Cuesta arriba con los duelos directos

El caso es que de los trece encuentros que ya ha disputado contra equipos metidos de lleno en la pugna por subir —serán catorce cuando se cierre la Liga ante el Granada en los Campos de Sport—, los verdiblancos han ganado cuatro, empatado dos y perdido siete. Un balance que empobrece la tabla y en muchos casos ha dejado también el golaveraje en manos del rival, ese detalle que pesa más que un punto cuando mayo avanza y los puestos de privilegio se deciden por centímetros.

Las victorias fueron ante Levante y Oviedo en la primera vuelta, y ante Elche y Huesca en la segunda, mientras que empató ante el Almería en el partido de ida y con el Oviedo hace dos jornadas en El Sardinero. Sin los tres puntos se quedó ante el Mirandés, en los dos encuentros que ha disputado, frente al Levante en la segunda parte del campeonato, Elche en la primera vuelta, Almería, en esta última jornada, Granada en el partido de ida y Huesca también en la primera vuelta.

Uno de los días felices en esta batalla por el ascenso fue el que midió al Racing con el Levante en su primer enfrentamiento. El Sardinero celebró una victoria por 1-0 en la que Íñigo Vicente resolvió una jugada en un córner con instinto de 'killer'. El Racing fue mejor en todo. En el juego, en la ambición y en la presión. Pero todo lo bueno que construyó se desmoronó en la vuelta, donde cayó por un 3-1 que devolvió el golaveraje a los valencianos. El duelo fue igualado. Mucho más de lo que parece por el resultado, pero el problema es que un equipo demostró ser más fiable y competitivo. Y ese no fue el Racing.

Donde no hubo margen para el consuelo fue ante el Mirandés, una pesadilla recurrente esta temporada. En casa el Racing cayó (0-1) y jugó buena parte del segundo tiempo con un hombre menos. Karrikaburu fue expulsado y el equipo se atascó ante un rival práctico y directo. En Anduva, bajo una granizada que presagió lo que vendría, volvió a quedarse sin premio. Mario García abrió la lata, pero el Mirandés remontó con fe y córners. Cero puntos de seis ante un rival que, a priori, parecía más asequible.

El Elche mostró las dos caras del Racing. En la ida, un Racing fundido física y mentalmente cerró el año con una derrota por 3-0 y 517 minutos sin marcar. En la vuelta, coincidiendo con el 112 aniversario del club, llegó una de esas noches mágicas. Victoria, 2-0 y fiesta en la grada. Arana y Aldasoro pusieron los goles, pero no bastó para voltear el golaveraje.

Donde sí se equilibraron las cuentas fue ante el Oviedo, que es el rival directo que mejor se le ha dado a los cántabros esta temporada. En el Tartiere, el Racing sacó su mejor versión y ganó 1-3 con una ráfaga de inspiración de Andrés Martín. Y en el partido de vuelta, en El Sardinero, la cosa acabó en tablas (1-1) ante un conjunto asturiano que había cambiado de entrenador y ha vivido una revitalización de la mano de Veljko Paunovic.

El Racing jugó un buen partido y pudo incluso ganarlo. Todavía soliviantado tras la derrota de Cartagena, el equipo mostró una clara mejoría pero no logró vencer a un Oviedo muy serio y ordenado, que se puso por delante en un córner aislado en un choque de muchísima intensidad. Mario García fue quien permitió que un punto se quedase en el Sardinero.

El Almería fue otro de esos rivales ante el que el Racing ha mostrado dos caras. En El Sardinero, se empató en un partido de locura que el Racing ganaba 2-0 al descanso y que los andaluces remontaron para llevarse un punto. En la vuelta, volvió a aparecer el lado oscuro. Derrota por 2-0, imagen gris y sensación de estar dilapidando lo conseguido en jornadas anteriores.

El Granada aguarda aún la otra mitad de su historia con el Racing. La ida fue una pesadilla. 3-0 sin paliativos, con un equipo superado desde el primer minuto. Los cántabros se llevaron una dura derrota ante un poderoso Granada que encontró los puntos débiles de un equipo ofuscado. Pero aún queda la incógnita de qué pasara en El Sardinero y sobre todo, de en qué circunstancias llegará el Racing a ese partido. La última jornada será algo más que un cierre, puede ser una final camuflada, un ajuste de cuentas.

El duelo ante el Huesca resume bien esta montaña rusa. En la ida, derrota (0-1) en casa con gol de Soko —cumpliendo la ley del ex— y una racha de sequía ofensiva que pesaba como plomo. En la vuelta, el Racing se aprovechó de la debilidad de un Huesca desquiciado que se inmoló en el Alcoraz y terminó el partido con ocho jugadores. Los de José Alberto remontaron con dos goles (1-3).

El Racing, que ha firmado exhibiciones en muchas jornadas, ha encontrado en los rivales directos un muro. No por falta de juego –a veces–, ni de intención –casi nunca–, sino por esa mezcla de errores propios, momentos clave mal gestionados y una falta de contundencia que castiga más en abril y mayo que en octubre.