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Javier Menéndez Llamazares
Domingo, 3 de octubre 2021, 21:58
Apenas diez minutos de la reanudación. Empate a poco en La Malata, pero empate. El Racing local ya no muerde tanto, y el Real Racing Club, el de 1913, más que querer hacer bueno el tanto de la igualada con que cerró la primera parte, ... pretende llevarse la victoria y presentarse por fin como un serio aspirante al ascenso. O, al menos, a meterse en los puestos de playoff. Pero en ese minuto 57, cuando los ayer verdinegros roban un balón en mediocampo y arman la contra, con el juego volcado por la banda derecha de pronto abren el juego a la izquierda, donde Fausto Tienza está desmarcado. El número 8, de pronto, se ha internado veinte metros en campo contrario, y mira hacia el frente. Ni un amigo en el horizonte, y sí cuatro rivales que dudan si tapar líneas de pase o encimarle. Aunque, para dudas, las de Tienza, que se va frenando. Que mira hacia los lados, buscando un apoyo. Hasta quedar casi quieto, como paralizado, igual que si se le hubiera apagado la luz. Como si, de repente, hubiera pensado que aquel no era su sitio. Que él no es Álvaro Bustos, o Camus, para fintar con la cadera y enfilar hacia línea de fondo o en diagonal hacia la portería, esquivando rivales. Que lo suyo es otra cosa, tal vez no tan vistosa, pero igual de necesaria. En medio de esa indecisión, los locales obviamente le rodean como una manada de bolos y le roban el balón. Fin de la jugada y, prácticamente, fin de la historia.
Una jugada en apariencia intrascendente, pero que sirve de metáfora para un encuentro que, aunque terminara en el 'quiero y no puedo', había fraguado su destino mucho antes, cimentado en un viraje de timón inesperado desde el banquillo racinguista. Inesperado… o no tanto. La sorpresa de la alineación sería la entrada en el once de Tienza, en detrimento de Borja Domínguez. Algo que va mucho más allá del cambio de cromos, del hombre por hombre. Domínguez y Tienza son la antítesis uno de otro. El mediocentro talentoso y el destructor del juego rival. Dos figuras necesarias y hasta perfectamente compatibles, por supuesto. A menos que decidas jugar con dos medios volantes defensivos, porque parece evidente que, a día de hoy, el capitán Íñigo Sainz-Maza es indiscutible en el equipo.
Repasando lo que va de Liga, Fausto Tienza y Sergio Marcos abrieron la temporada frente al Tudelano; aunque no firmaron un partido brillante; repitieron en Logroño. La goleada frente al Talavera sería ya con Íñigo como medio volante defensivo, y Sergio Marcos en el creativo. En Vigo, Borja Domínguez sustituye a Marcos. En los Campos de Sport, frente al Dux, de nuevo saldrían de inicio Íñigo y Borja, consiguiendo una victoria que hacía pensar que, esta vez sí, Guillermo Fernández Romo había encontrado su medio del campo, y una alineación que esta temporada los aficionados se podrían aprender de carrerilla.
Hasta ahora, Romo siempre había optado por una dupla en la que se complementaran un jugador más ofensivo y otro más defensivo. Hasta ayer. La ventaja del fútbol es que todo vale, pero poner un doble pivote defensivo suele implicar una forma de juego muy determinada. Una que, en este caso, casaba realmente mal con el desarrollo del partido, con los locales cediendo el balón y la iniciativa al Racing. ¿Ataque de entrenador o cambio de filosofía? Porque, vistos los nefastos resultados a domicilio del equipo, tampoco se puede descartar que sea una solución pragmática para, al menos, aspirar a traerse un punto.
Con una sala de máquinas concebida para destruir y robar, de poco serviría ese dominio consentido, limitando el juego a los chispazos por banda y dejando a la mediapunta muy desasistida. Y todo, para que el enésimo fallo de la zaga propiciara la venganza de dos exverdiblancos, el uno a cero que fabricó Héber para que David Rodríguez hiciera aquello que casi nunca conseguía hacer en El Sardinero: marcar un gol.
Durante más de una hora, el papel de Tienza resultaría casi testimonial, duplicando las funciones de Íñigo. Con sus virtudes, que las tiene –la intensidad, la buena colocación…–, pero fue eclipsado por el planteamiento de Romo.
Aunque todo pudo haber cambiado cuando estaba a punto de concluir la primera mitad. En un derroche de facultades, llevó la presión hasta el área rival, donde se coló para birlar un balón a un central, al que ganó por velocidad, y servir un pase maravilloso. Sólo faltó que Pablo Torre lo convirtiera. Pero no hubo redención para Fausto.
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