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A contraluz, una silueta se recorta ante la ventana del gimnasio. Suena The Offspring. O tal vez Extremoduro. «¡Eh, lejos de mí! Deja que corra ... el aire, no te quemes, va a salir el sol. ¡Sol, déjame en paz! La luna me ilumina. En esta ruina entra la claridad». Al fondo, la libertad. En la pared, muescas imaginarias. «Un día menos», dice Íñigo Sainz-Maza apretando el puño. Desayuno, nutricionista, fisio, gimnasio, un poco de césped, otra vez gimnasio y hielo... Cinco horas y media diarias de Albericia. Una rodilla, una carrera, un retorno –«ojalá»– en Primera División no se merecen menos sacrificio. La recuperación de la inoportuna rotura del ligamento cruzado de su pierna derecha marcha por buen camino. «Me encuentro muy bien, mentalmente estoy tranquilo y mentalizado en recuperarme bien para volver a tope», dice el capitán del Racing. Sereno, aunque por dentro, mientras ve a sus compañeros peleando por todo lo que hay en juego, lo lleve como león enjaulado.
Su lesión, aquella noche del 24 de octubre pasado en el partido frente al Córdoba, fue un duro varapalo en dos tiempos. «En el momento tuve la sensación de que me había hecho algo grave, mi sensación después del partido era buena y pensé que podía librarme de una lesión grave», relata. Sin embargo, al día siguiente se confirmaron los peores vaticinios. «Me desperté y la rodilla no estaba bien. Se me vino un poco el mundo encima y pensé que me iba a perder una temporada preciosa». Pasaron dos días y se agarró a la filosofía estoica. El pasado es inamovible y el futuro ya llegará.
«Aquí está el que más curra», le abraza Miquel Parera en una visita al gimnasio. «Tanto los compañeros como los técnicos siempre han estado muy cerca de mí, pero luego tienes momentos de soledad», reconoce. Lo llevaba bastante bien mientras las sesiones de los hombres de José Alberto se efectuaban en el campo número 2 de las Instalaciones Nando Yosu. Con el Santi Gutiérrez Calle ya disponible, se han puesto a tiro de ventana. «Ahí sí que es verdad que me ha costado un poco más verlo tan cerca. Me han dado un poco más de envidia».
La lesión del capitán, día a día
Íñigo Sainz-Maza se lesionó el 24 de octubre, durante el partido ante el Córdoba. En una conducción, se resbaló y su ligamento se rompió. La dolencia se confirmó al día siguiente.
En el siguiente encuentro del Racing, ante el Deportivo, en Riazor, sus compañeros saltaron al terreno de juego con una camiseta de apoyo al capitán verdiblanco.
El 5 de diciembre, el club renueva a su capitán hasta el 30 de junio de 2028. Una muestra de apoyo y de confianza en su importancia para el proyecto de futuro del club.
Junto a Hugo Camarero, el preparador físico recuperador, Íñigo Sainz-Maza volvió a caminar por el terreno de juego para ir retomando sensaciones.
Sobre una cama elástica, el capitán empieza a poner a prueba su reparada articulación. Las sensaciones son buenas y avanza positivamente.
El siguiente paso fue para dar las primeras carreras por el terreno de juego. Sigue por buen camino y, ya incluso, ha comenzado a tocar balón cuatro meses después.
Esa soledad del lesionado ejercita los músculos, incluido el que va dentro del coco: «Me puse a pensar en todo lo que se estaba viviendo esta temporada en El Sardinero, todo lo que nos queda por vivir, el sueño de volver a Primera... Es verdad que me encontraba bien desde principio de temporada y creía que podía aportar al equipo». «De un día para otro se te cortan todos los pensamientos, todos los planes y te quitan de tu fútbol, de tu día a día... Es un cambio radical», pero ya pasó. Queda como aprendizaje.
El nutricionista, Juan Carlos Llamas, le ha hecho pruebas. «Sueles tener baja la vitamina D», le explica. Eso es porque en el gimnasio no pega el sol. El canterano avanza en su recuperación y, cuando el campo se queda vacío, es su turno. Coincide con sus compañeros en el vestuario. Ellos vienen. Él va. «Qué ganas tenía de ponerme las botas otra vez», dice, como niño pequeño que quiere jugar. «Es como el primer paso para volverte a sentir un poco futbolista. Además, estoy tocando ya balón también y la verdad es que la sensación, después de tres o cuatro meses sin tocarlo es maravillosa. Ves que tu rodilla responde, tu pierna va bien y que no tienes dolores...» y le cuesta encontrar expresión para describir ese importante avance.
