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El 31 de enero de 2011, Santander vivía revolucionada la llegada de Ahsan Ali Syed, llegado como una especie de mesías futbolero. El supuesto empresario o magnate indio acababa de llegar dos días antes a Santander dejando una imagen como la de Villar del Río en 'Bienvenido, míster Marshall'. Así se organizó todo para que abrieran un par de comercios para Míster Ali. Se había presentado en sociedad en un acto protocolario en el que se escenificó la compra del club en su propia sede social de los Campos de Sport. Una sede a rebosar, casi con más conferenciantes que periodistas -y de periodistas estaba aquello repleto- en un acto diseñado a mayor gloria del presunto salvador del club. Nadie se siente ya demasiado cómodo hablando de aquella época, y muchos de los protagonistas no quieren contarlo en primera persona; escarmentados por la vivencia o conscientes del desgaste que supone. Pero lo recuerdan bien.
Diez años después de su llegada parece imposible afirmar con rotundidad -otro asunto es que se intuya- quién era realmente y qué ocurrió con Ahsan Ali Syed desde su primer contacto hasta su difuminada desaparición, que abrió paso -si no lo fue desde el principio- a la 'Era Okupa'. Sus intenciones y fuentes de financiación solo se conocen en parte, al menos de forma pública y demostrable, pero al margen de aplicar la navaja de Ockham sí se puede al menos establecer una cronología a través de hechos y acontecimientos contrastados de lo que fue aquel delirio de Míster Ali a través de aquello que pudieron contrastar algunos de sus protagonistas.
En la primera pregunta, ¿cómo llegó Ali?, todo el mundo coincide. Al menos hay una versión oficial. La empresa propietaria del Racing, Silver Eagle, estaba en proceso concursal en plena crisis de principio de siglo. El pasivo del Racing era cada vez mayor y ni el club ni su accionista de referencia podían afrontar las deudas con el Gobierno de Cantabria ni con Hacienda, de modo que el Ejecutivo presionó a Jacobo Montalvo para vender. Se encargo a Credit Suisse la búsqueda de posibles compradores -la propiedad lo hizo incluso paralelamente con otra entidad- y se propusieron muchos nombres. Muchos. Incluso empresarios españoles y locales que con perspectiva nunca podían ser el objetivo, pero el informe trataba de ser lo más detallado posible. Así fue como llegó el nombre de Ahsan Ali Syed, un presunto magnate que poco tiempo atrás había estado implicado en la compra frustrada del Blackburn Rovers. Aquello hizo dudar, aquel indio salió muy mal de Londres, pero las elecciones estaban próximas, Silver Eagle tenía un gran muerto tras de sí que solo sangraba su maltrecha tesorería y Francisco Pernía veía una oportunidad de seguir controlando el club si sabía arrimarse al nuevo postor. Las noticias sobre lo ocurrido en Londres llevaron al Gobierno de Cantabria a exigir a Credit Suisse un informe de solvencia que la entidad aportó, si bien acotando que no era la autora ni Syed era cliente suyo.
Así fue como tuvo lugar la primera reunión, aún sin la directiva del Racing, y se dio luz verde a la operación. Posteriormente hubo más y Francisco Pernía conoció ya al indio hasta ganarse su confianza. El propio Ejecutivo le había recomendado que en su desembarco no llegara solo con personas de su entorno, sino que también contara con cántabros que conocieran el club para facilitar la transición y propiciar más cohesión social. En absoluto se refería a Pernía, pero el de Cóbreces se vio beneficiado por la situación.
Y así se llegó al 20 de enero de 2011, cuando Ahsan Ali Syed y Jacobo Montalvo firmaron la venta del paquete accionarial que Dunviro Ventures SL, la sociedad con la que el empresario madrileño controlaba casi el 100% del capital social del Racing, a otra sociedad instrumental: la Western Gulf Advisory Sports Holding, la firma que se había creado para adquirir los Rovers. Se daba el primer nudo a la enredada larga maraña societaria de la que se aprovecharían después Francisco Pernía y Ángel 'Harry' Lavín para controlar el club en lo que se denominó la 'Era Okupa'. También tuvieron que firmar los consejeros de Economía, Ángel Agudo, y de Cultura, Javier López Marcano, puesto que el Gobierno tenía pignoradas las acciones por el impago de la deuda que tenía que haber satisfecho Silver Eagle tras comprar el club. Abrieron el cerrojo, pero a cambio se reservaron una acción de oro: la posibilidad de recomprar el club a precio de mercado, recogida contractualmente, en caso de impago. Ya en ese momento algunos comenzaron a preocuparse. Nadie, ni Credit Suisse ni Pernía, había informado a Syed de que tenía que pagar de inmediato los dos millones de euros que debía el Racing a la Agencia Tributaria para evitar un embargo y que la operación se viniera abajo. No le gustó, pero aquella cantidad sí se pagó, como el primer medio millón de euros acordado como primer pago en el momento de la firma en el contrato de Zúrich.
Y así se llega al 30 de enero de 2011, a aquella llegada al Aeropuerto de Parayas, que aún no lucía el nombre de Seve Ballesteros, en un avión privado de alquiler, pero rotulado con las siglas WGA para que acto seguido le recibiera el presidente de Cantabria, Miguel Ángel Revilla, que pronunció aquella célebre frase: «Le he mirado a los ojos y he visto que no solo es un hombre rico; es un hombre rico y sabio». También le recibieron en Economía, y el entonces alcalde de Santander, Íñigo de la Serna, y el 31 de enero de 2011; exactamente hace diez años, los comercios abrían en domingo -en realidad, algún comercio- como ocurrió con El Corte Inglés en la visita del Che Guevara.
¿Cuál era la verdadera intención de Syed -y de Pernía-? ¿Cómo se gestó la operación más allá de estos hechos conocidos? Nadie se atreve a asegurar nada al cien por cien, más allá de hipótesis y conjeturas más o menos probables o probadas. Lo que es un hecho es que Syed no pagó ya el segundo plazo, aunque ese estaba aún avalado por Credit Suisse, de modo que el Gobierno percibió el siguiente millón y medio. Después, nada. De hecho, en determinado momento Syed dejó de aparecer por Cantabria. Desapareció por completo en medio de infinidad de noticias sobre sus múltiples problemas financieros y acusaciones de oscuros negocios, hasta reaparecer hace pocos años en la web en forma de predicador con barba. La hipótesis más plausible, o al menos la que muchos de los protagonistas sostienen es que, como él mismo decía, estaba financiado o relacionado con la familia real de Bahrein, que con la Primavera Árabe y las graves revueltas en su país cortó el grifo.
En su ausencia, Francisco Pernía era la única persona con firma autorizada en la sociedad, que pudo manejar así a su antojo. El Ejecutivo presidido por Ignacio Diego no ejerció la opción de recompra del club de la que disponía a precio de mercado según una auditora -es decir, cero, porque la sociedad estaba poco menos que quebrada-, y optó por presionar para que se solicitara el proceso concursal. A la salida de ese concurso Pernía trató de pactar su salida con el grupo encabezado por Isabel Bolado y Manolo Higuera. No se avinieron a tratos y así fue como contactó con los abogados de la WGA para recuperar el control del club tras la administración concursal. Empezaba la Era Okupa bajo la presidencia de Ángel 'Harry' Lavín.
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Jon Garay y Gonzalo de las Heras
Equipo de Pantallas, Leticia Aróstegui, Oskar Belategui, Borja Crespo, Rosa Palo, Iker Cortés | Madrid, Boquerini, Carlos G. Fernández y Mikel Labastida
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