anuncio en el que el 'Mono' Burgos, entonces portero del Atlético de Madrid, asomaba la cabeza por una alcantarilla. «Hemos vuelto», era el lema de aquella campaña después de que el equipo colchonero abandonase la Segunda División. Por cierto, de la mano del conjunto verdiblanco.
Señores, el 'viejo' ha vuelto. «¡Hey! Sigue joven e invencible. Porque solamente nosotros sabemos quiénes somos. Y pase lo que pase somos imparables», dicen un par de versos de 'Stay Young'. Una buena filosofía para entrar con fuerza de nuevo en el fútbol profesional. El Racing no estaba muerto, estaba de parranda por condena.
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Ana del Castillo
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