Los puntos inmerecidos también suman

La nueva normalidad del fútbol modesto son dos chicas tomando el sol en el montículo anexo al clausurado estadio de Urritxe con un border collie corriendo, eufórico, a su alrededor; es un grupo de quince chavalones en el mismo alto buscando algo de ocio en una pandémica tarde de Viernes Santo, el más profesional se llevó una silla plegable; es también otra tropa de adolescentes colgados de una tapia de la que una caída les iba a hacer más daño incluso que el virus o celebrar un partido seis días después de lo previsto y

Esa nueva normalidad es en la que

Pese a la precariedad con la que el Amorebieta afrontaba el choque por el reciente brote de covid en su vestuario, Aritz Solabarrieta dio forma a su propio plan antiaéreo con dos cambios de nombres y uno de dibujo.

Los vascos, quizá encorajinados por el sentimiento de agravio, superaron en los primeros minutos al Racing. La vieja normalidad de siempre. Hasta que un remate de cabeza de Óscar Gil a centro de Soko obligó a Míkel Saizar a despejar junto al poste derecho de su meta. El equipo verdiblanco comenzó a buscar la vía aérea, pero no sacó nada más de provecho.

La nueva normalidad es el fútbol en dolby surround. Mientras una pareja de la policía pedía un poco de cabeza a los de la tapia y en el montículo-platea improvisada ya había medio centenar de personas, desde la grada se escuchan hasta los jadeos de los futbolistas.

Lo cierto es que el Amorebieta fue bajando de revoluciones y pagando las PCRs, los confinamientos y demás trasiegos de la nueva normalidad.

A la salida de los vestuarios, ambos equipos hicieron la del tango. El Amorebieta dio un paso atrás y

Pero la nueva normalidad hay cosas que no alcanza. Solabarrieta protestaba, con razón, una acción en la que Míkel Saizar tardó más de seis segundos en sacar y en la que el defectuoso envío del portero pegó en la espalda del presionante Soko. Entre discusiones con el colegiado, el banquillo rival y el asistente, el Amorebieta puso el balón en juego, Etxaburu la puso desde la banda izquierda y, en el segundo palo, Juan rebañó la pelota para enviarla al fondo de las mallas.

Cuando el banquillo no acierta, la táctica es un despropósito y un equipo no funciona, sólo queda que los buenos se quiten la chistera. Con el Amorebieta más a gusto que un arbusto despejando balones frontales en el área, hasta que no cayó la pelota en el pie del alquimista verdiblanco no hubo algo aprovechable para el Racing.

El Amorebieta, con el banquillo plagado de canteranos, la posibilidad de introducir cambios se le hacía cuesta arriba. Esa situación, con veinte minutos por delante, barruntaba pura agonía para el mermado equipo local. Aunque los tiros en su propio pie del Racing son habituales, sea cuál sea la normalidad. Cejudo y Cedric sustituyeron a Traver y Jon Ander.

El equipo verdiblanco apenas hacía méritos para culminar la remontada ante un contrincante al borde de la asfixia.

Y no lo merecía el Racing. Y lo hizo en una acción no muy deportiva. Aunque también era lícito pensar que había pérdida de tiempo a esas alturas de partido. Las trampas reiteradas en el fútbol han llevado a que la falta de caballerosidad sea tópica. Larrucea quedó tendido en el terreno de juego tras una acción con Cejudo. El equipo cántabro se lanzó al ataque, el balón llegó a Álvaro Bustos, que disparó al palo y el rechace lo enganchó Cedric para batir por debajo de las piernas de Míkel Saizar. Gol en el minuto 89. Esto sí que era nuevo en esta normalidad.

El triunfo verdiblanco, más allá de lo parco en brillantez, le sirve al equipo cántabro para entrar en la segunda fase con un buen colchón de puntos y para tener una semana por delante para preparar el próximo choque, frente al Tarazona, en tierras aragonesas. Lo tienen todo de cara los de Solabarrieta para lograr el objetivo innegociable de la Primera RFEF. Todo lo demás será el fracaso más absoluto en 108 años de historia.

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