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Lo de la Rosaleda terminó en drama y esta vez no fue para el racinguismo. Los protagonistas siempre eluden hablar de finales, pero la semana pasada nadie evitó el contundente calificativo. Por lo menos para el Málaga suponía un duelo que podía resultar definitivo. Decía ... Alfredo Di Stéfano que las finales no se juegan; se ganan. Y eso es lo que hizo el Racing, que fue más listo que ambicioso. El equipo de José Alberto supo jugar con los momentos; con el vulnerable estado anímico de su rival. Resta que las matemáticas confirmen el descenso de los desahuciados Málaga, Lugo e Ibiza. Sólo queda una silla a la que asignar trasero. Y el equipo cántabro ha invitado al juego a unos cuantos colegas más. El Racing cierra la jornada ¡decimocuarto! Prácticamente en la mitad de la tabla. Ganando puestos en el pelotón de los torpes. Con siete puntos de renta sobre los puestos de dolor. Si han terminado ya de celebrar, levanten la cabeza y fíjense bien. Allí, al fondo, está la permanencia.
Si José Alberto tiene un once base sobre el que va trabajando según las obligaciones, para una de las citas más importantes de la temporada no iba a hacer experimentos. Lo previsto. Con Juergen Elitim como sustituto del sancionado Íñigo Sainz-Maza en la medular y manteniendo a Jorge Pombo en la mediapunta.
Málaga
Rubén Yáñez, Delmás (Loren, min. 88), Burgos (N'Diaye, min. 59), Ramalho (Fran Sol, min. 70), Cristian, Luis Muñoz (Juande, min. 59), Genaro, Villalba, Escassi, Luis Muñoz, Lago Junior (Appiah, min. 88) y Rubén Castro.
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Racing
Parera, Dani Fernández, Saúl, Germán, Rubén Alves, Juergen (Fausto Tienza, min. 73), Aldasoro, Mboula (Arturo, min. 89), Pombo (Pol Moreno, min. 89), Íñigo Vicente (Marco Sangalli, , min. 80) y Baturina (Matheus, min. 73).
Equipo arbitral: Moreno Aragón, del Comité Madrileño. Asistido en las bandas por Blázquez Sánchez (Madrileño) y Ortuño Sierra (Riojano). Cuarto: Campos Salinas (Murciano); VAR:Ocón Arráiz (Riojano) y Gálvez Rascón (Madrileño).
Gol: 0-1, min. 65: Íñigo Vicente.
Amonestaciones: Amarilla a los visitantes Juergen Elitim, Aldasoro y Rubén Alves y al visitante Fran Villalba. Roja directa al local Genaro.
Incidencias: La Rosaleda. Césped rápido pero en buen estado en una tarde lluviosa. 26.061 espectadores.
El Racing debía ser lo suficientemente inteligente como para jugar con la ansiedad de su rival. En los primeros 30 segundos, el Málaga pegó dos pelotazos. Riesgos, los mínimos. Y un centro de Dani Fernández al área lo tocó Baturina, pero no lo suficiente para batir a Rubén Yáñez. Ahí, en ese control de los nervios y las emociones, iba a estar el encuentro. Porque iba a ser una contienda de sangre, sudor y, visto el resultado, también lágrimas. De otros, por fortuna. Un choque entre las cabezas de Burgos y Rubén Alves se saldó con el racinguista grogui y el blanquiazul chorreando por una importante brecha. Venda, agua milagrosa, camisetas nuevas y a seguir.
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En el ambiente había más tensión que en la elástica del exportero racinguista Fabio Coltorti. Continuos parones, choques, protestas... Saltan chispas. El equipo cántabro parecía a la expectativa, como esperando el momento de golpear. Entretanto, Rubén Castro no llegó a conectar de forma certera un centro de Lago Junior y un disparo del costamarfileño desde la frontal del área le complicó la vida a Parera, que tuvo que despejar a córner. Cada minuto que pasaba sin sucesos en campo malaguista le iba dando vida a un cuadro local con el agua al cuello. Luis Muñoz cabeceó solo un saque de esquina en el primer poste. No encontró portería.
Delmás le quitó a Íñigo Vicente el 0-1. Un buen centro de primeras de Aldasoro iba para el de Derio, solo en el segundo palo. Pero el zaguero metió la cabeza lo justo para evitar el drama en Martiricos. Fran Villalba respondió con un tiro raso que se marchó cerca de la meta de Parera.
Lo bueno para los racinguistas es que esta vez lo de a perro flaco todo son pulgas no iba por ellos. Esteban Burgos se tuvo que marchar de nuevo a taponar la sangría en su cabeza y el meta Rubén Yáñez se tiró al suelo con problemas musculares. Ambos continuaron, pero... Malas señales. Un tiro cruzado de Fran Villalba se marchó fuera.
