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Dani González conversa con Solabarrieta justo antes de salir al campo. Eduardo Sanz/LOF
Un debut amargo

Un debut amargo

La contracrónica ·

La falta de intensidad de su equipo deslució el estreno de Dani González que dispuso de media hora

Domingo, 16 de mayo 2021, 15:21

Corría el minuto 81, aunque en el partido casi todos los minutos se parecían demasiado unos a otros. Casi todos, porque los hubo todavía peores. Pero en el ochenta y uno, un jugador del Racing ha tomado al asalto el callejón del diez, y levanta los brazos para que Óscar Gil, en funciones de organizador del juego, le pase el balón. Agua. El balón va hacia el extremo, vuelve a Gil, le llega a Martín Solar. El jugador la sigue pidiendo, desmarcado. Pero no. Nada. Sólo queda mirar cómo sus compañeros la pierden, correr de nuevo y tratar de cerrar el avance de los rojillos. Como en los últimos quince minutos. Desde luego, este no podía ser el debut en el primer equipo que había imaginado.

El jugador invisible, con el veintinueve a la espalda, se llama Dani González -'Dani G.', abreviado en su camiseta-. Diecinueve años, una gran proyección y mucho fútbol en sus botas. Probablemente, porque ayer no tendría demasiada ocasión de demostrar su valía. Como ya había predicho Aritz Solabarrieta, hiciera lo que hiciera, le lloverían las críticas. Si no daba paso a los canteranos en estas jornadas intrascendentes, se le echaría en cara que cortaba su progresión. De hacerlo, se le achacaría que no era el momento de echar al 'prao' a un muchacho, justo en un partido que se ha torcido, y no tiene ninguna pinta de enderezarse.

Aunque a Dani González tampoco debió de preocuparle demasiado, pues saltó al campo de Tajonar lleno de ese ímpetu juvenil de los que vienen a demostrar su valía. Sin embargo, sus compañeros de equipo no parecían en la misma onda. Ni la tarde parecía demasiado propicia para lucirse. Perdían por la mínima ante el Promesas, pero con todo ya decidido en la tabla, se diría que lo más, poco ofrecía el Racing más allá de competir con la mínima dignidad, pero con tan poco ímpetu como eficacia.

En el sesenta y tres, Solabarrieta movió el banquillo y en la terna entró Dani, que sustituía a otro jovencísimo, Marco Camus. En el Racing de los canteranos, Camus es, junto a Martín Solar, el que más minutos necesita para luchar por un puesto en el primer equipo el año próximo. Pero es difícil brillar en un partido intrascendente, con el equipo a medio gas. Camus lo sufrió en la primera parte, Dani tendría por delante casi media hora para corroborarlo.

El Racing de ayer en Pamplona se parecía bastante poco al de agosto, con el que Dani González había hecho la pretemporada. Claro que el salto, entonces, parecía abismal, tras solo un año en juvenil, así que, a pesar de la buena impresión, se quedaría en el filial. Seis goles, casi pleno de minutos y un papel protagonista en el juego serían el balance. El premio, el ascenso. La convocatoria con el primer equipo... acabaría siendo un regalo envenenado.

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Los saltos de categoría suelen necesitar de un periodo de aclimatación, y durante varios minutos el joven centrocampista intentaba integrarse en el juego, pero sin demasiado éxito. Incluso, pareció que los primeros balones que tocó le cogieron frío: una prolongación de Nana hacia Andrade, que el carrilero sólo siguió con la mirada, para luego obsequiarle con su primera bronca en el fútbol profesional. O semiprofesional, que la Segunda B tiene ese marchamo. Al segundo intento, peinó hacia Nana un balón aéreo. A partir de ahí, el ostracismo. Ni por la izquierda, ni por la derecha, ni para subir el balón, ni tirando un desmarque.

Más sólo que en las aulas del distanciamiento social -Dani estudia en la Facultad de Educación-, el mediocampista aprendió que el Racing no es lo mismo que el Rayo, de la manera más cruel: siendo ignorado por sus compañeros. Ni siquiera el apoyo del míster al terminar el encuentro puede servir de consuelo para una perla de la cantera, que merecía mucho más.

Dice el librillo de los entrenadores que a los muchachos que debutan hay que arroparles. Salvo casos de emergencia, se suele hacer en casa, con su afición, y en un partido encarrilado. Para crear una efeméride que recordar, y no un trauma. Pero tampoco es plan de andar criticando todo a Solabarrieta.

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