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Esta semana está comprimida en dos grandes efemérides racinguistas de distinto matiz. Una es el festejo, el viernes, de los 105 años de la fundación del Racing. Que como dicen algunos, qué se puede esperar de un equipo que, en el primer partido de su ... historia, ya empezó perdiendo contra el Strong Sport (deporte fuerte), confirmando hasta estos días que aquel primer presagio de los pioneros era una declaración de intenciones para todas las generaciones venideras de racinguistas. Por transmisión hereditaria, espontánea o de obligado cumplimiento, se fueron embarcando en esta atrayente aventura que es seguir al Racing. Andadura que está rodeada de decepciones y algún que otro fracaso. Aunque las alegrías –pocas–, cuando se producen, nos hacen saber de qué se compone la gloria. ¿De qué? No lo sé. Pero como decían en Laredo, mi pueblo: «Sarna con gusto no pica».
El segundo suceso es que hoy hace dos años que nos dejó Nando Yosu. Ese señor tan cercano a todos, como decían los niños del futbol base racinguista. El que fue uno de los hombres más decisivo de las últimas décadas del Racing, hasta para que recordemos su adiós, quiso el destino que debía estar tan cerca del aniversario del equipo de su vida. El jueves, cuando acudí a presenciar el preceptivo entreno –por segunda vez– de Carlos Pouso, éste, en algunas cosas, me recordaba a Nando. O tal vez era que quería ver una cierta similitud con Nando. Aquello de resolver siempre aquellas empresas tormentosas con su capacidad y pragmatismo.
La cita de este domingo pasado en los Campos de Sport, con el debut en casa del nuevo inquilino del banquillo local Carlos Pouso, era esperada por la ilusión que crea siempre la llamada de la primera vez. No diré que defraudó, porque se ganó y eso es importante, pero vamos, que no me dejo entusiasmado por haber visto algo distinto a lo anterior. El paralelismo que creí ver entre Nando y Pouso me quedó claro que era producto de mi deseo. Nando nunca pidió tiempo. Él sabía para qué fue llamado en cada ocasión. Dejando esta ensoñación mía aclarada, es lógico que Pouso reclame un poco de paciencia, o sea, más tiempo. Pero hemos pasado en una semana de ser el equipo de Ángel, a empezar hablar de la herencia recibida en forma de plantilla confeccionada para jugar un sistema muy definido. Así que, donde se especulaba con un abanico de sistemas a emplear, a los técnicos amantes de ganar los partidos en la pizarra, con partidos muy tácticos –versus aburridísimos–, los ha fastidiado Pouso. Al colegio otra vez. Nuestro entrenador se decidió por un dibujo similar al empleado tiempo atrás. En cuanto a la realización de éste, los jugadores, que son los artistas, siguieron jugando como hasta ahora: confusos, inseguros y con un estado anímico tan flojo como sus aciertos. Y a pesar de su pregonada experiencia, para los momentos malos, me sigue dando la impresión de tener mucho más de teatralidad inconsciente que de eficacia.
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