El Racing daba algunos pasos adelante y sacaba al Málaga de su campo. Pero el peligro no llegaba al área andaluza. Todo lo contrario. Rubén Castro se encontró con una clarísima. Saúl trató de despejar de cabeza, el balón golpeó en Rubén Alves y el delantero la agarró en el área pequeña. Parera, de negro Iríbar, se hizo grande para tapar el tiro a la media vuelta del canario.
Lo más parecido a una ocasión verdiblanca en el primer tiempo llegó tras un pase genial de Aldasoro a la espalda de la defensa que Pombo cabeceó horriblemente. Se hizo el silencio en La Rosaleda. Suspense. Rubén Yáñez agarró fácil y, además, el colegiado otorgó la ley de la ventaja por fuera de juego del aragonés. Con poco más, finalizó la primera parte.
José Alberto hace como Rafa Nadal. Al llegar al banquillo, coloca los botellines de agua de una forma especial. Una de pie y la otra, pegada, tumbada. Dice que no es supertición, que es sólo rutina. Pero el ritual le trajo efecto inmediato. Unos segundos después de la reanudación. Un balón alto lo espera para controlarlo Íñigo Vicente y Genaro, con la plancha en ristre, golpea al racinguista. El árbitro no tuvo ninguna duda. Expulsión. Pablo Álvarez le dio nuevas instrucciones a Juergen Elitim y Aldasoro sacó un disparo que pegó en una pierna y atrapó Yáñez. El Racing lo tenía muy de cara.
El equipo cántabro no se volvió loco. Estaba más cómodo y con el rival más lejos del área visitante, aunque la superioridad numérica tampoco se hizo demasiado evidente. No tenía prisa, pero la oportunidad era imperdonable. Tras una buena combinación, un disparo raso de Aldasoro se marchó fuera tras tocar en un zaguero. Luego lo intentó Juergen, pero atrapó Yáñez.
El problema en estos casos es que la calma, la pausa, se puede confundir con la falta de ambición. Una línea muy estrecha. Y los verdiblancos le estaban dando más esperanzas de la cuenta al agonizante Málaga. El equipo andaluz se acercaba con peligro y demasiadas facilidades recibidas.
Para disipar las dudas, nada mejor que un gol. Posesión larga. Íñigo Vicente cedió a Baturina dentro del área. El delantero demostró estar listo para ser convocado por la selección croata de fútbol sala. Pívot. El balcánico devolvió para Íñigo Vicente y el vasco, sutil, puso a los cántabros en ventaja. Ahora sí, a administrar.
José Alberto implementó sus dos primeros cambios. Retiró a Juergen Elitim por Fausto Tienza en el doble pivote. Hormigón armado. Y suplió a Baturina por Matheus Aiás. A ver si el cambio esta vez iba mejor, porque en los últimos encuentros el efecto no fue positivo. El caso es que el Racing volvió a darle aire a un Málaga prácticamente hundido. No era partido para sufrir, pero este equipo no sabe vivir de otra forma.
Quedaban diez minutos y el míster metió trabajo y quitó cansancio. Retiró a Íñigo Vicente y le dio entrada a Marco Sangalli. Las contras eran la mejor arma verdiblanca, pero la ejecución, una y otra vez, era paupérrima. La más clara, con un remate de un agotado Mboula en boca de gol, centrado, a las manos del portero. Porque ni en jugada elaborada ni en los saques de esquina. Desperdiciados. El choque estaba ya entre la desesperación local y el cansancio –el de siempre a estas horas– visitante.
El Málaga prácticamente bajó los brazos y, entonces sí, el Racing empezó a manejar la frustración andaluza con Jorge Pombo como maestro de ceremonias. Precisamente el aragonés fue el sustituido, con el ya habitual cambio de las victorias por la mínima. Pol Moreno, al campo. Además, Arturo Molina reemplazó a Mboula. 5-4-1. Parera se vistió de Mazinger Z para repeler un centro muy canalla de Cristian desde la izquierda. Puños fuera.
Como era de esperar, el Racing se volvió a echar, otro partido más, atrás. Si ganas, genial. Como te empaten, colleja. Demasiadas concesiones atrás. Un balón en la frontal del área lo pegó Rubén Castro y lo mandó cerquita del poste izquierdo de la meta verdiblanca. El drama empezaba a adueñarse de La Rosaleda, aunque un remate poco ortodoxo de Appiah se marchó no muy lejos del travesaño.
El pitido final dictó sentencia. Porque lo de ayer era virtualmente una final. Los locales, desolados, prácticamente descendidos. Los cántabros, abrazados. La permanencia, cada vez más cerca. En este equipo no se puede dar nada por hecho, pero este triunfo es casi medio objetivo conseguido.
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