Lo cierto es que no está solo del todo. Ahora pasa más tiempo con Hugo Camarero que con su familia. El preparador físico recuperador verdiblanco es «un gran profesional. Tanto en el trato personal como en el deportivo hemos encajado muy bien. Estoy muy contento con él». «Me hace sufrir», bromea Íñigo. «Sufrimos juntos», responde Hugo.
En lo profesional, el de Ampuero sólo tiene que preocuparse de la recuperación. Que no es poco. «Tanto Manolo Higuera como Sebastián Ceria, desde el primer momento, me mostraron su apoyo. Me dijeron que no me preocupara por nada del tema contractual, que me iban a apoyar desde el minuto uno y que van a estar conmigo hasta que me recupere al cien por cien», cuenta. En el dique seco, el club le renovó hasta 2028. Algo que le transmite «muchísima tranquilidad» y se muestra «súper agradecido» a los responsables de la entidad.
El brazalete no se lo quita ni en la enfermería. El sábado estaba en Anduva, con sus compañeros. «Intento estar en el día a día, sobre todo para transmitir un poco de alegría, normalidad y animarles cuando las cosas no nos han ido bien. Serenar un poco las emociones, intentar estar todos equilibrados y, como siempre, facilitar el día a día de mis compañeros». Capitán 24/7.
Su retorno al terreno de juego tiene dos preguntas y sendas respuestas. ¿Cuándo? Cuando toque. ¿Dónde? En Primera División. «Desde el primer momento me dijeron que esta temporada estaba muy difícil volver a competir; que lo importante era recuperarse bien y empezar la temporada que viene sin ningún problema, con la rodilla totalmente recuperada y teniendo buenas sensaciones... La verdad es que volver en Primera sería algo increíble y ojalá que sea así». Sobre todo para él, que ha vivido desde niño en La Albericia y que, ya en el primer equipo, vio desde dentro la peor temporada a nivel deportivo de los 112 años de historia del club. De ahí, hacia arriba. Confía en que sus compañeros lo lograrán:«Está muy complicado y no se va a decidir hasta el final, pero creo en el equipo y estoy seguro de que se conseguirá».
En este tiempo ha hecho un máster de anatomía de la rodilla. Lee, escucha, analiza, siente... «Aprendes sobre lo que te han hecho, cómo funciona... Cuando está todo bien y no tienes lesiones, no le das tanta importancia, como al gimnasio, la fuerza, el estar bien muscularmente...». Y le convalidarían asignaturas también de nutrición, de rehabilitación... «Paso muchísimas más horas en La Albericia de las que pasaba cuando estaba sin lesión. Entro al desayuno a las nueve de la mañana y pocas veces terminó antes de las dos y media. Entre que me ducho y voy a Ampuero, no suelo comer antes de las tres ningún día», relata.
En este tiempo, especialmente cuando se produjo la lesión, ha recibido muchos mensajes. De apoyo. De cariño. Muletas anímicas. «Me han escrito muchísimo y te sorprende también la cantidad de gente, ya no solo deportista sino del día a día, que ha pasado por esta lesión», dice. Aunque uno de ellos resalta sobre los demás. Es un grandísimo ejemplo de resiliencia y, además, de la casa: «Me gustó bastante un mensaje que me mandó Sergio Canales, porque al final es una persona que ha sufrido tres roturas y que sabe de qué va esto. Él y otros que lo han sufrido te transmiten tranquilidad, que al final pasa mucho más rápido de lo que uno piensa, y que aunque tengas momentos complicados, al final vas a volver».
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Cirugía, nutricionista, fisio, rehabilitación... Pero para medicina buena, el cariño de la gente. A pesar del disgusto inicial tras confirmarse la lesión, «fueron días súper emocionantes para mí. El apoyo que recibí fue increíble. Me sentí afortunado, porque el cariño que me transmitió todo el racinguismo y toda la gente cercana a mí fue tremendo».
Fue un no parar. El WhatsApp echando humo. «Seguían pasándo los días y me seguían llegando mensajes; de gente de fuera, de gente cercana. Todo el mundo me apoyó muchísimo, me dio muchísimos ánimos y todo eso me ha dado fuerzas para mi día a día. Para cuando tengo un día en que me cuesta más», afirma el futbolista de Ampuero.
Después del trabajo de campo, toca volver a la jaula, al gimnasio, para la tortura del Compex, el aparato de estimulación eléctrica neuromuscular que le exprime el cuádriceps durante veinte minutos. La pierna tiene buen aspecto, aún con los apósitos de las cicatrices. «Aquí hay cositas», vacila el capitán, mientras aguanta el dolor de la dichosa maquinita. Puede que en ese momento, a través del altavoz que le acompaña todo este tiempo, esté sonando The Offspring. O quizá de nuevo Extremoduro. «No veas si noto la fuerza. Yo creo que soy un toro». Un día menos para el retorno del capitán.
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